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El Régimen del 78 aprovecha la estrategia de Íñigo Errejón

No es la primera, ni será la última vez que la política se mueva por sentimientos personales más que por otros valores que deberían gobernar ese campo, como los principios ideológicos, la ética, el respeto a los valores democráticos, la coherencia, el entendimiento de ella como un servicio público y por ello tener como horizonte los intereses de la mayoría.

Íñigo Errejón marcó en gran parte, y al principio con el apoyo de Pablo Iglesias, la estrategia original de Podemos. Llegó un momento en que ambos dirigentes se separaron. Errejón quería seguir apostando por los significantes vacíos con los que interpelar el sentimiento de las masas, alejarse de cualquier símbolo que recordase a la izquierda; y Pablo Iglesias dio por terminada esa estrategia, apostando por pactar con Izquierda Unida y recuperar un discurso mucho más cercano a la izquierda clásica.

>>¿Tiene futuro el posible proyecto a nivel estatal de Íñigo Errejón?<<

En Vistalegre II ambos proyectos se midieron en una batalla dialéctica que en muchos momentos supuso una caída al barro, llegando a los insultos y a las manipulaciones por parte de algunos miembros del equipo de Íñigo Errejón, quién consintió que el debate se produjera en esos términos.

Tras perder frente al aún hoy Secretario General de la formación morada, Íñigo Errejón fue relegado a una segunda línea -candidato de la unidad de la izquierda a la Comunidad de Madrid- que sintió como una dolorosa traición por parte de quién había sido su mejor amigo y compañero desde la juventud universitaria.

Desde ese momento, Íñigo Errejón comenzó a preparar su salida de la formación morada, no por una necesaria y justificada necesidad de expresar su proyecto político en una nueva formación porque en Podemos ya no podía, sino más bien por un rencor personal que lo movió a querer perpetrar una venganza política. Esa opción se constató cuando anunció su salida de Podemos, el día del quinto aniversario de la formación con la que saltó a la política, y habiendo negociado a las espaldas de la militancia un proyecto a parte del pactado en reuniones públicas con fuerzas aliadas, con Manuela Carmena.

Un durísimo golpe a Pablo Iglesias y a la izquierda alternativa que impactó de manera negativa para las mismas en las elecciones madrileñas, tanto municipales como autonómicas, ya que las disputas a causa de las acciones de Errejón y el fin de la unidad impidió a las fuerzas progresistas replicar, no ya mejorar, los resultados obtenidos en 2015.

Ahora, cerca de la repetición electoral buscada por Pedro Sánchez y el Régimen del 78 para volver a asentar al bipartidismo en el poder, Íñigo Errejón anuncia su candidatura a las elecciones generales, lo que llevará el voto progresista de nuevo al PSOE por el miedo a que se diluya frente a la derecha, y a la vez dividirá el de la izquierda alternativa, impidiendo a Unidas Podemos recuperar el voto que ha ido perdiendo en cada cita con las urnas desde 2015.

Además, el actual sistema que gobierna en España necesita una izquierda alternativa domesticada, que revista sus acciones más polémicas como progresistas, dificultando así la organización de resistencias sociales. La formación de Íñigo Errejón ya actuó así en Madrid con la Operación Chamartín, por lo que Pedro Sánchez podría presionar a UP tras estas elecciones expresando que sigan el ejemplo de Más País de Errejón y pacten sin pedir nada a cambio.