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Caperucita y el “Lovox” Feroz

El pasado 12 de abril de 2019, Santiago Abascal utilizó la supuesta retirada de una serie de cuentos de un colegio en Barcelona como arma arrojadiza en un debate electoral.

Su argumentación, si se puede llamar así a decir que los “progres” están “locos”, se basaba en reírse de que un colegio considere un cuento clásico como “tóxico”. Sin dudarlo ha arremetido contra ello, diciendo con sorna que era machista al ser la niña quien va a hacer el recado. Que el cazador, hombre él, es el héroe de la historia, quien soluciona todo. Que la abuelita vive sola, sin ayuda. Todo muy normal, muy normativo.

La verdad es que este cuento no es el tipo de valores que, en pleno siglo XXI, debería enseñársele a los niños. Sí, es machista, es antianimalista, y es nocivo de muchas formas. El lobo servía por aquél entonces para encarnar al mal, un concepto que está anticuado y del que hemos de desembarazarnos. El lobo, el murciélago, el demonio… Si no vemos el mal donde realmente reside, en este tipo de comportamientos tóxicos, nunca se le podrá enfrentar. Demonizar a un animal noble tampoco es nada loable, por supuesto, pero no olvidemos que es un símbolo, solo eso.

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Pero, como siempre, VOX obvia el aspecto social del cuento: una niña que se enfrenta a peligros que no le corresponden, una abuela que vive prácticamente abandonada si no llega a ser por las atenciones de Caperucita y su madre. La situación paupérrima de estas mujeres, mientras que el hombre, siempre en su posición de poder, no duda en usar la violencia como única solución a los problemas.

Que, de todos los cuentos mencionados de la biblioteca del colegio, sea precisamente el de Caperucita el que comenta Abascal no es casual. El cazador es un héroe, un hombre que caza animales, y VOX hace campaña a favor de la caza. Que las mujeres sean en principio débiles y necesiten la ayuda de un hombre es un fiel reflejo del machismo de este partido. Las personas mayores, las niñas, y sobre todo las mujeres son acechadas por el mal, y sólo el héroe puede salvarlas.

Hace muchos años ya que este cuento ha cambiado de aires. Caperucita ha cambiado su papel a ojos de muchas, al igual que el lobo. Muchas mujeres han tomado la imagen de esta chica, más madura, enfrentando al lobo y dominándolo. Porque la mujer no es un objeto débil, no es la Eva bíblica que cae ante el animal. La mujer, la Caperucita de hoy, es como Lilith, una mujer libre e independiente, capaz de tratar a los animales, que no son el mal, de tú a tú, desenmascarando al auténtico mal, que es quien nos manipula el relato, quien impone, quien desvirtúa a la mujer.

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Si un partido político quiere usar este tipo de cuentos en sus campañas, debería hacerlo para remarcar las cuestiones sociales que han de arreglarse: necesidad de la Ley de Dependencia y las ayudas que ello conlleva. La pobreza, la falta de medios. El acceso a los recursos básicos. Afrontar los peligros para una mujer, para una niña. La abuelita, que necesita que le lleven la comida -perfecto para hablar de las pensiones-. Pero a Santiago Abascal todo esto, el día a día, la problemática de la gente común, no parece preocuparle.

El cantautor madrileño Ismael Serrano ya usó este mismo relato para remarcar el dolor al que una mujer se enfrenta, a la pérdida de la inocencia, a las agresiones -que no siempre son físicas-, haciendo una lectura más actual. También hizo, de manera similar, una versión del cuento de los 3 cerditos para ilustrar un desahucio.

Los cuentos clásicos se han rehecho mil veces. Series de televisión como Once Upon a Time y Grimm nos las han actualizado también, para ofrecernos otra visión más actual, con otros valores.

Sin embargo, de todas las interpretaciones que se puedan hacer de este cuento, ni siquiera Perrault hace más de 300 años hubiera hecho una tan reaccionaria. Como mínimo, es alarmante que éste sea el tipo de lecciones que VOX quiere inculcar a las niñas, al futuro.

Los cuentos infantiles son la primera aproximación a un mundo más extenso y, sobre todo, la base de los valores que llevaremos durante toda nuestra vida. Los cuentos clásicos son crueles, son el reflejo de las lecciones que debían aprender las niñas que tenían vetada la niñez. Entonces, las niñas debían aprender a trabajar, a aportar al núcleo familiar, a enfrentar los mismos problemas que las personas mayores.

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Por fortuna, los tiempos han cambiado. Las niñas de hoy tienen una protección que hace 300 no existía. Tienen unos derechos reconocidos. Tienen acceso a una infancia. Al menos, en esta parte del mundo. La mayoría… En estos tiempos, no podemos usar los cuentos de hace siglos como referencia, igual que no usamos los mismos medios de transporte o herramientas de trabajo. Pero en este caso es más importante aún, porque definirán cómo será la gente del mañana, qué valores tendrán y qué forma darán al mundo.

Pese a que a menudo se den pasos atrás, no podemos, no debemos comportarnos como si viviéramos en el siglo XVII, so pena de volver atrás a aquellos tiempos más oscuros.

Las versiones originales de los cuentos que leímos en nuestra más tierna infancia incluían violaciones, asesinatos, desmembramientos, sangre, dolor, torturas… La reina de Blancanieves bailó hasta la muerte con zapatos al rojo vivo. Hansel y Gretel iban a ser desangrados en un caballete de serrar. La Bella Durmiente fue violada. Las hermanastras de la Cenicienta se amputan los pies con un cuchillo y los pájaros les picotean los ojos. En la primera versión de Pinoccio, éste aplasta a Pepito Grillo con un martillo, y el insecto se venga ahorcando a la marioneta.

A partir de cierto punto se actualizaron, se de adaptaron a los tiempos modernos. Lo que este colegio de Barcelona está haciendo al retirar unos cuentos que ya no aportan los valores que necesitamos para el futuro, es lo correcto.

Eduquemos, trabajemos por algo mejor, y dejemos atrás los valores caducos. Que la próxima generación sea mejor que la nuestra. Que no vuelva a tiempos más oscuros, ni 320 años ni 80. Demos las herramientas a quienes seguirán nuestros pasos para que sean capaces de enfrentar ellos solas al lobo y también al cazador, protejamos a nuestra abuelita, y que la gente tenga una vida digna.

Ayudemos a que Caperucita aprenda a cuidarse de los peligros, ella sola o con otras Caperucitas, y ayudémosle cuando le haga falta, sin paternalismos. Olvidemos la idea de que los problemas se solucionan a tiros. Y, sobre todo, dejemos que el lobo resople y aúlle…

Abascal, qué boca tan grande tienes…