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20 años de dolarización en Ecuador, ¿hay algo que festejar?

Este año Ecuador cumple 20 años de una de las medidas más impactantes que se puede tomar en la economía del país, no solo por su impacto real sobre el capital de las compañías y personas, sino también por todo el costo social asociado a la misma.

Pero para entender lo que pasó en el Ecuador de esa época (1999) hay que revisar cuál era el contexto bajo el cual se desarrollaba nuestro país. Una profunda crisis económica y social inundaba el panorama nacional debido a la implementación de un recalcitrante modelo neoliberal, en el que la liberación del mercado así como la privatización de servicios públicos eran la tónica y lo que marcaba el ritmo económico de la época.

Es así que los grupos económicos, financieros y empresariales se encontraban en franco control de la toma de decisiones y gobierno, tanto que en 1994 fue aprobada por el gobierno de Sixto Durán-Ballén y Alberto Dahik la Ley General de Instituciones del Sistema Financiero que, como parte principal liberaba la capacidad de los bancos de mantener el respaldo de los depósitos de los ecuatorianos en el país.

Como no podía ser de otra manera, esta ‘oportunidad’ fue utilizada de manera indiscriminada por los mismos para colocarlos en mercados internacionales como ‘inversiones’, quitando la capacidad de respaldo de los depositantes.

Sixto Durán-Ballén terminó su mandato en 1996 dejando como legado la mayor implementación en el Ecuador de un modelo neoliberal que fue matizado por el escándalo de su vicepresidente Alberto Dahik sobre la desviación de gastos reservados, motivo por el cual renunció, huyó y se exilió en Costa Rica.

Para 1996 los grupos financieros y bancarios en el país impulsaron la candidatura de Jamil Mahuad, quien previamente fue alcalde de la capital y con quien mantenían estrechas relaciones.

Posterior a su elección y con un debilitamiento previo en la economía del país, misma que nos llevó a una inflación que pasó de ser del 22% en 1995 al 96% en 1999, año en el cual se tuvo que tomar la medida, sin estudios previos de factibilidad y menos de sus consecuencias, esto como una drástica consecuencia de todo ese mal manejo económico tanto privado como público, y que se implementó cuando el tipo de cambio era de 1 dólar = 25.000 sucres.

Imaginémonos entonces que un día, al chequear la cuenta del banco, simplemente todo ha desaparecido. Los ahorros de toda la vida para la vejez, la entrada para, por fin, comprar una casa. O el dinero para pagar las cuentas y terminar ese mes.

Disponible para retirar: 0 sucres’. Ese fue el mensaje que encontraron en las ventanillas de los bancos millones de ecuatorianos en marzo de 1999.

El gobierno había decretado el llamado feriado bancario y posteriormente el congelamiento de las cuentas. Todo esto como antesala de la medida de dolarización de moneda que para ese entonces había ingresado al sistema de manera indiscriminada debilitando más la precaria situación del sucre. Tanto así que la moneda se depreciaba por día. Y en solo una semana pasó de 7.000 sucres por dólar a 19.000.

Pero la pulverización de los ahorros y depósitos no trajo pérdidas para todos, grandes grupos financieros y empresariales fueron prevenidos del descalabro que se avecinaba, y la fuga de capitales en los meses previos fue incontrolable.

Varios bancos debilitados por este fenómeno y la avalancha de retiro, hicieron que quebrasen y entre los más recordados estuvo el Filanbanco propiedad de los hermanos Isaias, y el Banco del Progreso propiedad de Fernando Aspiazu.

Pero si de por sí esto no era lo suficientemente malo para el país, el salvataje bancario que tuvo que realizarse fue realizado por el Gobierno, así es, y esto nos costó a todos los ecuatorianos alrededor de 6.000 millones de dólares.

Con tal descalabro generalizado y con una nueva moneda como no podía ser de otra manera, la crisis política se hizo presente, obteniendo el derrocamiento del presidente Mahuad y posterior posesión de Gustavo Noboa, su vicepresidente, quien asumiría el cargo con la responsabilidad de implementar la medida en el sistema económico y financiero del país.

La situación inequívocamente era lo más difícil que el país había sobrellevado hasta ese momento. Ya que ésta generó un éxodo de migración de alrededor de 1.8 millones de ecuatorianos que al no encontrar otra salida, tuvieron que migrar del país hacia Estados Unidos y España como destinos preferidos.

Familias destruidas, niños abandonados a la suerte de crianza de sus abuelos, pueblos enteros fueron abandonados con la única esperanza de encontrar mejores días en otro país, y también de poder salvar lo poco obtenido en Ecuador sacrificando la estructura familiar del país entero.

Y si nos preguntamos cuál fue la clave de que la dolarización haya podido ser implementada en el Ecuador, fue gracias a todo ese sacrificio de miles de familias de migrantes que desde el exterior alimentaron la economía del país, convirtiéndose en la segunda fuente de recursos luego de los ingresos petroleros en los años posteriores.

¿Pero habrá valido la pena todo el dolor de estas familias? ¿Todas las separaciones, muertes y suicidios? Todas esas lágrimas de despedidas inciertas en las rejas del aeropuerto? Que son capaces de resquebrajar aun al corazón más duro.

Fuertes, Valientes, Héroes fueron todos aquellos que con el sudor de su trabajo, con sus lágrimas entre camas calientes y precarizados así como humillados y estigmatizados, hacían todo lo posible por lograr enviar algo de dinero para sus familias en Ecuador. Teniendo como única esperanza ese tan anhelado reencuentro futuro en mejores condiciones. Reencuentros que tal vez nunca se dieron, y que hoy solo siguen siendo heridas abiertas en un país que se desangró socialmente por esa ambición desmedida y lucha intestina de los grupos de poder.

¿Razones para festejar? Pocas o ninguna, seguramente, solo el simple recuerdo de una de las épocas más negras de nuestra historia como país. País que hoy 20 años después vuelve a ver un horizonte negro en el futuro. Ojalá que las lecciones se hayan aprendido y no estemos en la antesala de otra crisis.

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