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Crónicas de confinamiento por coronavirus. Emoción dulce, pasión amarga

Nos hemos viciado a La Casa de Papel de mala manera, así que anoche nos fuimos a la cama a la 1 de la madrugada, adelantando capítulos hasta que los vimos todos. Dejamos de lado a Naruto y a brooklyn 99 temporalmente, es que necesitábamos terminar esta serie primero, prioridades en tiempos de confinamiento.

Después de cenar me toé una birra para acompañar la serie, y a la una nos fuimos a la cama. Me dormí a las dos de la mañana pelotudeando con el teléfono, tampoco tenía ningún apuro en dormirme la verdad.

11:00

Abrí los ojos sin despertador, sin el peso de cosas por hacer. ¡Era un nuevo domingo, un nuevo día de gala! Me levanté, fui al baño y me metí en la cocina a desayunar.

Los otros de casa también estaban desayunando. ¡Se vive tan diferente cuando nos sacamos las responsabilidades de encima y estamos todos juntos!

Porque claro, normalmente el maldito bastardo está trabajando en una de las habitaciones, mi amiga haciendo cosas pendientes, -siempre tiene algo que hacer por la casa-, y yo trabajando en mi habitación, que al final durante la semana estamos los tres juntos solo cuando hacemos ejercicio, en el almuerzo y la cena.

Si hace un buen día sí que me pongo a tomar sol con mi amiga, pero el domingo es el domingo y es precioso.

12:00

Nos sentamos en el sofá a ver La Casa de Papel, vimos dos capítulos y el maldito bastardo se puso a cocinar, habíamos decidido que el almuerzo iba a ser mexicano.

14:00

Me metí a la ducha, tenía que decidir qué me iba a poner. Me puse un vestido que solo había usado una vez, estrené unos aros que me compré en Nepal, y me puse un collar que me compré en Mendoza antes de viajar y que debo haber usado dos veces.

Me metí al baño esta vez para maquillarme, me lavé bien la carita, me puse crema y empecé con el maquillaje. Me maquillé muy muy exagerado, la línea del delineado me llegaba a la punta de la ceja, y me puse un labial rojo que me encanta el tono, pero no es mate por eso no lo uso nunca. Al final fue el día de darle una segunda oportunidad a todo lo que no suelo usar.

Me peiné con un rodete tirante, intenté arreglarme el casi flequillo que me hice el otro día, no quedó perfecto, pero al final en conjunto el resultado de todo me quedó bastante bien.

Para mi sorpresa mi amiga también había decidido hacer lo mismo: se puso un vestido brillante y se maquilló muy bonita. El pelo se lo recogió a lo Britney, estábamos diosas, hermosas, divinas.

16:00

Hora de comer porque sin rutina y después de levantarnos tarde, sin ejercicio y con dos capítulos de La Casa de Papel, el resultado es comer a la hora de la merienda.

Nuestro ángel de la guarda, -en lo que resta de este relato voy a decirle al maldito bastardo ángel de la guarda, porque ni a su mamá ni a la madre de mi amiga les agrada que le diga así Por ustedes mujeres bellas, y para que sepan que lo quiero mucho-.

El ángel cocinó riquísimo. Se fue al carajo con todo, pensó en cada maldito detalle. Cocinó dos tipos de carne picada, por un lado la de cerdo con cerveza, y por otro de pollo y pavo con caldo de pollo que él mismo hizo el día anterior.

Un guacamole que logró ponernos de rodillas, sin mencionar la pasta de frijoles. Pero falta lo mejor de todo, el postre: nos hizo una cuajada con base de galleta y cacao para chuparse los dedos. Literalmente cuando me metí la primer cucharada en la boca me emocioné, se me escaparon un par de lágrimas, a ese nivel.

Comimos hasta reventar y nos quedó para la noche, calculen la cantidad que hizo Una barbaridad para tres personas, con las tortillitas calentitas y unos nachos para sopar en el guacamole y la cuajada, un manjar de los Dioses.

17:00

El ángel se puso a jugar una horda en Gears 5 con sus amigos, mientras Britney y yo nos pusimos a tomar sol. Ella con un cubata de gin y yo con uno de ron. La felicidad que me generó ver que teníamos ron fue increíble, y sí, estoy apreciando mucho las pequeñas cosas de esta cuarentena.

Llegó un momento en el que Britney no pudo más con la ropa de gala y clavó bikini en el balcón, yo dije bueno listo ya inauguramos el verano acá en Barcelona. Puntualmente en el balcón de casa, yo tenía tanta pereza que no me puse el  bikini solo tome el solicito normal, de gala, pero ya se que me va a durar poco menos de una semana para tomar sol como si estuviera en la playa.

19:00

Una partida de cartas y a sacar la basura. Después de 7 días nuevamente pisé la calle con Britney, en cuanto hicimos los primeros pasos sentí un olorcito a primavera que me llegó hasta el alma. Me entraron unas ganas de irme a la playa a ver el atardecer, pero en fin, no se puede.

20:00

Entramos al departamento justo cuando la gente empezaba a aplaudir, nos asomamos al balcón para ver que, por alguna extraña razón, salió más gente que de costumbre.

Por primera vez en todo el día me puse a mirar los mensajes de WhatsApp. Tenía varios de mis mejores amigas, y en ese momento me estaba tomando una birra por lo que estaba ebria. No sé en qué momento desde que llegué de Mendoza me volví tan blanda para tomar alcohol, pero un cubata y una birra y yo ya estaba lista para irme al baile.

Pero como me puse a charlar con mis chicas, me entró el pedo melancólico, sumado a que estábamos hablando de todo un poco, -cuarentena, posible crisis económica, relaciones, que cuándo nos íbamos a poder ver para abrazarnos en persona y no virtualmente…- reventé. Lloré muchísimo.

Para cerrar nos pusimos a terminar de ver La Casa de Papel. No voy hacer spoiler, pero me emocioné. No sé si fue porque estaba muy sensible, porque necesitaba seguir llorando, o realmente los dos últimos capítulos son muy emotivos.

Y así nos fuimos a dormir a la 1 de la mañana. Este día tuvo de todo, risas, llantos, emociones encontradas, alcohol, chocolate, amistad, sol, ansiedad, ilusión, música, ataques de extrañitis. ¡Un montón para un solo día!

Un día más de confinamiento, un día menos para poder salir a la calle.