Sé que la cuarentena es muy difícil para ti. Sé que te ha tocado alejarte de tu estilo de vida, de tu forma de sentir y de tu forma de actuar; sé que ya no ves ni a tus amigos ni a tu pareja (quizá a tus familiares sí, porque tienes pinta de vivir con tus padres) y que eso te desconsuela muchísimo; sé que ya no sales ni de cañas ni de copas, que has perdido muchas horas de sexo loco, que en los bares te echan de menos y que no puedes vivir sin ir a la oficina (el teletrabajo es un puto invento, lo que de verdad nos gusta es salir a la calle, salir a respirar el humo de los coches para que un jefe nos explote presencialmente).
Pero, sobre todo, sé que lo que más echas de menos son tus sueños, querido lector. Estoy seguro de que tenías muchísimos. Querías hacer mil cosas. Querías viajar con amigos, salir más de fiesta, compartir más tiempo con tus familiares, vivir experiencias nuevas y recorrer el mundo, por qué no. Puede que, antes de que toda esta mierda del confinamiento empezara, tuvieras sueños húmedos con romper tu estilo de vida mediocre: seguramente habrás soñado con dejar tu trabajo, o tu carrera, o la mierda que sea que te mantenga atado a lo que haces ahora mismo. Alguna vez en tu vida habrás tenido ese sueño tan húmedo -a la vez que humano- de romper todas las cadenas que nos atan a la realidad para retornar a la vida nómada, como en los viejos tiempos paleolíticos.
Seguramente lleves toda la cuarentena pensando en la cantidad de cosas que vas a hacer cuando todo acabe. Ahora mismo tendrás la idea en la cabeza de que, cuando el puto bicho se muera y deje de dar por culo, te olvidarás de currar, te olvidarás de estudiar y te subirás al primer OVNI que pase cerca de tu casa -o al primer bus 521- para cumplir tus sueños.
Me vas a permitir un par de risas, amigo.
Has visto el fin del mundo y de la civilización, y quizá de tu vida muy cerca. Estás viendo como muere gente y tú, pequeño egoísta, te centras en lo que harás. Piensas en un futuro, pero en un futuro muy condicional. Te crees que por estar encerrado un par de días tu mentalidad y tu forma de actuar ante las cosas va a cambiar mucho, que cuando salgas a la libertad vas a soltarte el cabello como Mel Gibson en «Braveheart». Pero no. Ni muchísimo menos. Tu mentalidad no va a cambiar después de esto, lo único que vamos a hacer es retroceder.
Cuando salgas de esta, cuando todo acabe, quizá tengas unos días de realización. Seguramente salgas a la calle confiado, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en que todo ha acabado por fin y diciéndote para tus adentros que te vas a comer el mundo. Y quizá lo hagas. Pero solo al principio.
Quedarás con tus amigos, verás a tus mayores, follarás con tu novia y cenarás en un sitio caro con tus compis del gimnasio. Intentarás generar una nueva rutina alternativa, intentarás aprovechar el tiempo porque «solo se vive una vez», pero no lo harás. No lo harás porque somos mediocres. Todos. Sin excepción.
En la segunda semana después de que acabe el confinamiento, volverás a ser el mismo tipo gris y mediocre que eras antes. Volverás a resignarte ante las órdenes de tu jefe o de tu profesor de universidad. Volverás a agachar las orejas ante tu madre (porque, como te he dicho, lo más probable es que vivas con ella) y volverás a sumergirte en el círculo de mierda en el que estabas metido antes de que todo esto empezara. Puedes llamarme o vidente o gilipollas, pero sé que así serás.
No tengas esperanza, no sueñes con un futuro ideal con gente guapa y libre que ha abierto los ojos, porque eso es un puto sueño húmedo de tu cerebro. Volveremos a ser igual de mediocres; volveremos a ser igual de esclavos. Por mucho que te guste decir en Twitter que esto ha cambiado tu forma de pensar y que, en cuanto puedas salir, harás lo que realmente te apetezca hacer, no es verdad, solo te estás engañando. No tendrás huevos a desafiar a tu madre y decirle que esa noche no duermes en casa aunque no te deje, no vas a tener lo que hay que tener para reventarle la nariz a cabezazos a tu jefe o a tu tutor. No vas a hacer nada, puto mediocre de mierda. No vas a hacer nada porque somos unos putos acojonados conformistas. Somos hombrecitos grises.
Queremos comodidad, no felicidad. Que se te meta en la cabeza cuanto antes.
De hecho, cuando acabe el encierro, echaremos de menos la cuarentena. Se convertirá en la cosa más emocionante que nos habrá pasado en la vida.
Cuanto antes asumas que eres una mierda mediocre, mejor.