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La mayoría social de Ecuador: entre neoliberalismo y soberanía

El próximo 7 de febrero los ecuatorianos deberán decidir si prefieren la continuidad neoliberal o un rupturismo en favor de recuperar la soberanía.

Este año 2021 en Ecuador se van a celebrar nuevos comicios para escoger a los nuevos presidente y vicepresidente del país. En ellas se podrá comprobar el peso que han tenido las medidas económicas y sanitarias que ha adoptado el gobierno de Lenín Moreno para hacer frente la pandemia del COVID-19.

Se hablará de reconstrucción y de economía, de sanidad y de desigualdades, pero en el fondo del telón de ese gran escenario que son siempre las elecciones, existirá un debate entre dos modelos para el desarrollo de Ecuador y dos formas de concebir un proyecto político. En el fondo de este telón los actores protagonistas, aunque no estarán presentes, serán Lenín Moreno y Rafael Correa.

En muchos estados el COVID-19 ha acechado fuerte en los sistemas sanitarios, la mayoría están al borde de su límite, también la polarización política se ha incrementado en muchos lugares. Ecuador, con más de 12.000 fallecidos por la pandemia, no está exenta. Y este virus ha hecho visible los dos modelos que encarnan los seguidores de Correa y los de Moreno.

Ciertamente, el COVID-19 ha hecho emerger tensiones políticas y ha puesto de manifiesto de nuevo las desigualdades. Ecuador vive quizás un caso particular pues los dos máximos protagonistas de la política local, Correa y Moreno, mantienen muy vivas dos concepciones políticas que abrazan un ideario con realidades históricas que van mucho más allá de la actualidad.

Son dos modelos que se nutren de la praxis de la historia de las luchas políticas y sociales del país (sería el proyecto político de la Revolución Ciudadana) y el otro, el que lidera Lenín Moreno y lo que queda del partido Alianza País después de la salida de Correa, emana de la fuente de un modelo neoliberal, encarnado en el “estatismo democrático” para conducir un proceso de liberalización homologable a las democracias liberales y plenamente capitalistas occidentales.

En el fondo del telón, por lo tanto, ya no tenemos sólo a dos personajes, sino a dos concepciones ideológicas para Ecuador: neoliberalismo vs soberanismo.

Es siempre curioso analizar el comportamiento de los líderes políticos actuales para comprobar como la historia quizás no se repite, pero sí se mimetiza: señal que hay un vacío histórico que los afines a sus idearios intentan llenar.

Si analizamos los movimientos políticos de Lenín Moreno, podemos comprobar cómo este mandatario proveniente de la izquierda, se transforma y balancea su suerte política con una fuerte apuesta por “reconectar” con las instancias económicas mundiales -FMI, acreedores internacionales, Banco Mundial-, para hacer sostenible su modelo de estado. Bajo las tesis políticas de los partidarios de Moreno, el sistema económico público ecuatoriano está asfixiado -según Moreno, la deuda de las arcas públicas (75% del PIB) se incrementó con la llegada de Correa, siendo él su vicepresidente-.

Para salvarlo, al sistema económico, es necesaria una inyección económica inmediata de estas instancias internacionales que prestan ayudas millonarias pero que están condicionadas a reformas políticas muy polémicas para la sostenibilidad de países como Ecuador.

Recuerda la actitud política de Moreno a la del expresidente Jamil Mahuad (año 2000) que, debido a la inestabilidad económica del país, decidió dolarizar la economía ecuatoriana en detrimento de la moneda local (sucre). Eso perjudicó a las personas que tenían ingresos fijos porque disminuía su capacidad de compra.

Todo esto llevó a que la economía ecuatoriana se desplomara. A la par, bancos y grandes empresarios del país aprovecharon la ocasión para enriquecerse a su costa, en el caso de algunos bancos, de la fallida del sistema financiero que condujo a la caída del mismo presidente Mahuad. Los militares también aportaron su granito de arena.

Ese modelo que encabeza Lenín Moreno y que recuerda al gobierno de Mahuad siempre se convierte en “pan para hoy y hambre para mañana”, aunque el pan y el hambre para los ricos se convierte en una nueva oportunidad para ganar poder y dinero.

En definitiva, abrazar el esquema que imponen las instancias económicas internacionales es el cuerpo ideológico que ha heredado Lenín Moreno, es su objetivo en sí mismo, y su carta de presentación frente a otro modelo -el correísta- del cual se quiere diferenciar a toda costa por razones de supervivencia política.

Y si miramos al otro lado del escenario -la parte izquierda- tenemos un proyecto político que se ha nutrido de las experiencias políticas históricas de la izquierda local. La izquierda en Ecuador -a diferencia de otros países latinoamericanos-, viene de lejos con la creación del Partido Socialista Ecuatoriano (Partido Comunista) en 1926. El correísmo también integra ideas y praxis de la Izquierda Democrática y del movimiento indígena.

Es el correísmo una mezcla entre un movimiento social (la Revolución Ciudadana) y un partido político moderno. Se constituyó este movimiento como un todo, como el símbolo de una unidad, a veces excluyente pero que en definitiva, gracias a su capacidad política, ha conseguido los mejores resultados electorales del escenario político de los últimos decenios.

Su concepción ideológica pasa por abordar el problema político del país desde las instancias públicas, con una voluntad de dependencia económica internacional inferior a la del modelo de Lenín Moreno, aunque ambos sectores políticos no han tenido una idea muy clara de cómo abordar el problema de la dependencia económica del petróleo.

La pluralidad, uno de los grandes temas de debate constante en Ecuador debido a la cantidad de pueblos y naciones indígenas que lo componen, se ha tratado en la Revolución Ciudadana con más apertura en su mirada, aunque la infinidad de pensamientos y realidades no ha hecho cuajar alianzas con formaciones indigenistas como Pachakutik.

Ambos ámbitos políticos viven de fuentes históricas visibles en la gobernabilidad del Estado ecuatoriano, aunque no sólo de la historia se vive pues en el caso del movimiento Revolución Ciudadana de Rafael Correa, se visualiza una experiencia práctica que ha hecho posible arraigar esa realidad por más que cierta parte del establishment sea muy agresivo contra el correísmo.

Lenín Moreno es algo diferente, es otra realidad que mantiene el control gubernamental a costa de todo, por ahora, ese es su rasgo distintivo que lo mantiene muy vivo, aunque se mueve en medio de un modelo de estado en plena crisis que lo debilita en su concepción ideológica.

Mientras tanto, cabe pensar en retos para Ecuador como el cambio climático y su contradictoria dependencia del petróleo local. De la salida de un modelo político y judicial rígido y corrupto, y también de su sistema sanitario tan dependiente de las grandes corporaciones farmacéuticas. La pandemia será un problema para Ecuador o una oportunidad para sacar a la luz problemas históricos, los votantes tienen la última palabra.