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Rafael Correa, la luz del tablero político ecuatoriano que la oligarquía no puede apagar

El último ataque electoral contra Rafael Correa ha sido impedir que su imagen aparezca en los spots publicitarios de la Revolución Ciudadana.

Al expresidente Rafael Correa se le llama “Presidente” en Ecuador. La mayoría de la sociedad lo hace. Este hecho supone un punto de ruptura en el relato que el neoliberalismo ha estado creando en sustitución de la realidad objetiva para el país latinoamericano.

El neoliberalismo ha puesto todos sus esfuerzos en crear una conceptualización negativa de Rafael Correa: “corrupto“, “mal perdedor“, “dictador“, con el fin de sepultarlo para que no pueda influir en la actualidad política y social del país suramericano.

Sin embargo el análisis que ha realizado la oligarquía que hoy gobierna Ecuador mediante Lenín Moreno, falla. Estrepitosamente. Y lo hace porque su base no ha tenido en cuenta el eje que vertebra la sociedad ecuatoriana: para la mayoría, en el imaginario colectivo, Rafael Correa sigue siendo “el presidente“.

Varias causas han confluido en ello. Quizás la más importante de todas es, irónicamente, la traición de Lenín Moreno a sus electores, que en un primer momento le dio el poder a la derecha, pero que en el largo plazo ha conseguido que los afectados por sus políticas -la mayoría de la nación- lo nieguen y giren sus cabezas al que les mejoró la vida.

En el escenario de Ecuador hay varios actores. Algunos más importantes que otros. Pero todos ellos iluminados por Rafael Correa, quién gracias a haber sabido transmitir su carisma y claridad de ideas por las redes sociales de forma didáctica y sencilla, rompe el oscurantismo mediático que se cierne sobre Ecuador desde 2017.

La oligarquía que sostiene a Lenín Moreno y apuesta por Guillermo Lasso quiere apagar esa luz para, en la total oscuridad, conseguir mayores privilegios a costa de la mayoría social. En pos de ese objetivo han perseguido al líder progresista judicial, ideológica y electoralmente.

El último intento ha sido impedir que su imagen aparezca en los spots publicitarios de la Revolución Ciudadana que el mismo configuró. Al igual que en las anteriores ocasiones en las que vulneraron la democracia para perpetuarse en el poder, habrán hecho más fuerte la imagen de Rafael Correa.

No solo porque muestran su temor ante él, lo que configura al expresidente como un héroe que es capaz de poner de rodillas a un ente de proporciones gigantescas con un smartphone, y revela la debilidad del neoliberalismo en Ecuador, sino porque, además, refuerzan la posición rupturista de Rafael Correa en un contexto en el que socialmente se rechaza todo lo que tenga que ver, o esté vinculado, con el gobierno de Lenín Moreno.

El contexto ecuatoriano ha tenido un quiebre que no ha sido detectado por la derecha ecuatoriana, por el que las consecuencias de cada ataque a Rafael Correa se expresan en favor del progresista y en contra de los que manejan al actual ejecutivo.