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La izquierda de este mundo, y la del de ayer (I)

Reflexión sobre la situación de la izquierda a nivel global. Sus errores y aciertos. Críticas constructivas para el avance progresista.

Recientemente, un compañero me aseveraba con un tono triste, un poco desesperado que “la izquierda en Europa la veo casi muerta”. Mucho que decir tendríamos si nos pusiéramos a analizar los comportamientos colectivos de la gente que se identifican con la izquierda.

Seguimos anclados en un mar de fondo en el que la derecha mantiene un posicionamiento de pater autoritas. Eso explicaría los auges populistas y salvajes de regímenes autoritarios. Su razón es la de quien se cree sabedor de la verdad, del camino correcto frente al resto que son “jovencillos inconscientes” que con sus simbolismos demonizan la estabilidad del mundo.

La izquierda, por lo contrario, sigue ejerciendo un papel muy irregular en su trayectoria histórica. Se sigue armando a la gente de simbolismos (la emancipación mesiánica del ser humano), y enemigos (el capitalismo neoliberal) sin tener en cuenta que procedemos de la tierra de los humildes, de los que han tenido que conquistar sus derechos y no comprarlos; y eso, esa trayectoria de lucha tiene unos costes de comportamiento psicosocial y un comportamiento donde la otra parte (la derecha y su presencia) les persigue y les condiciona su trayectoria.

A todo esto, no es que la izquierda sea un oponente débil frente a la autoridad a veces agresiva y violenta de los conservadores, -tampoco hay que olvidar las atrocidades de una parte del comunismo más doctrinario-, pero se debe partir de una diferenciación fundamental en estos tiempos.

En primer lugar, hay que saber discernir entre la izquierda movimientística, cuyos genes se pueden basar en la acción política pero que mantiene una base sólida de acción social (Podemos, Syriza, PSUV, EH Bildu…), y aquellos que, con una trayectoria originaria quizás diversa, se ha transformado en un proyecto básicamente partidista de corte institucional y, generalmente liberal (PSOE, PSF, SNP, Partito Democratico…).

En segundo término, la izquierda tiene el mal vicio -secuela de sus problemas de sostenibilidad de sus creencias- de desesperarse cuando las cosas van mal para sus intereses, incluso cuando está conformada por mayorías políticas y sociales. Se piensa cognitivamente que el momento de la llegada al poder de la izquierda debe ser el momento del cambio, sin pensar si se dan realmente las condiciones para cambiar o si, simplemente, se debe arreglar lo estropeado por otros.

Sydney Tarrow en su libro El poder en Movimiento describe perfectamente el objetivo de esta reflexión:

Debemos ver todo el tablero de juego. Hay cosas positivas en esta conexión mundial que provoca las redes sociales, y es que con ellas podemos alimentarnos de otras experiencias, conocerlas, compartirlas y que todo eso quede en ese mar de fondo de experiencias. Una nueva acción política colectiva es posible mirando aquello que sucede en todo el mundo -remarco colectiva porque los proyectos individualistas en la izquierda, por su naturaleza, suelen influir poco en el devenir de los movimientos de emancipación social.

Jeremy Corbyn

El que Jeremy Corbyn consiguiera la presidencia del Labour, a la mayoría de la opinión pública le parecerá una flor de primavera entre las filas del viejo partido. Todo lo contrario, el error de Corbyn fue querer jugar todas las partidas, incluso la de candidato frente a gente con más capacidad comunicativa, aunque no con más carisma.

Corbyn y su movimiento político, Momentum, consiguieron incrementar en 40.000 la cifra de afiliados al partido, con especial relevancia por el apoyo de los jóvenes. Su proyecto político sin duda rompió moldes entre el establishment acomodado laborista. Quizás Corbyn no, pero Momentum sigue ahí, medrando en medio de un partido que era el reflejo del orden.

Cabe preguntarse ¿cómo se hizo posible ese fenómeno? Se debe analizar cuáles fueron los elementos que juntos propiciaron un giro ideológico del laborismo británico.