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“The Crown” Glamour Royal para oxigenar a la monarquía

El sistema monárquico busca un nuevo punto de equilibrio y sabe cómo manejar la cultura mainstream con The Crown para facilitar su permanencia en esta época de distanciamiento social y acercamiento virtual.

La multipremiada serie de Netflix The Crown” devolvió la vista del público hacia la desgastada monarquía británica, alentando a la audiencia a perderse entre el “glamour royal” y algunos datos escandalosos de la familia más famosa del planeta, los Windsor.

Oxigenar a la monarquía parece el propósito no solo de una serie, sino de varios productos para el entretenimiento, que van conformando una clara agenda mediática dirigida a revitalizar la influencia de la familia real británica.

El nuevo paquete de entretenimiento “royal”, incluye costosas producciones con vestuarios y direcciones de arte impecables, guiones muy bien trabajados sobre al base de investigaciones profundas, y también actuaciones magistrales de artistas como Olivia Colman, Gillian Anderson y Helena Bonham Carter.

Pero esta agenda no se queda allí, viene acompañada de otros relacionados como el fresco drama “Bridgerton”, y las secuencias noticiosas derivadas de aparentes contradicciones como la del distanciamiento de Harry y Meghan, duques de Sussex.

Sacar al imperio británico de la simple cobertura rosa 

En el siglo XXI ya no son suficientes las fórmulas del drama rosa con amores imposibles y venganzas calculadas, el entretenimiento de la realidad lo trastocó todo, y la crudeza es un recurso infalible para garantizar la atención del público.

A partir de esto, la historia mostrada en “The Crown”, persigue la precisión documental para mostrar lo que parecen ser no sólo etapas de la evolución del reinado de Isabel II, sino también periodos de la historia reciente de Inglaterra.

No es un drama bobo, tampoco es un seriado documental histórico, la producción mezcla haciendo gala de sutileza la ficción y la realidad, en esto consiste el gancho de la apuesta de Peter Morgan, creador de “The Crown”.

The Crown” no saca al espectador de esa sensación etérea que rodea a la realeza, toda la opulencia y el brillo de la riqueza, los imponentes espacios, la servidumbre perfectamente dispuesta, los protocolos, sitúan al espectador en la rígida y espectacular atmósfera que separa a Corona de sus súbditos.

El nuevo drama “royal”, muestra también con espantosa crudeza la reproducción de las formas que le asegura a la monarquía mantenerse, dejando a varios de sus miembros condenados a la soledad, la enfermedad, o la muerte.

Incluso, destapa inhumanas prácticas como la de fingir la muerte de aquellos miembros de la familia que sufrían alguna discapacidad, como fue el caso de las hermanas Bowes-Lyon, primas de la Reina Isabel II, que fueron relegadas a una institución por tener retraso mental.

El hilo tejido por el temple y la valentía real

La valentía de una sensible joven que debe asumir los deberes de Reina después de muerto su padre es una constante. Un ser dubitativo y sufriente es dibujado debajo de la capa dura y parca que ha caracterizado a la verdadera Isabel II.

Aparentando humanizar a la realeza hay una ingeniosa exaltación de eso que podría interpretarse como heroicidad, sobre todo en tiempos donde el papel de la mujer en el poder es un mensaje muy bien recibido y aceptado sin ningún beneficio de inventario por el público que exige inclusión.

La habilidad diplomática que sacó a Inglaterra de crisis como las que ocasionaron los cuestionamientos de Jackie Kennedy y el distanciamiento de EEUU del Reino Unido, la astucia para manejarse con la izquierda en gobierno del Partido Laborista y las contradicciones con Margaret Thatcher con su testarudez neoliberal, colocan la imagen de Isabel II al borde del progresismo.

La mujer que no llora y finalmente llora por la muerte de decenas de niños en la tragedia de Aberfan en Gales son las coloridas pinceladas que refrescan la imagen de una institución que carece cada día más de sentido y de utilidad para los pueblos de Europa.

No solamente es “The Crown” 

El espectáculo sigue siendo el principal propósito, la escena fastuosa, hermosos trajes, mujeres perfectas, hombres apuestos, encuentros, desencuentros, carruajes y recorridos por la alta sociedad mantienen al espectador sumergido en un mundo de fantasía que lo aleja de la pandemia y la incertidumbre económica que domina al planeta.

Producciones como “Bridgerton” y “The Crown”, se suman a series como “Peaky Blinders”, que roban la atención por ser impecables productos que nos invitan a viajar en el tiempo, y a distanciarnos de la estética apocalíptica de propuestas como la de Dark, que primaron al principio de la pandemia.

Finalmente, el oxigenamiento de la monarquía tiene en su agenda hitos escandalosos como los que hoy conforman las oportunas contradicciones entre miembros de la familia real como el príncipe Harry y su esposa que han decidido “desvelar”, asuntos tan sensibles como el racismo en lo interno del Palacio de Buckingham.