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Isabel Díaz Ayuso rechaza las consecuencias del fascismo con el que colabora

La candidata a la reelección de la Comunidad de Madrid, ha colaborado en el auge del fascismo, que ahora se expresa con violencia.

El auge del fascismo en España no se ha producido porque sí. Existen ciertas causas, la primera de ellas es la inexistencia de la ruptura con el franquismo durante “La Transición“. La mayoría de quienes redactaron la constitución, el día anterior, eran afectos al régimen fascista sin que se les conocieran disconformidades.

Antecedentes del fascismo en España

Los partidos del Régimen del 78 que sustituye a la dictadura de Franco, han blindado la jerarquía social construída por el fascismo español a golpe de robo y represión. No se cuestiona la monarquía determinada por Franco, ni se investigan las fortunas que se cimentaron con el robo a la oposición republicana y nacionalista.

Tampoco se cuestiona la justicia franquista que constituyó uno de los mayores regímenes represores del mundo. A día de hoy España es, tras Camboya, el país con más desaparecidos del mundo, la inmensa mayoría de ellos responden a la actuación de la dictadura.

Esta justificación de facto del fascismo que asoló a la nación ibérica durante décadas, es el perfecto caldo de cultivo para que sus nostálgicos, una peligrosa aleación de fascistas y nazis, muestren su apoyo a una ideología que niega la democracia en todas sus expresiones.

La ultraderecha ha salido del armario en España, vistiendo racismo, machismo, xenofobia y homofobia, perfumanos como un odio a todo aquel que no entre en su canon de “buen español”, sin encontrar mucha resistencia.

Desde la llegada de Aznar al liderazgo del PP en los años 90, los sectores del campo progresista que han sostenido un discurso en el que se calificaba a los dirigentes y militantes del PP como fascistas, han sido rechazados por quienes se erigían como moderados dentro de la izquierda, que expresaban que “no todos lo eran“, y que usar tan alegremente esa palabra como insulto, provocaría un vaciado de significado que impediría identificar a los verdaderos fascistas.

Además, se llegaba a expresar que no había fascismo en España. Que solo eran grupúsculos sin ningún tipo de apoyo social. Finalmente se llegó a una situación peligrosa, en la que el hecho de que todos los cargos del PP votasen en contra de retirar a Franco los honores que se le dio durante su dictadura, como estatuas, alcalde de honor o calles; no los convertían en fascistas, lo que normalizó que apoyar a la dictadura no fuera algo deleznable, sino permisible.

Tampoco era rechazable, ni calificable como “fascismo”, su discurso antiinmigrante basado en el clasismo, racismo y xenofobia; ni su homofobia, ni el discurso de deshumanización contra la izquierda, que permitió la represión tanto policial como judicial contra ese sector social mediante la Ley de Seguridad Ciudadana.

Avance fascista

La derecha avanzó entonces posiciones mediáticas, calificando a los fascistas como nostálgicos, mostrándolos como una suerte de amantes de la historia de España -solo de la que va desde julio de 1936 hasta noviembre de 1975-, dándoles entrada en la democracia. Se comenzó a normalizar el fascismo.

Las condiciones para el surgimiento de VOX estaban dadas. El relato social permitía considerar a los enemigos de la democracia como una opción más dentro de ella. Desde el principio, VOX se ha dedicado a la crispar a la sociedad española, para polarizarla y crear con ello un clima de miedo social que es favorable a la violencia fascista.

La violencia ha sido históricamente el vehículo de expresión del fascismo, que no sabe respetar las diferencias con respecto a su visión de lo que deben ser la sociedad y sus integrantes.

Hoy, los nazis van impunemente a reventar un mitin de Unidas Podemos, a quemar sus sedes, a atacar a Asociaciones de Vecinos y a agrupaciones feministas. Amenazan a altos cargos del Gobierno con balas y navajas con apariencia de haber sido usadas de muy mala manera. Acuden durante meses a la casa del exvicepresidente para amenazarlo, y atacarlo, a él y a su familia.

La crispación ha sido capaz de deshumanizar a los enemigos del fascismo. Ya no son personas a las que hay que respetar, sino monstruos con los que hay que terminar.

Tira la piedra

Ante esto, políticas como Isabel Díaz Ayuso, que no solo han permitido este avance fascista, sino que lo han alimentado generando crispación con sus actuaciones. Cabe recordar su acción gubernamental en los peores momentos de la pandemia, provocando los peores números de contagiados y fallecidos de España a base de hacer lo contrario que proponía el Gobierno.

Exigió al ejecutivo de Sánchez medidas que, por competencias institucionales, solo podía tomar ella, para forzar una intervención y aparecer como la víctima del gobierno “socialcomunista“. Una acción encaminada a aumentar la crispación social y la polarización. Bases fundamentales para la propagación del fascismo.

Ha liberado odio con sus declaraciones, como las que expresó para catalogar a los votantes de UP como malas personas, ya que “la gente normal” no apoyaría esa opción política. Sumándose así a la deshumanización que a día de hoy está provocando violencia.

Ha pactado con VOX en las instituciones, y no ha negado que tras el 4 de mayo vuelva a hacerlo, contribuyendo a la normalización del fascismo, dando a entender, y hasta expresando públicamente que no son ultraderecha.

Isabel Díaz Ayuso consolida así una hegemonía cultural que justifica la terrible ideología. Pese a ello, se permite publicar un tweet condenando las últimas amenazas fascistas contra la ministra Reyes Maroto.

La líder del PP en Madrid es colaboradora del crecimiento del fascismo, que ha sentado en el relato unas ideas-fuerza que niegan la convivencia democrática, que deshumaniza a todos y todas las que no concuerdan con su ideología, que genera crispación mediante el odio.

Y cuando esas bases sientan las condiciones para que la violencia se exprese, Ayuso se desmarca públicamente de la consecuencia, sin variar un ápice su estrategia política que es responsable de las causas, insistiendo así en caminar hacia al fascismo con el mismo discurso de odio que sus compañeros institucionales de VOX.