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El abismo político del que la derecha no quiere salir

En la actualidad, la derecha española impulsa como única propuesta un contexto de conflictividad que dista mucho de los actuales procesos de concertación política establecidos por el gobierno de coalición PSOE-UP.

La derecha española muestra un conjunto de peculiaridades que la han definido como una excepción a la actual tendencia derechista en el “viejo continente”. El conservadurismo en España opera muy poca cohesión política.

Muestra de ello ha sido la decisión de Vox de romper lazos con el PP, el cual ha representado el último capítulo de una relación marcada por los encontronazos y los desaires en su pugna por el votante de derecha.

Desde una concepción más orgánica, la extrema derecha representada por PP y VOX muestra un singular tribalismo reaccionario, antiinmigración y “populismo exclusivista”. Asimismo, se evidencia la existencia de un carácter xenófobo y autoritario que buscan incidir en la vida pública.

Dentro del ejercicio de crispación social, típico de la derecha, se usa una doble estrategia, la cual consiste en atacar fuerte, e incluso sin fundamentos, para posteriormente posicionarse discursivamente como víctima dentro del conflicto. Diversos son los ejemplos que pueden notarse a la luz de esta práctica.

Un sector de la sociedad se atreve a definir a la derecha española como la peor de Europa, esto a partir de la moción de censura, que en medio de la pandemia y de una profunda recesión, ha presentado Vox contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Aunque aparentemente el líder de la extrema derecha, Santiago Abascal, trata de descalificar al Gobierno “socialcomunista”, en realidad va contra el secretario general del PP, Pablo Casado. Esta maniobra parlamentaria tiene como objetivo desplazar a la centroderecha y consolidar una nueva alternativa conservadora liberal.

El problema principal que afecta a Europa no es ni económico ni institucional, sino cultural, y dentro de cultural, intelectual; el deslizamiento progresivo de la cultura europea hacia el relativismo racional, moral e ideológico, y el rechazo a la posibilidad de encontrar verdades y comportamientos objetivos.

De este escepticismo intelectual se deriva un segundo aspecto, el relativismo moral: si todo es subjetivo y relativo, si la descripción del mundo depende de cada cual, entonces no existen reglas de comportamiento que se deban cumplir. Moralmente, la falta de fundamentos objetivos y fijos implica que el bien y el mal sean relativos a las pretensiones o necesidades instantáneas de cada quien.

En el marco de este escepticismo intelectual, la derecha española representada por PP, Ciudadanos y VOX se ha caracterizado históricamente por la implementación constante de tácticas de crispación política para inocular matrices de opinión que rechazan cualquier posibilidad de progresismo social.

A menudo el conservadurismo español impulsa como propuesta un contexto de conflictividad que dista mucho de los actuales procesos de concertación política promovidos por el gobierno de coalición conformado por el PSOE-UP.

Todo ello ante la ausencia de una agenda pública sistematizada que pueda movilizar voluntades por medio de la razón en vez de la emocionalidad y el rencor. Mediante la tesis “amigo – enemigo”, el conservadurismo español plantea polemizar los diferentes escenarios donde se desenvuelve la izquierda rupturista.

La derecha española ha perdido La Moncloa, el poder político del gobierno central, y se muestra soliviantada. Junto a los medios que forman parte de su entramado, se lanzan a la estrategia del acoso y derribo del Gobierno con una agresividad que les desnuda.

Cuentan con poderes extraparlamentarios notables en diversos estamentos. Pero lo cierto es que la derecha española vive una crisis grave, de la que se ha obstinado en no querer salir a la vista de sus comportamientos erráticos.

Puntos clave de la debacle, han sido la factura de la corrupción en el PP, saldada con la elección de Pablo Casado como líder; el impulso y declive de Ciudadanos y la exitosa promoción de Vox.

La derecha no suma en España por más que vocifere. Ha elegido la senda de la degradación y son de temer sus zarpazos doloridos. Más aún, representa un problema en el contexto internacional. El conservadurismo español precisaría de una derecha racional y democrática, como la tiene Alemania, por ejemplo, para alargar su tiempo de vida política.

Lamentablemente, la característica resaltante de la extrema derecha española, que no solo sería contraria al sistema democrático en su conjunto, sino que sería proclive a perpetrar crímenes de odio y a utilizar métodos violentos como el vandalismo, el acoso a las comunidades de inmigrantes o las agresiones indiscriminadas contra las minorías propias de las bandas neonazis.

De igual forma, existe una categoría la cual forma parte inherente de la derecha española, se trata del nativismo discursivo, esta es una postura ideológica que asume que los Estados deberían de estar habitados exclusivamente por los miembros del grupo nativo. Aquí el concepto de “nación” cobra fuerza para el conservadurismo.

En el caso español, el partido VOX expresa una marcada ideología nativista basada en la lucha contra los enemigos internos, el cual podría estar representada por su temor a la “amenaza separatista” y contra los enemigos externos, es decir, los globalistas y la inmigración, especialmente la musulmana.

De esta forma, el nativismo demostrado por la derecha española, así como sus prácticas autoritarias, son condiciones suficientes para que una organización política sea tildada de derecha radical.

Cuando la derecha se opone al aumento del salario mínimo; cuando ponen trabas a los diálogos político del contexto catalán; cuando ejerce la conflictividad como práctica recurrente, el Partido Popular y VOX no hace sino responder a sus auténticos orígenes.

El 1978 España experimentó una serie de trasformaciones sistémicas que conllevaron a la convalidación de un Régimen político bipartidista, el cual, lejos de representar el nacimiento de una democracia, fungió como plataforma continuista de aquel franquismo inmerso aún en las estructuras de gobierno, los grandes consorcios económicos, la iglesia católica, las fuerzas armadas y en la Monarquía.

La derecha, muchas veces ha tenido que utilizar una fachada democrática para acercarse al logro de sus objetivos políticos. Tras una moderación democrática ilusoria, ha implementado fórmulas de direccionalidad del voto mediante alianzas conservadoras, las cuales posteriormente rompe a cambio de cuotas de poder más amplias.

Esta es una estrategia débil en el tiempo, ya que representa una solución pragmática momentánea, la cual denota un basamento ideológico débil, y una ausencia total de una agenda política coherente con las necesidades legitimas de la sociedad española.