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12 de octubre (1492-2021): Día de la Hispanidad

En América, no nos perdonan.

Como ciudadano del mundo, español, y madrileño (por favor, es muy importante, por este orden), y pese a quien pese, tengo que deciros para situarnos que creo hay dos acontecimientos que para mi cambian definitivamente el mundo, enterrando para siempre la antigüedad dudosa, insegura, ignorante de sus límites, supersticiosa y fatalista dando paso al mundo moderno, más consciente, científico, técnico, profesional y, aunque os parezca un oxímoron, individualista.

Estas dos epopeyas son el descubrimiento de América y la primera vuelta al mundo del portugués Magallanes, finalizada por el vasco Elcano.

 

 

Pero permitidme en confianza este soliloquio; los europeos, todos los europeos, tenemos la inmensa suerte de poder mirar a nuestros antepasados, y hallarnos ante unas gestas (quizás exageradas y excesivamente noveladas), pero NUESTRAS.

Cada pueblo de la Unión Europea tuvo en sus orígenes que sufrir y frecuentemente sucumbir a migraciones obligadas desde hace aproximadamente 200.000 años hasta las más recientes de los años 300 y 400 originadas en Asia y no tuvieron más remedio que doblegarse, asimilar sus usos y costumbres y adaptarse, los que tuvieron la fortuna de sobrevivir tras la invasión y conquista por parte estas hordas.

Padecieron y soportaron después los pueblos resultantes la colonización o el influjo griego, y sobe todo romano, y a la postre, consiguieron, tras siglos de sangre, sudor, lagrimas, renuncias y torturas configurar finalmente los caracteres reivindicativos de su esencia, de su identidad.

Y en nuestro caso (el de los españoles -mi hijo, sin ir más lejos, se cabrea cuando le digo, creo que con toda la razón, que tenemos el ochenta por ciento de nuestra sangre mora-), la invasión que nos marcó indeleblemente a los españoles desde los años 700 y durante nada menos que ocho siglos, fue la árabe-africana.

Y ya voy al tema.

En América, por desgracia, y a mi modo de ver, injustamente, existe en la actualidad (hablo fundamentalmente de América del Sur) un rechazo generalizado a Europa, a España en particular, una desconfianza, un resquemor, por qué no decirlo clara y llanamente, un odio casi visceral.

Voy a intentar defender mis argumentos, y voy a intentar también cambiar con ello esos sentimientos de muchos de nuestros lectores sudamericanos, de reacción precipitada e instantánea, sin demasiado análisis, desgraciadamente tan en boga hoy en día, pero lo confieso, voy a intentarlo sin demasiada esperanza, casi más atendiendo a la petición de mi queridísimo director (tendrías que tener la fortuna de conocerle), quien me ha pedido un artículo al respecto, y claro, sus deseos son órdenes.

Como dice bien mi idolatrado Javier Marías en su último y maravilloso libro (él mismo, pese a su erudición, no sabe si el autor de la afortunada estrofa fue el poeta Blake), en inglés, esperar sin esperanza, To wait without  hope. Esa es mi sensación.

Y pese a ello sigo. No pierdo la esperanza, querido lector, de que al menos mi exposición te haga reflexionar. Comenzaré por dejar medianamente claro mi punto de partida. Después, respetaré (como intento hacer siempre) las ideas de cada cual.

Para hablar de estos temas, sobre lo que entiendo que naturalmente es legítimo y respetable que cada cual pueda tener su opinión, estimo que es absolutamente indispensable tener un mínimo de rigor y de conocimiento. Y es muy triste y descorazonador constatar como plumas muy eminentes, presidentes como López Obrador, se permiten manipular y empujar a sus pueblos hacia esa reacción primaria y visceral a que antes me refería, haciendo alarde sin tapujos de su ignorancia supina.

Porque, queridos lectores, la historia es la que es, eso no se puede cambiar.

Vamos a ver; los españoles hicimos las Leyes de Burgos (nada menos que en 1512); e hicimos también las Leyes Nuevas en 1542,  la primera vez en la historia que la humanidad legisló sobre un tema tan asumido hoy por todos como son los Derechos Humanos.

Tres medidas álgidas, entonces discutidas con vehemencia, presentó fray Bartolomé de Las Casas ante la Corona, en 1542: Se trataba de suprimir de una vez por todas:

Entrando en su detalle, las principales resoluciones de las Leyes Nuevas en beneficio de los indígenas fueron:

  • Sobre la esclavitud:
  • Cuidar la conservación y gobierno y buen trato de los indios
  • Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a mantenerlos en ese estado.
  • Que se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de cargadores (tamemes), sin su propia voluntad y con la debida retribución.
  • Que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de perlas.

Sobre las encomiendas:

  • Que los oficiales reales, del virrey para abajo, no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías.
  • Que el repartimiento dado a los primeros Conquistadores cesara totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio.

En resumidas cuentas, lo peor de todo para los Conquistadores/Colonos era que con las Leyes Nuevas de Indias:

  • Se confirmaba la libertad esencial de los indios, prohibiendo su esclavitud bajo todo concepto.
  • Se dejaba de heredar la Encomienda. Se suprimía la Encomienda hereditaria al prohibir que pasara de padres a hijos.

Me apena cuando hablo de esto, reflexionar sobre que si este hecho histórico que os expongo, sé que absolutamente novedoso para casi todos vosotros, se hubiese producido en Inglaterra, por ejemplo, tendríamos mas de cien películas y miles de estudios sobre el tema. Lástima que nuestros gobernantes, y los sucesivos ministros de cultura (los de mi país y los de los vuestros, no se afanen más en buscar el rigor histórico, el acercamiento y la comprensión en lugar del resquemor y el enfrentamiento).

Baste decir al respecto, que mi país fue capaz de Encarcelar al personaje más importante del reino, al mismísimo Cristóbal Colón, por esclavizar a 1600 indios (de los que se vio obligado a liberar casi quinientos por pura logística), y traficar con el resto, en contra de lo que expresamente había dispuesto en dieciséis órdenes la reina Isabel en vísperas de su segundo viaje.

En resumen, y sin violencia, (se debía intentar instruir a los indios en la fe católica (esa era para ella el motivo fundamental y más importante de la expedición), y además (y cito textualmente), “tratar a dichos indios muy bien y con cariño, y abstenerse de hacerles ningún daño, disponiendo que ambos pueblos debían conversar e intimar y servir los unos a los otros en todo lo que puedan”.

En el supuesto de que Colón llegase a tener conocimiento de algún maltrato, estaba obligado a castigarlo severamente dada su condición de máxima autoridad.

Como anécdota (aunque para los perjudicados no lo fuese), señalar que cuando Colón fue juzgado se le encontró además el haber cortado la lengua a una mujer (suponemos que india), por haber hablado mal de él, y de haber ahorcado a un hombre por homosexual.

Pero también reconozco, y humildemente pido perdón por ello, que fuimos incapaces en aquella época de controlar que los Virreyes, gobernadores y hacendados manipulasen a su antojo, hasta donde su avaricia y arrojo les permitiesen afrontar, las posibilidades que les ofrecía la Encomienda, así como que en siglos posteriores algunas de estas progresistas medidas fuesen “suavizadas”.

El ser humano es por desgracia como es (no tenemos más que ver las recientes noticias sobre seres absolutamente privilegiados, bendecidos por la fortuna en casi todos los órdenes, multimillonarios, deportistas, cantantes, empresarios, actores e incluso impresentables presidentes de países, que se afanan y se arriesgan para detraer una parte de sus enormes propiedades y dineros al erario público).

Respecto al tema de la conquista en sí, quisiera poner de relevancia que es absolutamente imposible que el hecho histórico en si hubiese podido producirse en los términos en que se produjo por mucha que fuese la bravura de trescientos españoles en cada caso (y los adelantos técnicos con los que contaron, la pólvora, las armaduras, las espadas y sobre todo los desconocidos caballos), de no haber contado con la colaboración, en tanto en el caso de Méjico como en el del Perú de los pueblos sojuzgados en el primer caso y de la conveniente guerra civil en el segundo.

Y renuncio desde aquí para siempre a intentar comparar el grado de crueldad de ambos bandos. Solo constatar que, como ha estado a punto de ocurrir ahora, unos virus minúsculos se llevan por delante a la mayor parte de la población.

Y de verdad, podéis creerme, no me siento nada orgullosos de la conquista, como por otra parte tampoco me siento especialmente orgulloso de ser español, odio las banderas y los patriotismos, que en el fondo es el germen de los fascismos. Estoy solo orgulloso de ser un ser humano.

Y ahora, perdonadme una última maldad, nunca podremos saberlo con exactitud, pero lógicamente es mucho más improbable que un antepasado mío hubiese cometido una barbaridad en América, a que sin embargo esta hubiese sido cometida por alguno de los que más despotrican. Un consejo: uno no debería ofender a sus propios ancestros.

Y para terminar con buen pie, felicitémonos todos por el hecho de que compartamos una lengua tan maravillosa como el español, que nos permite expresarnos tan concretamente, ajustando tanto el matiz, las sensaciones, como ninguna otra lengua en el mundo, pensad lo diferente por poner un ejemplo que es ser y estar, y que ningún otro idioma de los que conozco contempla.

Con la comodidad de que encima se escribe y se lee como se habla, y viceversa.

Y de que al contrario de lo ocurrido en otras conquistas posteriores (un poquito más al norte), jamás se buscó la aniquilación sistemática o el exterminio de los indígenas. Creo yo.

Ya que cientos de Garcilasos podrían dar fe de la absoluta normalidad con la que las sucesivas generaciones mestizas fueron conformando pacíficamente la sociedad, hasta la época de la independencia, paz rota por motivos por otra parte absolutamente justos.

Pues eso, unámonos e intentemos entre todos conseguir un mundo mejor, más justo, mejor repartido y acabar con los desfavorecidos.

Eso es lo importante.

Miremos hacia adelante y dejémonos de disputas estériles, y además, como creo haber demostrado, carentes de rigor.

Salud y trabajo.

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