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Las mujeres de Motor Ibérica: la mujer en el conflicto obrero

Unas 300 mujeres e hijos de los huelguistas iniciaron un encierro, que despertó, según la prensa de la época, una gran oleada de solidaridad.

La fase final del franquismo y la inicial de la “modélicaTransición supusieron un periodo muy convulso, en el que los conflictos socioeconómicos y laborales surgieron con fuerza, sobre todo en la gran industria.

El franquismo, con sus últimos coletazos hizo frente a esos conflictos con la misma violencia con la que lo enfrentaba todo. Un ejemplo de ello fue la muerte del trabajador Pedro Patiño, de Antonio Ruiz Villalba, etc.

Uno de estos conflictos, recién estrenada la nueva democracia, en 1976, fue la huelga de Motor Ibérica, la “huelga de los 100 días“, una de las más largas del período: iniciada en abril de ese año, consiguió aguantar hasta agosto, un total de 96 días.

El conflicto afectó a más de 3.500 trabajadores de las tres factorías que la empresa tenía en los barrios de Poble Nou y Zona Franca de Barcelona, y de Montcada.

Fueron 96 días de gran tensión, sobre todo cuando la empresa sancionó a casi 2.000 trabajadores con suspensión de empleo y sueldo. Los huelguistas piden la readmisión de los despedidos el año anterior, la retirada de las sanciones, y un aumento de sueldo.

El conflicto de Motor Ibérica fue uno de los más duros, junto con los de la SEAT, de Laforsa y los conflictos de la comarca del Baix Llobregat, aunque se trató de una situación que se extendió a toda España: las factorías cerradas, la universidad en pié de guerra, la represión del Régimen que dejó algunos trabajadores y estudiantes muertos, etc.

Tras la muerte del dictador, la conflictividad laboral se disparó: en medio año, más de medio millón de trabajadores habían perdido más de diez millones de horas de trabajo en esos conflictos; en 1976, las cifras eran de tres millones y medio de trabajadores y 110 millones de horas de trabajo perdidas, de forma que España era el primer país en nivel de conflictividad laboral en Europa.

Pero el conflicto de Motor Ibérica tuvo una segunda característica esencial, y fue el papel de las “mujeres de” los trabajadores de la factoría. Las mujeres de Motor Ibérica.

Las mujeres de Motor Ibérica

En junio de 1976, durante una asamblea de trabajadores, Maruja Ruiz, compañera de uno de los huelguistas, propuso ocupar la iglesia de Sant Andreu de Palomar.

Los protagonistas de la huelga, los trabajadores de Motor Ibérica, “aceptan” el encierro de las mujeres, algunos de ellos a regañadientes. El compañero de Maruja se encontraba entre los 18 despedidos de 1975: él mantuvo la lucha sindical tradicional en CCOO, y ella fue una de las impulsoras del encierro de las mujeres, sin casi experiencia política o sindical previa.

Asamblea de trabajadores de Motor Ibérica, en los locales de CCOO

Poco después, unas 300 mujeres e hijos de los huelguistas iniciaron su encierro, que duraría un mes, y que despertó, según la prensa de la época, una gran oleada de solidaridad por parte de la mayoría de las asociaciones vecinales de Barcelona, hasta que se produjo el desalojo, por parte de la Policía Armada. Fue una solidaridad que permitiría que el grupo de ocupantes fuesen aprovisionados de alimentos, medicinas, fondos económicos, etc.

Fue una movilización propia, sin hombres y sin trabajadores de Motor Ibérica. Maruja Ruiz.

A pesar de lo que muchos puedan pensar, el encierro no fue un anexo de la huelga, sino que fue una movilización por sí misma, que se transformó en la lucha propia de las mujeres. La ocupación se hizo con el permiso del rector, Josep Camps, y con el acuerdo de dejar que los ritos religiosos pudiesen llevarse a cabo sin problemas.

La elección de la parroquia fue un buen acierto, porque se trataba de un barrio obrero, con empresas grandes como la Maquinista o la Fabra i Coats, aunque estas no se unieron a la huelga, a pesar de los esfuerzos realizados.

El “núcleo duro” de la ocupación, al frente de la cual estaba Maruja, ya había participado activamente en otras luchas obreras de ese período, como en una ocupación de la SEAT, en la parroquia de San Pancracio.

Durante el tiempo que duró el encierro, las mujeres se organizaron en turnos y asambleas: además de las tareas relativas a la intendencia del encierro, organizaban grupos para repartir octavillas, hacían pintadas, recogían las aportaciones solidarias, etc.

El 28 de junio, por la tarde, la Policía Armada entró en la iglesia, por el patio trasero, de forma muy violenta, rompiendo el mobiliario y destrozando la organización de las ocupantes. Tras una discusión con la policía, las ocupantes decidieron abandonar el encierro, y siguieron recibiendo la solidaridad popular.

Maruja Ruiz
Maruja Ruiz

Maruja Ruiz conminó a sus compañeras a que se quitasen los sostenes y se quedaran solo con las chaquetillas de Motor Ibérica, algo que molestaba mucho a la empresa. Así, cuando los policías comenzaron a desalojarlas, les ordenaron que se quitasen las chaquetillas. En el momento que una lo hizo, dejando el pecho al descubierto, los policías quedaron desconcertados y permitieron que se quedasen con las chaquetillas.

Una vez en la calle se reagruparon en el metro de Fabra i Puig y se trasladaron al centro de la ciudad para hacer una nueva manifestación, con la ropa de trabajo de la empresa Motor Ibérica.

La solidaridad generada durante el encierro consiguió romper el cerco mediático impuesto por las autoridades, y una televisión sueca siguió el encierro, día a día, para informar a su país.

A pesar de todos los esfuerzos realizados, la huelga no acabó en triunfo: más de 30 trabajadores quedaron despedidos.

En 1979, el 36% de las acciones de Motor Ibérica pasaron a ser propiedad de la empresa japonesa Nissan, y en 1987 pasó a denominarse Nissan Motor Ibérica.

El recuerdo de las mujeres en la huelga de Motor Ibérica

Los hechos de las 300 mujeres y niños que ocuparon la iglesia, convirtiéndose en una parte importante del movimiento obrero y de la historiografía moderna, se recuerdan en la pared de la iglesia, con una placa conmemorativa, a pesar de un relato obrerista centrado siempre, casi en exclusiva, en los hombres. Este encierro fue una pieza esencial de las movilizaciones obreras de la Transición.

Jardines de les dones de la Motor Ibèrica, junto a la iglesia de Sant Andreu de Palomar, en Barcelona

La dignificación y feminización del espacio urbano de Barcelona ha llevado a que el Ayuntamiento haya conmemorado su valentía con la dedicación de un jardín “De les dones de la Motor Ibérica“, junto a la iglesia de Sant Andreu de Palomar, así como la colocación de una placa, en la pared lateral de la misma, que recuerda su “ejemplo de dignidad obrera, solidaridad y apoyo mutuo“. La colocación de la placa se llevó a cabo en 2016, durante las celebraciones del 40 aniversario de la huelga de 1976.

La movilización de las mujeres de la Motor Ibérica, además de otros ejemplos, se transformó en motivo y modelo de emancipación, no solo en sus reivindicaciones obreras, sino también feministas.

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