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La retórica de la extrema derecha: la nueva ‘Neolengua’

Prácticamente no queda ninguna democracia en el mundo que no tenga una fuerza o movimiento político de extrema derecha populista. Se trata de unos movimientos que han dejado de ser una fuerza de oposición marginal para llegar a situarse en ámbitos de poder y en numerosas instituciones.

El concepto de Neolengua apareció de la mano de George Orwell, en su novela 1984. El objetivo, en la novela de Orwell, era sustituir a la Viejalengua, para dominar el pensamiento de los miembros del Partido y hacer inviables otras formas de pensamiento contrarias a sus principios (el crimental, o crimen del pensamiento). Por ejemplo, para evitar que la población tenga ansias de libertad se eliminan los significados no deseados de esa palabra, de forma que se vacía de sus acepciones más peligrosas.

Al final, el Partido asumiría que dos y dos son cinco y había que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común.

La guerra es la paz / la libertad es la esclavitud / la ignorancia es la fuerza.

Xavier Peytibi ha señalado que “el lenguaje puede destruir la democracia. (…) Cuando generas esos marcos mentales a través del lenguaje (‘el otro es el enemigo’), polarizas la sociedad”. Se trata de un lenguaje directo, sencillo, plagado de adjetivos peyorativos que buscan llamar la atención y logra su objetivo: la notoriedad.

Prácticamente no queda ninguna democracia en el mundo que no tenga una fuerza o movimiento político de extrema derecha populista. Se trata de unos movimientos que han dejado de ser una fuerza de oposición marginal para llegar a situarse en ámbitos de poder y en numerosas instituciones.

En España, VOX se ha asentado sobre una jerarquía vertical, una ideología de escaso contenido teórico y una asombrosa penetración y comprensión de las redes sociales. Por ahora, solo ha planteado propuestas destinadas a polarizar a la opinión pública y obtener una amplia visibilidad: se basa en la constante utilización de ofensas, amenazas, insultos y tergiversaciones torticeras de la verdad. Y es que sus principales líderes se mueven a su gusto en el lodo político.

Mirar a otro lado ante su progreso, despreciar a sus seguidores u obviar a sus líderes solo contribuye a que un fenómeno que socava a la democracia crezca exponencialmente.

A pesar de mostrarse como un partido con un fuerte ideario monolítico, es capaz de una gran flexibilidad y volatilidad, a la hora de modificar su discurso. De ahí que algunos estudiosos lo hayan considerado como un “partido en construcción”, por lo que los intentos para definirlo chocan con esas características de su discurso.

El ideario de VOX lo componen sus diferentes programas electorales y, especialmente, las diletantes declaraciones de sus líderes, de forma que la cúpula controla el partido sin fisuras. Ya que aún no ha llegado a desarrollar unas teorizaciones ideológicas, ni dispone de intelectuales propios o afines que lo hagan, su ideología se reduce a una serie, más bien limitada, de ideas, fáciles de adaptar a su uso en las redes sociales, que se han convertido en el canal esencial de difusión de su discurso.

En estos ámbitos, la extrema derecha y VOX se mueve con gran agilidad y le sirve para plantear activamente sus batallas “culturales”, en contra de la violencia de género, el colectivo LGTBI, la inmigración o el feminismo.

feminismo

Estas batallas culturales son, en realidad, su forma de desplegar entre la opinión pública su ideología, por medios políticamente muy rentables. Pero las redes también le sirven para no depender de los medios de comunicación tradicionales para llegar a sus seguidores y simpatizantes, e interactuar directamente con ellos, sin cortapisas ni censuras, excepto alguna tibia actuación de los administradores de esas redes que, hasta ahora, han consentido casi todo en la difusión de ese discurso de odio.

Todas estas características (jerarquía vertical, escasa ideología y alta penetración en redes), le han permitido mantener un discurso caracterizado por la flexibilidad, volatilidad y acceso social. El éxito de la extrema derecha se debe a que mantienen una estrategia de comunicación férrea, que se centra en lo que ellos denominan la “batalla cultural”, que les proporciona notoriedad e incrementa su audiencia.

Las batallas culturales se plantean con un lenguaje peyorativo, con insultos y afirmaciones guerracivilistas. Siempre se enfrentan a un enemigo, interior o exterior, que sirve como “chivo expiatorio” de todos los problemas de la sociedad. Estas batallas no están destinadas a derribar al gobierno, sino a desgastarlo y preparar sus marcos mentales e ideológicos para la sociedad post-pandemia. De ahí que el discurso se centre siempre en presentar al oponente como el culpable de todo, ligándolo a conceptos como retraso, improvisación, mala gestión, etc., señalando por ejemplo que el gobierno es el culpable de la crisis, o que fomenta unas medidas de ocultación y conspiración.

Así, en el entorno de VOX ha surgido repetidamente la noción de que el gobierno es culpable de la pandemia, por su falta de acción. El objetivo es salir de la crisis más fortalecidos y, al mismo tiempo, señalar que se trata de un gobierno en el que no se puede confiar y completamente agotado. De este modo, la extrema derecha se presenta como una alternativa que defiende el orden y representa la fiabilidad. También permite a la ciudadanía expiar sus pecados por haber escogido un gobierno incapaz, por haber “votado mal”.

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