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Lo que nadie te dice del “sexting”

Todos hemos escuchado del sexting, pero ¿Realmente conocemos todos los peligros que implica?

Junto con la globalización y la difuminación de fronteras debido a la transformación digital, han surgido diversos fenómenos como el ghosting, del que ya hemos hablado en apartados anteriores, pero… ¿alguien sabe qué es el sexting?

Si bien la mayoría de las personas practican frecuentemente esta forma de conversación, pocas se encuentran familiarizadas con el término y todo lo que esto implica, al igual que los grandes riesgos que conlleva.

Ahora bien, su nombre es un acrónimo de “sex”, es decir, sexo; y “texting” de escribir mensajes, que hace referencia al acto de enviar mensajes, fotos o vídeos de contenido erótico y sexual personal a través del móvil mediante aplicaciones de mensajería instantánea o redes sociales, correos electrónicos u otro tipo de plataforma de este tipo.

Aunque para los hispanoparlantes este concepto es muy reciente, realmente se usó por primera vez en 2005. Sin embargo, ha estado sujeto a una evolución natural del intercambio de mensajes sexuales junto al desarrollo tecnológico.

Esta práctica tiende a realizarse de manera muy íntima entre dos personas, a pesar de que existe el riesgo de que pueda llegar a manos de muchos otros usuarios si no se respeta la privacidad de la otra persona.

Y eso, desgraciadamente, es bastante habitual. De ahí viene la mala fama que tiene, porque al ser una de las cuestiones más comunes y más aún debido a la distancia que puede haber entre ambas personas; todavía hay ese peligro implícito.

El lado oscuro del sexting 

Parece que mucha gente obvia un detalle tan fundamental —y desde mi perspectiva, lo más temible—, en el momento que una imagen o un vídeo abandona nuestro teléfono, perdemos el control sobre ello.

Una vez se ha enviado cualquier archivo multimedia, no podemos saber qué usos le dará la persona que lo recibirá y es allí donde se activan las alarmas.

En un principio podría suceder que cualquiera podría difundirla y compartirla con otras personas sin nuestro consentimiento, con todas las consecuencias que esto puede acarrear.

No solo se habla en materia legal, sino los efectos negativos que esto tiene sobre la vida personal de la persona que es expuesta.

Dado que el sexting es una práctica habitual tanto entre adultos como menores, los riesgos que alberga no son pocos; desde esa difusión sin consentimiento a terceros, hasta casos de sextorsión (chantaje a través de este tipo de contenidos) o desarrollo de trastornos psicológicos.

Así que el gran problema del sexting es que, al enviar material con contenido sexual por internet, se pierde el control sobre la difusión del mismo y puede volverse viral fácilmente.

Mucha gente envía fotografías o videos privados a sus parejas, pero en caso de que se termine la relación y alguna de las personas desee publicar el material, las repercusiones serían gravísimas para la otra persona involucrada.

Sin embargo, también se está expuesto a otros riesgos, como que haya robo o perdida del dispositivo, al igual que puedan hackearlo y reenviar dichos mensajes por error o por broma, entre otros.

Un monstruo del internet es la sextorsión, pues este término alude al “chantaje” sexual que aparece en todas la edades y se combate sin duda con menos herramientas y más miedos entre los menos maduros emocionalmente.

Es utilizado para conseguir que la persona realice lo que su extorsionador le pida, a cambio de no contar nada de lo sucedido. Lo cual tampoco suele respetarse, pues la palabra de un chantajista no tiene valor.

Aquí te decimos lo que nadie te cuenta

Debemos concientizar y promover el cuidado de la privacidad como internautas que somos, no solo explicando los posibles peligros que uno afronta al practicarlo, sino también saber cómo proceder cuando recibimos algún contenido sexual de un tercero.

No podemos fomentar el sexting ni participar en su difusión, porque la mejor reacción es cortar con esa cadena: eliminarlo, denunciar la publicación y encarar a quien se esté encargando de esparcirlo.

Es recomendable contactar, si es posible, con quienes estén difundiendo los contenidos e incluso con quienes los hayan recibido para evitar que se sigan enviando y pedir su eliminación; ya que esto puede ser considerado un delito y penado por la ley.

Si bien nuestro objetivo no es satanizar esta práctica, es necesario resaltar que nadie debe llevarla a cabo por coacción o presión social. En caso de que no te sientas seguro/a, ¡no lo hagas!

Por otro lado, no podemos olvidar que el apoyo psicológico es importante para las personas que han sido vulneradas de esta manera, pues, las consecuencias derivadas por este tipo de prácticas son graves, que afectan la estabilidad emocional, la autoestima y la salud mental.