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El kanato ecuatoriano

El Guille Kan parece estar empeñado en hacer todo lo posible por destrozar lo que sería un kanato ecuatoriano. El pueblo está siendo víctima de sus políticas y vive asfixiado sin remedio.

Un kan controla un kanato, en cambio, el Gran Kan vendría a ser algo así como el jefe supremo de todos los kanatos. Las personas más famosas que han poseído el título de kan han sido Gengis Kan y su nieto Kublai Kan. El primero fundó el Imperio mongol, y el segundo la dinastía Yuan en China. El último en utilizar el término fue el último emperador de Mongolia, Bogd Kan. Claro que eso era allá por los siglos XIII – XIV.

Personajes para celebrar, otros para olvidar

Han transcurrido más de seis siglos, y ahora se alza como kan del Ecuador -ese minúsculo kanato sudamericano- el poco amado Guille Kan. Sin embargo, a diferencia de los carismáticos guerreros y conquistadores asiáticos que construyeron imperios a sangre y fuego, este no tiene el carisma ni el honor de aquellos.

Está dedicado a sangre y fuego a destruir el kanato que le ha tocado dirigir desde que compró el derecho a sentarse en la silla de los antiguos gobernantes –grandes políticos y administradores, verdaderos estadistas-, entre los que destacan Eloy Alfaro, Velasco Ibarra, Carlos Julio Arosemena Tola -y su hijo Carlos Julio Arosemena Monroy-, Rodrigo Borja y Rafael Correa Delgado. Eso sí, también han habido, al menos en la historia reciente, especímenes tan nefastos como Hurtado, Febres, Bucaram, Alarcón, Mahuad, Gutiérrez, Palacio y Moreno. Estos últimos, aunque han sido lo peor que le ha podido ocurrir al otrora glorioso Reino de Quito, han sido superados en todo lo malo que pudieron ser por Guille Kan.

Las atrocidades de Guille Kan

Guille Kan gobierna vanidosamente con un despotismo plutócrata forjado a sangre y fuego con las muertes de los ciudadanos. Primero en la pandemia, después por las matanzas carcelarias, sicariatos y feminicidios que a diario suceden en todo el territorio. La violencia también se desarrolla por los que escupen las armas. Aquellas que el pueblo entregó a las fuerzas armadas y a la policía para ejercer seguridad interna y externa.

Por desgracia, hoy se usan para reprimir la protesta social del pueblo. Ese que sale a las calles a mendigar educación, trabajo, salud, medicinas, servicios públicos y sobre todo dignidad. Cada día que pasa, dicha dignidad va siendo arrebatada a todas y todos a grandes dentelladas. Estas son propinadas por los demonios convocados por Guille Kan, para que lo adulen a cambio de repartir el poder a unos cuántos sátrapas. Con tal de ver crecer sus arcas personales, dejan morir de hambre a los hombres y mujeres cuyas almas primero, y sus cuerpos después, son consumidos por la desidia, el olvido, y por la falta de recursos económicos. Mientras, aquellos “ministros de la barbarie” se enriquecen con la desgracia del pueblo.

El progreso que no llega

Mientras el mundo civilizado avanza hacia la transportación en vehículos eléctricos, de hidrógeno y electromagnéticos, aquí poco nos falta para volver a las cabalgaduras y a los carromatos arrastrados por mulas. Esto es así, principalmente por el exceso de precio de los combustibles, el deterioro del PIB y el del ingreso per cápita. Ya sin mencionar la destrucción de las vías, carreteras y autopistas que se construyeron en la “década ganada”. ¿La razón? Fueron abandonadas, primero por el nefasto Boltaire, y ahora por Guille Kan.

Muchas víctimas, muchos gritos

Desde Atahualpa, Rumiñahui, Daquilema, Cacuango, Amaguaña y los hermanos Alfaro, hasta los muertos del 15 de noviembre de 1922, junio de 1959, los del octubre glorioso de 2019, mayo de 2021 y los recientes de junio del 2022. Desde los presos políticos Glas, Romero, Mera, los exiliados Patiño, Rivadeneira, Viteri y Alvarado, hasta el siempre perseguido e injustamente sentenciado “mejor presidente del Ecuador”, Rafael Correa Delgado. Son muchos los gritos y clamores de quienes fue derramada su sangre.

También se cuentan las lágrimas de quienes injustamente han sido perseguidos y encarcelados, presos de la injusticia y víctimas del lawfare. Son aquellos que están dejando sin dormir a Guille Kan, quien como única respuesta a su incapacidad y oprobiosa perversión, no encuentra mejor respuesta que, después de cinco años, seguir diciendo que la culpa la tiene Correa. Y eso que hasta ahora las únicas obras que ha inaugurado han sido las que construyó el Gobierno de la Revolución Ciudadana.

En conclusión

Guille Kan tiene sus días contados en su kanato. Al igual que Gengis murió al caerse de su caballo y Kublai hizo lo propio al caer en una gran depresión, el Guille se caerá pronto del caballo de su arrogancia. Además, esa gran depresión lo llevará a la muerte política y a ocupar un destacado lugar en el gran basurero de la historia.