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¿Abstención como arma política?

Este escrito no pretende convencer a nadie sobre qué debe hacer en los próximos comicios electorales. Tampoco es una crítica a los abstencionistas, ni pretende dar lecciones de nada a nadie. Es una reflexión sobre la abstención y sobre las consecuencias que creo puede tener esta opción en el contexto actual. Una manera de contextualizar la sociedad actual, las condiciones de las mismas, e intentar entender de qué manera afectaría la abstención de cierta parte de la misma.

El próximo 28 de abril, más de 36 millones de personas estamos llamadas a acudir a las elecciones generales del Estado. El panorama político se presenta calentito, nadie se salva. Las personas, siguen pasando hambre – según el informe de la FAO, en España hay alrededor de 600.000 personas en situación de inseguridad alimentaria grave; Sin embargo, según la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales el hambre afecta a más de un millón de personas en España-.

Aún así, somos nosotros, la sociedad, la que sigue pagando la mal llamada deuda pública de 60.060 millones de euros que no generamos nosotros. Y por si eso no fuera suficiente, siguen los desahucios -datos facilitados por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) cifran en más de 70.000 los desahucios realizados en 2018-. Seguimos aceptando trabajos precarios par poder sobrevivir, mientras los políticos del Régimen del 78 se afanan en proponer y aprobar medidas que no hacen más que endurecer nuestras condiciones de vida.

Ningún partido político ha estado a la altura, no por lo menos de una manera completa. Unos por interés, otros por no querer, algunos por no poder y otros pocos porque “no les han dejado“. La cuestión es que seguimos igual de jodidos y nadie ha conseguido cambiarlo.

Y aquí nos encontramos, apenas tres semanas para las elecciones generales.

Mucha gente dice que votar es un derecho, pero algunos olvidan que es un derecho que conlleva una gran responsabilidad. Por un lado, vivimos en un sistema en el que nuestra participación en la “democracia” se limita a votar cada cuatro años y nos tenemos que conformar con eso -institucionalmente hablando, claro-. Y por otro lado, está la realidad de cada pueblo. En Cataluña por ejemplo, la situación es diferente a la que vivimos en el País Vasco, o la que viven en Andalucía.

Esto nos invita a hacer una profunda reflexión a la hora de abordar la próxima cita electoral, ya sea para acudir o no. Porque la abstención también es una opción, ¿o no?

En Euskal Herria se está haciendo una campaña a favor de la abstención “porque tenemos memoria, la Abstención como arma política” y esto ha creado debate, sobretodo en las redes sociales. Este debate suele acabar en reproches y enfados entre personas que hasta hace poco luchaban juntas en la calle.

¿Abstención como arma política?

Pero, ¿cómo se usa la abstención como arma política? Si la entendemos como no acudir a votar y ahí acaba, nos limitamos a un suicidio social, por lo menos para la izquierda. El único resultado sería la pérdida de votos de la izquierda, porque bien sabemos, que la derecha nunca se abstiene.

Aquí hemos vivido diversos procesos de abstención, como cuando se realizó el referéndum del Estatuto de Gernika el 25 de octubre de 1979. La Izquierda Abertzale, en aquel entonces Herri Batasuna (HB) se abstuvo. Más o menos el 20% de la ciudadanía de Euskadi no votó, se abstuvo. ¿Qué se consiguió? Nada, si el objetivo era que el Estatuto no saliera adelante. ¿Por qué? Porque como bien se ha comentado antes, la derecha siempre vota.

Este ejemplo era referido a la aprobación, o no, de un Estatuto en Euskadi – con una población de 2.172.591 personas- . Traslademos la situación a unas elecciones generales estatales -con una población de unas 46.549.000 personas -. ¿Creéis en serio que la abstención es práctica? Dicho de otro modo, ¿cómo se va a conseguir con la abstención -quitando votos a partidos que promueven políticas sociales- cambiar nuestra situación actual?

No, esto no es “que viene el lobo“, no es una manera de asustar para ir a votar metiendo miedo con que no nos gobierne el Trifachito. Es una realidad. Porque la realidad es que la sociedad está parada, dormida… no salimos a la calle.

La hartura de las personas es totalmente entendible. En Euskal Herria por ejemplo, el mes que viene hará un año del fin oficial de ETA. Políticamente hablando, parte de la sociedad se siente “vendida” y engañada -me refiero sobretodo a la Izquierda Abertzale- se sienten vendidos y culpan de ello a la representación política, al oficialismo.

¿Y luego qué?

Ese cansancio y esa decepción son uno de los grandes motivos de la campaña de abstención que se está haciendo. He intentado entenderlo y verlo como opción, pero me falta la segunda parte. ¿Y luego qué? Y a esa pregunta, nadie me contesta. No hay un proyecto que haga que la abstención sea un arma política.

¿Por qué? ¿Creéis, realmente, que con la sociedad actual se puede hacer un cambio estando totalmente fuera de las instituciones?

En 2008, la izquierda abertzale pidió la abstención como “gesto de rebeldía” y “plante al Estado español” ante el “déficit democrático“. Yo voté, aún estando de acuerdo con lo que se exponía, aún lo pienso. No concibo estar bajo las leyes de un Estado y no tener voz, no quiero que lo tengan más fácil. Quiero que escuchen lo que no quieren escuchar. Y quiero que haya opción política para políticas sociales.

No veo factible abstenerse, al igual que no veo factible votar y dejarles hacer. Si realmente queremos cambiar las cosas, debemos mover el culo. Hablando en general -y aún sabiendo que no os va a gustar- no estamos a la altura o no lo estamos demostrando por lo menos.

No podemos limitarnos a votar y a esperar. Ni a no votar y esperar a que las cosas cambien. Para cambiar lo que no nos gusta, debemos usar todas las herramientas de las que dispongamos, aunque estas sean parte del sistema que queremos destruir.