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Ángel de la Cruz: “La democracia no es armonía, es confrontación de ideas y proyectos”

Durante los últimos meses se ha producido una polarización social en España. El discurso político, marcado por la organización de extrema derecha VOX, ha calado en buena parte de la sociedad, gracias a un apoyo de la mayoría de los medios de comunicación del país gobernado en coalición por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidas Podemos (UP).

elestado.net ha entrevistado a Ángel de la Cruz, Responsable de Estrategia política de IU, para conocer el punto de vista de una de las fuerzas principales del ejecutivo sobre el papel de los medios, y el impacto social que tienen en la realidad cotidiana de los ciudadanos.

¿La atención mediática a los líderes de Unidas Podemos se enmarca dentro de la libertad de prensa?

Todo lo relacionado con el particular trato de los medios de comunicación al espacio de Unidas Podemos hay que situarlo en un marco general más amplio y, seguramente, más definitorio a la hora de entender dicho trato.

Ese marco es el de la estrategia de acoso y derribo al Gobierno de coalición desde el primer minuto. Los poderes mediáticos están estrechamente ligados con los poderes económicos y estatales: en sociedades tan mediatizadas como las actuales en cierto modo ejercen, en ocasiones, como “vanguardia” del bloque de poder.

A la hora de analizar la selectividad estratégica del Estado, Jessop sitúa a los medios de comunicación como un elemento ineludible. Están en su derecho y de poco sirve pedir deontología, profesionalidad o rigurosidad.

Sí habría que pedir respeto a la democracia y a la soberanía popular. Tienen todo el derecho del mundo a aplicar de manera disciplinada una línea ideológica pero no a cuestionar el voto de la gente.

¿Considera que las informaciones de los medios de comunicación conservadores sobre Pablo Iglesias son ataques?

Hay una especial inquina por la persona de Pablo Iglesias, por lo que representa incluso en lo estético: para ellos siempre será un zarrapastroso cuya mera presencia supone un desafío, una ofensa. Sin embargo, lo más importante no está en su persona, sino en el espacio político que hay detrás.

Tenían que neutralizar la amenaza electoral y ahora la amenaza que supone el Gobierno de coalición: que quienes se fueron en la anterior crisis sin pagar la cuenta esta vez sí paguen como todos. Nada más y nada menos.

¿La llegada al gobierno de UP ha revelado un desequilibrio mediático en la correlación de fuerzas entre la oligarquía y los trabajadores?

Cuando se agudizan las contradicciones, las tensiones, saltan algunos resortes. Por norma general, la beligerancia de los poderes, entre ellos el mediático, es directamente proporcional a su sentimiento de amenaza.

Lo que llama la atención es que la amenaza temible sea algo tan modesto como cumplir los artículos sociales de la Constitución. Siempre lo supimos: el Gobierno tan sólo te permite un acceso a un porcentaje del poder del Estado.

Por lo tanto, no vale de mucho quejarse; lo que toca es construir contrapoderes democráticos y alterar esa selectividad estratégica del Estado, es decir la tendencia lógica a resolver los conflictos políticos siempre al servicio de las élites.

¿Qué dirían los medios de comunicación sobre el trabajo de Unidas Podemos en el gobierno si informasen de manera neutral?

Ni siquiera pedimos neutralidad, tienen intereses económicos e ideológicos legítimos. Bastaría con algo de rigurosidad desapasionada. En ese caso creo que no podrían decir mucho más de que tenemos un Gobierno de coalición.

El mismo intenta aplicar un programa socialdemócrata de rescate a la ciudadanía, con resistencias dentro del mismo a su aplicación y una oposición culturalmente dirigida por Vox, con lo que ello supone.

¿Cuál es la diferencia entre crítica y ataque?

La crítica siempre es legítima en democracia y diría más, necesaria. La democracia no es armonía, mucho menos la paz de los cementerios: es confrontación de ideas y proyectos, disenso, debate.

Sin embargo, el ataque y la persecución son cosas distintas que ningún sistema democrático puede tolerar hacia un actor legítimo como Unidas Podemos, que está ahí gracias al apoyo de la ciudadanía.

Los ataques no son sólo a sus dirigentes sino a todas las personas que de alguna manera forman parte del espacio, por ejemplo a través de una acción tan humilde como el voto.

¿Considera que se han usado las muertes por COVID-19 como arma arrojadiza sobre el Gobierno Progresista?

Durante la pandemia hemos asistido a un proceso preocupante que Guillermo Fernández en un artículo para la revista laU definió como “venezuelización”. El escoramiento de Vox hacia posiciones directamente antidemócratas arrastró al PP y ambos traspasaron líneas rojas hasta entonces inimaginables.

En la gran mayoría de los países, empezando por Portugal, vimos a la oposición ocupar posiciones de responsabilidad, unidad y patriotismo: los intereses del país por encima de los intereses partidistas, tan mezquinos en plena pandemia mundial.

Aquí no y obedece a causas estructurales y coyunturales: la estructural tiene que ver con la matriz de la derecha española y las coyunturales con un intento de evitar un cierre de filas en torno al Gobierno.

En los anales de la historia quedará un episodio vergonzante en el que los trabajadores estaban salvando vidas y jugándosela para que el país no se parara mientras la oposición ponía el cazo.

¿Cree que los medios de comunicación están favoreciendo la polarización del escenario político y social?

Los informativos y especialmente las tertulias políticas son rehenes de los códigos mediáticos que funcionan: la bronca, el conflicto y un enfoque épico que hace de cualquier suceso un acontecimiento apocalíptico.

Esta narrativa es aprovechada principalmente por la extrema derecha, que se nutre de la neurosis y la conspiranoia. Así, se da la paradoja de que los medios de comunicación piden consenso mientras refuerzan los marcos que imposibilitan ese consenso. La economía de la atención.

¿Qué opina del trato que esos mismos medios le dan a la oposición?

Hace unos días vimos un ejemplo paradigmático. Espinosa de los Monteros mandó al psiquiátrico a un periodista de TVE y la APM en un comunicado en el que al final acabó echándole la culpa a Pablo Iglesias.

Gramsci decía algo así como que no tenía mucho sentido lamentarnos cuando un adversario nos ataca porque lo propio del adversario es hacernos daño.