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Ataques externos y errores propios, análisis de la figura política de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias ha tenido que soportar una incesante e intensa campaña mediática en su contra, que convierte en hipérbole un malentendido, que exagera hasta el límite cualquier proceso judicial aunque no existan pruebas que demuestren un relato sin base científica que, a base de exposición y repetición se convierte en realidad, que ha usado al Estado para generar fake news en contra del líder de la izquierda alternativa.

Todo ello ha creado un escenario en el que el líder de Unidas Podemos (UP) aparece como un villano que quiere su propio beneficio aunque ello suponga empeorar las condiciones de vida de la mayoría social, una variable que, atendiendo a las propuestas de UP -subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), ERTEs, Escudo Social, veto a las casas de apuestas, control del precio de las mascarillas y geles- se desmonta sola.

Sin embargo el líder de Podemos ha cometido errores que explican una constante pérdida de apoyos dentro del campo de la izquierda que no responden tanto a las manipulaciones informativas de los medios de comunicación, que, en España pertenecen en su mayoría al espectro conservador.

Tras llegar a la política exigiendo a IU que rechazase cualquier pacto con el PSOE porque los hoy dirigidos por Pedro Sánchez eran parte de la “casta” que integraba el “Régimen del 78“, hoy su formación gobierna con ellos.

Este “dónde dije digo, digo Diego” es permanente en la corta pero intensa existencia de Podemos, y produce un desgaste en su militancia y electores, porque la ilusión del principio en que era posible alcanzar, por fin, “lo nuevo“, decae en el manido “al final todos son iguales” que usa el neoliberalismo para desmovilizar a los votantes progresistas.

El análisis del primer Podemos, en concordancia con la Teoría de las Dos Orillas del tristemente fallecido Julio Anguita, sigue vigente, puesto que el PSOE no ha llevado a cabo un proceso de debate interno ni democrático por el que haya rechazado su reciente pasado neoliberal.

No tiene intención de volver a la fórmula original del artículo 135 de la Constitución, ni de eliminar su reforma laboral de 2010, dos cuestiones que son de vital importancia; puesto que la primera impide priorizar el gasto social por encima de la deuda privada, y la segunda mantiene a los trabajadores sin los derechos que disfrutaban antes de la crisis.

Pese a ello, Podemos claudica y une su destino político al mismo PSOE que rechazaba hace dos días, a la organización que, gracias a su poderío mediático, siempre ha realizado el abrazo del oso a sus socios menores, ya que tiene los recursos para que los errores se compartan y los éxitos aparezcan como suyos. A las nuevas encuestas me remito.

Otra cuestión que ha provocado muchos daños, sobre todo internos, es nacer pidiendo democracia interna. Podemos se fundó por la imposibilidad de hacer primarias en Suma: la gente primero, un intento de unidad de la izquierda muy mal dirigida por la IU de Cayo Lara.

Tras hacerse con la hegemonía en el espacio de la izquierda alternativa, el líder de la fuerza morada pasó a imponer candidatos en la mesa camilla de siempre que hasta entonces había criticado. A cada proceso las primarias fueron menos abiertas -sistema Borda- hasta que desaparecieron. La redacción del programa electoral se realiza sin la participación de las bases.

La militancia, cansada de procesos internos tan tutelados por la dirección que tienen el resultado decidido antes de la votación, se abstienen de tomar parte en ellos. Todo esto impide la activación de las fuerzas internas de Podemos, y consecuentemente se produce el fallo de sistema de la maquinaria electoral en la que se ha convertido Podemos, -no existe movilización en las calles.

A cada elección el espacio de Unidas Podemos se achica. Su imagen de representantes del 15M que tanto la impulsó en un primer momento se difumina por las dos cuestiones mencionadas anteriormente. Su personalidad novedosa que suponía una ruptura con todo lo anterior ha mutado en una conjunción de algunos de los peores errores de IU.

Gaspar Llamazares intentó convertir a IU en una maquinaria electoral como lo es el actual Podemos, con la misma tendencia a la baja, puesto que sin ostentar poder mediático, es imposible imponer las ideas-fuerza en el relato social. La hegemonía cultural es la que determina si el sentido común es la privatización para mejorar el acceso a los servicios, la monarquía como garante de la convivencia social, o el fascismo como una ideología a respetar en democracia.

Sin medios de comunicación con el mismo alcance mediático que el de los conservadores, será imposible ni siquiera poner en duda el actual sentido común impuesto por el Régimen del 78. Más aún cuando Podemos ha claudicado en posiciones vitales como República, Solidaridad Internacional, salida de la OTAN, Banca Pública, nacionalizaciones… por una cuestión de oportunismo electoral, por la inercia del “ahora o nunca” que encadena a la izquierda un cortoplacismo que impide cualquier ruptura en pos de cambio profundo de paradigma.

Julio Anguita lo entendió a la perfección, determinando que la movilización social permanente es necesaria para consolidar un polo de poder alternativo que sea capaz de sustituir al actual, el llamado Régimen del 78.

El sistema detenta el cuarto poder (mediático), por lo que la única alternativa para consolidar una alternativa es la movilización, no la dependencia de que los medios de comunicación en manos de la derecha, consideren dar unos minutos de tiempo a líderes progresistas para que sean atacados, impidiendo un debate calmado sobre propuestas políticas.

Antes de la esperanzadora irrupción de Podemos, las Marchas de la Dignidad eran capaces de poner en la calle a un millón de ciudadanos, se producían cientos de movilizaciones cada mes, una situación que las encuestas recogieron con una sostenida subida de la izquierda alternativa en la encuestas. Esa inercia casi consigue el sorpasso de Unidos Podemos al PSOE. Una vez que la movilización social fue abandonada, la izquierda alternativa ha vuelto a caer.

Las masivas y constantes movilizaciones consistieron en un pulso al Régimen del 78 que logró interpelar a la mayoría social, e insertar ideas-fuerza de izquierda en el relato, por lo que la hegemonía cultural estuvo en disputa. Se cuestionó la monarquía, se habló de la idoneidad de nacionalizar sectores estratégicos y de crear una banca pública, de llevar adelante un proceso constituyente.