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Balthus: repulsión y provocación en el Museo Thyssen

Inquietud, desasosiego, provocación, rechazo, repulsa.

Todos estos sentimientos, y algunos más, en ocasiones encontrados, son los que provocan la contemplación de las obras de este artista, Balthus. Si me acompañan en este recorrido por la fantástica exposición que nos ha brindado el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza les garantizo, eso sí, que no les dejará indiferentes.

Una muy breve semblanza del artista: Balthasar Klossowski nace en París en 1908, hijo de un artista polaco y de la gran Elisabeth Dorothea Spiro (Baladine), quien tras su divorcio unió su destino al de Rainer Maria Rilke, lo que facilitó en gran manera el desarrollo posterior y el éxito del ya conocido como Balthus. No solo hay que valer; también es importante tener padrinos.

Como artista, siendo absolutamente único y original, y por supuesto turbador, yo le veo ecos de, sobre todo La Tour, Piero de la Francesca y los italianos de la “cinquecento”, además de Poussin (a este lo ves hasta en Picasso -quien por cierto, le admiraba-), Caravaggio y Reindhart. Y el amigo de la familia y en parte maestro, Pierre Bonnard. Fue también amigo de Alberto Giacometti, en algo seguro le influiría.

Balthus, como esclavo de su época, pese a rechazar todos los -ismos del momento, no pudo evitar verse algo influenciado, creo yo, por el surrealismo, así como tampoco pudo sustraerse a ese realismo social centroeuropeo tan en boga en el periodo de entreguerras.

Vamos allá, no sin antes advertirles de que, pese a no ser santo de mi devoción, y de que posiblemente el artista era más laxo que la mayoría de nosotros en lo tendente a ciertas perversiones, el tipo era un autentico trabajador; tardaba muchísimo en cada uno de sus cuadros, los cuales respondían siempre a un complejo problema de elaboración, y se sabe, que aunque no se detecte a primera vista, le preocupaba enormemente la incidencia y la formulación de la luz en cada una de sus obras.

Vale, ya vamos.

La calle

A mi lado estaba el comisario de la exposición siendo entrevistado por un colega; él veía, aparte de la composición matemática y de otras conclusiones interesantísimas, ciertas tensiones sociales y un atisbo del nazismo, que yo al menos soy incapaz de reconocer, salvo que ese inquietante personaje central, trasunto de autómata, quiera ser una premonición del advenimiento de esa terrible doctrina.

Y lo que sí es evidente en esta la primera provocación de Balthus, es el asalto, la violencia ejercida explícitamente sobre esa adolescente de la izquierda ante la indiferencia del resto de los personajes.

A continuación, el escorzo inquietante de estas dos hermanas.

Thérèse rêvant

Es imposible no sentirse incómodo ante esta provocadora pintura, la adolescente abandonada, en una postura sugerente, casi impúdica, y si te aproximas casi puedes adivinar que la primera versión mostraba la vulva absolutamente explicita, tal parece que el blanco de su braga haya sido añadido con posterioridad.

Y además la gata (es así como se denomina en el país vecino el órgano sexual femenino), lamiendo el plato de leche.

Desde luego, creo que era un tipo raro.

Thérèse parece siempre ensimismada.

El salón

No puedes evitar cierto sentimiento de repulsa al conocer la tierna edad de las modelos, con las que convivía.

Incluso el siguiente bodegón que presentamos nos parece agresivo y turbador.

Ese cuchillo clavado en el pan, el tenedor, clavado también; el recipiente de cristal destrozado por el martillo, útil que no vemos de lado, sino en posición de poder volver a ser utilizado, y ese rígido paño acartonado que no tiene en absoluto la apariencia y la caída de una tela normal.

Mi amigo Antonio, ex de “El País”, que me acompañaba, y que es mucho más inteligente e introspectivo que yo, y que por otra parte adora hallar en todo una explicación, veía en él incluso una metafórica desfloración, máxime si reparamos, como me hizo notar, en que el cuchillo (y es cierto), mostraba rastros de sangre junto a la empuñadura.

La Partie de cartes

Para mí la joya de la exposición, con La Calle, y que afortunadamente podremos ver siempre en el mismo museo, al que pertenece.

Recuerda inevitablemente al cuadro de Georges La Tour, El tramposo del as de diamantes, pero mucho más inquietante, con ese escorzo imposible del tramposo (que en su origen sabemos era una mujer (o a mejor decir, una niña).

Más erotismo impúber y transgresión de normas. Nuestro artista no respeta ningún tabú. Insiste y se regodea, para nuestra incomodidad, en representar esa edad del despertar a la sexualidad.

No quiero hurtarles uno de sus paisajes, por respeto a ustedes lo incluyo, para que puedan opinar; a mí lamento decirles que no me dicen nada.

En 1962, su amigo Malraux ya le había nombrado director de la Academia, conoce a Setsuko Ideta, con quien tiene una hija y se casa al cabo de unos años.

Aquí la presento.

Balthus ya bastante menos incitador.

Su última época ya nos deja más indiferentes, aunque con la japonesa su paleta encuentra unos colores más brillantes (al parecer, siempre hizo sus pigmentos, hay que reconocer que el pintor era realmente un artesano).

Esta sí te inquieta un poquito…

Delenda est Moscardó.