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BIBER

Me consta que alguno de Vds. ha hecho caso omiso acerca de mi recomendación sobre la música de Biber.

Permítanme que insista. Este genial personaje fué anterior en el tiempo, y seguro que también precursor y modelo de, como diría nuestro admirado y añorado Fernando Argenta, “el viejo peluca” (Bach).

Y no exagero al tildarlo de genial, porque a este fenómeno barroco, reputado como un gran virtuoso del violín, se le ocurrió nada menos que emplear la scordatura (diferente afinación de las cuerdas), para su obra más famosa, las Sonatas del Rosario (Rosenkranz – Sonaten). Con ello consigue que las sonatas dedicadas a los misterios gozosos suenen de un modo mucho mas alegre y absolutamente distinto a los tristes dolorosos, para vibrar finalmente en los últimos gloriosos (hay que aclarar que compuso una sonata por cada misterio).

Con todo ello, mi recomendación no obstante hoy es para este CD que ven en la entradilla, que, aunque algunos duden todavía de la paternidad de su Misa de Salzburgo (ciudad en la que Biber trabajó y vivió, y en la que nunca estuvo Benevoli), creo tiene la ventaja añadida de incorporar además como primera pieza una fanfarria de Riedl muy similar a la archiconocida sintonía de Eurovisión de toda la vida, el famoso Te Deum de Charpentier que seguramente conmemoraba la victoria del mariscal de Luxemburgo en la batalla de Steinkerque. Muy bonito. Levanta el ánimo del más alicaído.

Yo soy agnóstico y un poco anticlerical, pero confieso que me emociono y me llegan estas cosas, así que háganme ya caso, por favor (espero que compartan mi entusiasmo en lo de Biber, en lo otro, por supuesto, que cada uno haga lo que quiera).

Para cerrar hoy el capitulo cultural me voy a tomar la libertad de recomendarles la visita, en el Museo de América de Madrid, a la exposición: “Al encuentro del Gran Espíritu. El Congreso Indio de 1898”. Tienen tiempo hasta el 4 de marzo.

Les cuento. En 1898, aprovechando la exposición Internacional de Omaha, quinientos indígenas fueron llevados a lo que se denominó Congreso Indio. Podemos colegir que fue una exhibición del triunfo de la “civilización” y del hombre blanco sobre los habitantes ancestrales de aquellas tierras que aún continuaban esquilmando. Cuesta imaginar el summun de la humillación que debió suponer para estos infelices seres humanos su mera presencia en este acontecimiento.

Afortunadamente el arte de la fotografía estaba de plena actualidad, y aquellos fotógrafos supieron captar en los cincelados rostros de estos indígenas, sus miradas mezcla de tristeza, incomprensión por lo que había sucedido en unos pocos años y por lo que estaban viviendo, vergüenza por su derrota, y a la vez orgullo de saberse diferentes. Realmente impresiona ver esas fotos. Pregúntense que les dicen. No vayan después de comer.

Y como no solo de pan vive el hombre, vamos ahora a lo importante: al “furbol”.

Lo siento por los equipos con rayas; la perfecta maquinaria blanca ha vuelto (creo).