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Blackbird: eutanasia y humanidad

Ser la película que inaugure la Sección Oficial del Festival de San Sebastián es un privilegio, y, a la vez, un castigo. Muchas miradas puestas en tu producto (una cola casi kilométrica que aparentaba ser demasiado larga para el Kursaal), con un público animado pero despierto y abierto a criticar ferozmente tu film. Por suerte para Roger Michell, el director, y para Sam Neill, el actor, que acudió en representación del reparto, la proyección de Blackbird fue todo un éxito con unos títulos de crédito con estruendosos aplausos.

Blackbird, traducida al castellano como “La Decisión“, es una cinta tremendamente costumbrista, al igual que su predecesora (es un remake), y, por lo tanto, tragicómica. En este caso, consigue que la comedia y el humor funcionen a las mil maravillas, intercalándose con un drama que, por momentos, consigue reflexiones profundas y de gran valor. Precisamente, contar temas tan personales y del día a día es lo que lleva al espectador a empatizar sobremanera con lo que está viendo. Porque, como dice Sam Neill en su paso por la rueda de prensa del festival,  “hay algo que todos entendemos sobre la familia, sobre sus virtudes y defectos, porque todas tienen disfuncionalidades“.

El adjetivo que mejor se adecúa a la historia que se cuenta en Blackbird es, sin duda alguna, “humana“. Y esto ha estado en la mente de Michell durante todo el rodaje: “Creo que cualquier película que te haga pensar y reflexionar, es necesaria. Es importante que el cine realice una labor social y filosófica para sacar temas importantes“.

En esta ocasión, el tema principal de la cinta es, al igual que en obras como Million Dollar Baby, la eutanasia. Sin embargo, la brillantez y el valor de esta película no es la reflexión sobre el suicidio asistido, sino mostrar a una serie de personas, conectadas entre sí por sangre o afecto, relacionarse entre ellas. Realzar que dos hermanas pueden ser muy dañinas la una con la otra, y, a la vez, llegar a acuerdos y quererse incondicionalmente. Enseñar que lo más importante es el amor hacia los demás, en cualquiera de sus vertientes.

Sam Neill (izquierda) y Roger Michell (centro) en la rueda de prensa del festival.
Sam Neill (izquierda) y Roger Michell (centro) en la rueda de prensa del festival.

Roger Michell afirma que “la película toca ciertos temas relevantes y actuales, pero no necesariamente realizo una reflexión sobre la cuestión, sino algunas de sus vertientes, como por ejemplo, cómo el aumento de la esperanza de vida hará incrementar la eutanasia en las personas mayores“.

Y, en cierto sentido, lleva razón. Porque no enseña una moraleja al final de la cinta, diferenciando el bien del mal, sino que muestra a los personajes como lo que son, falibles, emotivas y complejas. Todos toman decisiones por sus propios motivos, y todos ellos cometen errores y aciertos que moldearán el carácter de los demás.

Como dice el director, “hay mucho humor en el día a día. Por eso mismo, la película destila verdad“. La comedia hace de contrapunto a un drama que te deja exhausto y te permite recobrar la esperanza y la alegría en el costumbrismo. El público rió a carcajadas, porque, al igual que el drama, el humor apela a zonas profundas y concretas de nuestra vida diario, y, por ende, podemos identificarnos con esas situaciones.

Pero, sin ninguna duda, lo que eleva esta película por encima de su predecesora, es el enormérrimo reparto que posee. Sam Neill aduce que “todo el reparto quería aportar. Ninguno de nosotros había visto la cinta original (sin acritud), sino que cada actor quería tomar sus decisiones y no replicar a los originales. Es un reparto con mucha clase. Yo no la he visto por si el actor que daba vida a mi personaje es mejor que yo“.

Ciertamente, Blackbird está plagada de grandes nombres, pero es el conjunto y la interrelación entre actores lo que da vida a las secuencias. Susan Sarandon hace una actuación excelsa, al igual que Kate Winslet y Mia Wasikowska, que vuelan muy alto con sus interpretaciones de hermanas. El mismo Sam Neill realiza un papel muy contenido y que deja mucha verdad, haciendo de padre y esposo con más luces que sombras.

Al ser preguntado sobre si cree en la afirmación de que los actores maduros lo tienen más fácil que las actrices con la misma edad, responde: “Me pones en un aprieto (risas). ¿No es maravilloso ver a una actriz (refiriéndose a Meryl Streep) nominada cada año para premios importantes? Hay algo al envejecer que te hace mirar diez años atrás y pensar que estabas mejor que ahora. Para mí, son reflexiones banales. Soy viejo y estoy encantado de serlo“. Desde luego, su papel respalda estas declaraciones, al igual que el de Susan Sarandon.

Probablemente, esta haya sido una de las mejores elecciones para la apertura del 67 Festival de cine de San Sebastián. Esperemos que el resto de proyecciones estén a este nivel o, por qué no, superior.