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Brasil: Jair Bolsonaro, entre lo neoliberal y la intolerancia

En los 5 meses de gobierno, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha desplegado los primeros pasos del trillado guión neoliberal y la ratificación de su discurso de odio.

Los ajustes neoliberales

Sus primeras medidas de ajuste y recortes, harto interpeladas por la opinión pública, han generado una pronta respuesta. Esta se ve proyectada en las últimas protestas del pasado mes, y por supuesto, en las encuestas que retratan también la perentoria insatisfacción popular.

Así, por ejemplo, en lo educativo, Bolsonaro enfrenta las protestas de los estudiantes universitarios. El pasado jueves se manifestaron masivamente en contra de los recortes al presupuesto para las universidades.

Otro sector que posiblemente se vea afectado, son los jubilados. La reforma a la jubilación es otra medida que está siendo bastante cuestionada. La ley de pensiones implica involucrar al sector privado y elevar la edad de jubilación, no obstante, Jair Bolsonaro no cuenta aún con el apoye suficiente desde el congreso.

El exmilitar ha optado por la confrontación directa con el poder legislativo, siendo este el dispositivo con el que ensaya lograr que la mayoría del congreso acceda a sus políticas, sin embargo, lo único que ha obtenido es un bloqueo total de sus pretensiones.

Para Jair Bolsonaro, el guión no puede salirse del margen de su orgullo, es innegociable pactar con los demás partidos (a quienes etiqueta de “vieja política”) para conseguir su aprobación a los proyectos. Esto puede dimanar en un seguro revés del gobierno. En efecto, la agenda política está en manos del congreso y la economía se estanca, y quien pierde es el país.

La nueva ley de jubilación es el puntal que pretende sostener la endeble programática económica de Bolsonaro, que aludiendo al esquema neoliberal, no escatima esfuerzos en su faceta de destrucción social; empero, al no aprobarse desde el congreso, se prevé una debacle por demás ineludible en los bolsillos del país.

Eso explica la detención económica por la que pasa el gigante sudamericano Brasil. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística la situación no es buena. En el primer trimestre de 2019, el PIB se redujo en 0.2 %, y  la tasa de desempleo aumentó a 12.5%. Lo que significa aproximadamente 13 millones de personas. A esto se le suman los rigurosos  ajustes fiscales, la precaria inversión pública y la disminución de la inversión privada. Sin duda alguna, el Brasil de Jair Bolsonaro está a unos pasos de la recesión.

Las relaciones internacionales

Por otro lado, como ya se preveía, las relaciones internacionales han tomado dos rumbos marcados, fortalecer la alianza con Estados Unidos y denostar al gobierno de Venezuela.

Las relaciones con Trump se enmarcan al criterio nacionalista y conservador, con tendencia al discurso de odio: misógino, homófobo y racista. “Esto es el comienzo de una asociación por la libertad y la prosperidad”, manifestó en su primer viaje como presidente al país del norte.

Del gobierno bolivariano, además de reconocer al autodeclarado Juan Guaidó como presidente interino, se ha mantenido tajante en apoyar directamente el golpe de estado. “Tiene que haber una fisura en la cúpula del ejército venezolano, hasta que eso no suceda, no acaba ese asunto”. Además acusa al gobierno de Maduro (a quien le llama “fantoche”) de sostener la cúpula militar involucrada en narcotráfico.

El discurso del odio e intolerancia

En relación al discurso de odio, el presidente de Brasil enfrentó una dura protesta de parte de activistas indígenas el pasado abril. La marcha obedecía a las invasiones a territorios indígenas y a las expresiones de intolerancia que vienen desde el gobierno.

Además, el exmilitar hoy en la presidencia, ha tenido discrepancias con el Tribunal Supremo de Justicia, al que ha sugerido que dicho aparato cuente con al menos un juez evangélico.

Esto se suscita, días posteriores de que el Tribunal Supremo de Justicia votara a favor de criminalizar la homofobia. Aquello también es otra batalla en la que combate Jair Bolsonaro, en la que si bien, el Estado es laico, el poder evangélico ha invadido lo público, no obstante, el TSJ al aparecer está exento del discurso de intolerancia.

A esto se añade el rechazo por parte del alcalde de New York, Bill de Blasio: “Tu odio no es bienvenido aquí”. A esa ciudad Jair Bolsonaro pretendía llegar el 14 de mayo con el objeto de recibir una condecoración de la cámara de comercio Brasil-EU, la misma que suspendió debido a las intentas protestas de activistas LGBTI e indígenas.

Recordemos que la campaña electoral de Jair Bolsonaro, estuvo plagada de intolerancia. Algunas de sus frases polémicas fueron aquella idea homofóbica donde prefería que un hijo muriese a que fuese gay, o la frase racista en la que manifestó que los afrobrasileños “ni como reproductores sirven más”,  y no podía faltar aquella idea misógina en la que dijo que una diputada brasileña no merecía ni ser violada porque ser “muy fea”.

Últimas encuestas no le favorecen

A pesar de la marcha a favor del pasado domingo, Jair Bolsonaro se enfrenta a un bajón en las ultimas encuestas. Según la encuestadora Datafolha, hasta abril, el 30% de los brasileños consideraron que su gobierno es malo, mientras que el 32%o lo consideraron bueno. Para mayo las cifras cambiaron según la consultora brasileña XP.  El 36% de la población cree que el gobierno es malo, el 34 % considera que es bueno.

En resumen, Jair Bolsonaro, se mueve entre una economía basada en un neoliberalismo retrógado, donde lo social recibe el peso de sus decisiones, y un discurso infestado de intolerancia a grupos históricamente oprimidos.