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¿Brexit para el bien del partido? ¿O Brexit para el bien común?

La dimisión de la Primera Ministra May, corrobora que la gestión de la salida de Gran Bretaña de la UE está siendo un verdadero caos. En medio de este “mar sin fondo“, de caídas y de dimisiones, encima, llega el juicio por mentir en campaña sobre el referéndum del Brexit, de su hasta ahora principal adversario -dentro de su propio partido- Boris Johnson.

May, ha aguantado “istriónicamente“, pero también se sabía referente de un sector de los conservadores que opta u optaba, ya se verá qué pasa a partir de ahora, por un Brexit pactado. Más allá de su fallido liderazgo, existen entre los Tories infinidad de intereses partidistas y de personalismos, entre los cuales destaca el polémico exministro de Asuntos Exteriores Boris Johnson. Intereses que si se analizan con atención, ayudan a entender que el debate sobre el Brexit para los conservadores se divide entre una cuestión de estado o una cuestión de partido.

Tampoco está nada claro que el Labour (Partido Laborista) disponga de una fortaleza interna capaz de afrontar la situación. Los titubeos de Corbyn por mantener firme la propuesta de un nuevo referéndum sobre el Brexit mientras soporta las presiones de sectores del partido que aprietan por llegar a un acuerdo con los Tories, ha abierto otra vez las heridas de las luchas internas que parecía haber amedrentado la innovadora irrupción de Corbyn.

Este panorama ha provocado un resultado escandaloso en las recientes elecciones europeas en UK. El partido del ultraderechista y populista Nigel Farage (Brexit Party) ganó las elecciones con un 31,6% de los votos, y le siguió con un 20,3% del Lib Dem (Partido Liberal), que sin duda, se ha erigido como el partido del no al Brexit. El Labour obtuvo un escaso 14%, y los Tories cayeron hasta la cuarta posición con tan solo un 9,1% de los votos, superado incluso por los verdes.

Por cierto, otra patata caliente para el gobierno británico será  la nueva y arrolladora victoria de los independentistas escoceses del SNP (37,8%) que continúan demandando un nuevo referendum para Escocia ya que Escocia sigue rechazando el Brexit con mucha rotundidad: votos a partidos favorables al Brexit, 28,2% de los votos en estas pasadas elecciones europeas contra el 61% de votos a partidos no Brexit.

¿Y entonces, dónde está el problema? 

Se concluye que el gran escollo sigue siendo la aplicación del backstop en Irlanda del Norte. La permanencia de una frontera abierta en Irlanda es importante ya que esto comportaría la libre circulación de mercancías y personas. Y hay que tener en cuenta que Belfast es un puerto marítimo importante para con los negocios con la totalidad de la isla irlandesa -el 25% de los flujos marítimos-.

La salvaguarda incluida en el pacto del Brexit, backstop, representa un símbolo sobre cómo se quiere salir en UK de la UE. El principal partido en Irlanda del Norte (DUP) se opone al backstop porque teme que a largo plazo se desequilibre la balanza de la gestión aduanera entre Irlanda del Norte y la República hacia el lado europeo. Los votos del DUP son concluyentes en muchos casos de las negativas del Parlamento británico al Brexit pactado propuesto por May. El resto de partidos también se dividen entre los que quieren un backstop sin temer a la consecuencias o los que sí las temen.

En resumen, tal y como el columnista Matthew Parris argumenta en su articulo Only Boris can bury Brexit, el debate político entre los Tories se divide entre los partidarios del no pacto (no deal) y los que quieren un no pacto dirigido (managed no deal). Y esto, no hay quien lo entienda. Porque al otro lado de este “mar de líos” tenemos a partidos y a buena parte la sociedad civil reclamando un nuevo referendum sobre el Brexit.

¿Y dónde está la solución?

Si analizamos ampliamente lo dicho hasta ahora, encontraremos que la campaña pro-Brexit ha sido manipulada por algunos, dirigida por unos pocos y utilizada partidariamente por otros cuantos. ¿Entonces, de qué legitimidad dispone el gobierno británico para apoyar este modelo de Brexit? Una respuesta a esto, que puede cohesionar enormemente la sociedad y los partidos británicos es la convocatoria de un nuevo referéndum.

De hecho, May, ofreció una convocatoria de un nuevo referendum a Corbyn, pero con la condición que el Labour aceptara su propuesta de Brexit.

En distintas ocasiones la sociedad civil británica ha salido masivamente a la calle para reclamar un nuevo referéndum.

El 75% de los electores más jovenes según The Guardian, desea quedarse en Europa. Y el dato más claro sobre esta demanda popular es la encuesta que publicó la prestigiosa fundación YouGov survey, de la cual, se extrae que actualmente el 56% de los británicos desea quedarse en la Unión.

Y en muchos debates de fondo en el Parlamento británico permanece viva la idea de un nuevo referéndum -aunque muy combatida por los Tories-.

El debate debería situarse entre el valor de las legitimidades de las propuestas –Brexit o referéndum- y en hablar de cómo la salida puede condicionar el futuro, más que en concluir categóricamente que hasta ahora todo se ha hecho correctamente -tampoco lo ha hecho bien la UE- y tirar adelante sin medir las consecuencias.