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Ciudadanos se desata: entre la caricatura y la crispación

Ciudadanos se ha desatado. Cuando parecía que las cosas se calmarían, partiendo de la base de que el ciclo electoral se había terminado, el partido naranja ha redoblado su apuesta por la crispación y ha vuelto ha ser noticia por su táctica, más que por sus propuestas.

En este caso, el conflicto se produjo entorno a la manifestación celebrada en Madrid con motivo del Orgullo LGTBI. Ciudadanos ya había tenido problemas la semana anterior en Valencia y en Barcelona, cuando se vandalizaron algunos de sus autobuses. En Madrid la propia organización había vetado su presencia, principalmente por los pactos que la formación de Albert Rivera había entablado con VOX, partido claramente contrario a los derechos de los colectivos LGTBI.

Pese al veto, una nutrida representación de Ciudadanos, encabezada por Inés Arrimadas, se presentó en el acto, donde tuvieron que ser escoltados por la policía como consecuencia de las muestras de rechazo que se encontraron. Ante esta situación, la formación naranja anunció que denunciaría a los organizadores de la manifestación por delitos de odio, una tipología que se creó específicamente para combatir casos como los de homofobia. Esperpéntico.

>>Ciudadanos, ¿la vergüenza del Orgullo LGTB «solo» por pactar con VOX?<<

El problema de fondo es que Ciudadanos no tiene programa político. Ni lo tiene ahora ni lo ha tenido nunca. Cuando fue creado en Cataluña, en 2005, su único objetivo era destruir el sistema de inmersión lingüística. Oficialmente se definían como un partido de centro-izquierda, pero a la práctica se presentaron con Libertas, partido de extrema derecha fundado por el irlandés Declan Ganley, que se presentó a las elecciones europeas de 2009.

Durante años jugaron al despiste, componiendo sus programas a partir de los redactados por otros partidos, copiando medidas tanto de unos como de otros. Cuando apareció Podemos, Albert Rivera se prestó a representar los intereses de las empresas del IBEX-35, cogiendo el guante lanzado por el presidente del Banco de Sabadell, Josep Oliu, que había expresado la necesidad de la creación de un “Podemos de derechas“.

En ese momento, el partido naranja viró explícitamente -en el discurso- hacia posiciones liberales. Hay que recordar, no obstante, que en todas las votaciones celebradas hasta entonces en el Parlament de Catalunya, Ciudadanos nunca había votado a favor de proyectos de memoria histórica, de reparación a las víctimas del franquismo, o incluso en propuestas de condena al régimen de Francisco Franco.

Con su presentación a nivel estatal, la formación de Albert Rivera aplicó los mismos principios que había seguido en Cataluña: la crispación como arma política y el plagio de programas electorales para la constitución de sus candidaturas. Además, con un estudio concienzudo de las redes sociales, Ciudadanos empezó a explotar esta nueva vía, que entre otras cosas otorgó la victoria a Donald Trump en Estados Unidos.

En esta ocasión fueron los movimientos LGTBI, pero la táctica no es nueva. En campaña electoral Ciudadanos se presentó en municipios catalanes -normalmente de algunos de los presos políticos o exiliados por el proceso independentista- o vascos. ¿Qué sentido tiene hacer campaña en poblaciones donde saben que no tendrán representación? Conseguir la foto y abrir el telediario.

El partido de Albert Rivera nunca ha conseguido votos por sus programas o por plantear soluciones distintas a los problemas de España. Ciudadanos consigue votos gracias a la publicidad gratuita que le brindan los medios de comunicación y las grandes empresas. Gracias a todo esto la formación ha aglutinado votantes de izquierda y derecha, a lo largo de su corta historia.

El problema, para Ciudadanos, es que parece que ha tocado techo. Su viraje definitivo a la derecha, destacando principalmente sus pactos con VOX, han cerrado una de las máximas del partido: la no especificación de su ideología. A partir de este momento, Rivera deberá competir por los votos con PP y VOX. Es probable que ahora se genere un combate entre las tres formaciones para ver quién se erige como el principal partido de la derecha española. La experiencia de Navarra es el futuro: la unión de PP y Ciudadanos en un único partido.

Mientras esto no pase, Ciudadanos seguirá intentando superar al PP en número de votos, consiguiendo así ser el socio principal de la futura coalición. Por este motivo el partido sigue crispando para ser portada pese a que ya no hay elecciones en un futuro próximo. El peligro es que, de tanto crispar, Ciudadanos puede convertirse en una caricatura de sí mismo, perdiendo toda credibilidad y, por ende, la batalla por la derecha.