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El clima político del “anticorreísmo” destruye el futuro legislativo de Ana Galarza

Ni el poder mediático pudo salvarla. Con las acusaciones de concusión, enriquecimiento ilícito, uso doloso de documentos falsos y tráfico de influencias empezó esta “tragicomedia” producida en la Asamblea Nacional desde los primeros días del 2019 que concluyó ayer, jueves 7 de febrero con la destitución de la asambleísta de la derecha ecuatoriana, Ana Mercedes Galarza Añazco.

Con 91 votos a favor, 25 en contra y 10 abstenciones, los parlamentarios destituyeron a una de las figuras en la que los opositores del correísmo avisoraban un buen futuro político, pero que se diluyó después de conocer el informe de minoría de la Comisión Multipartidista de Investigación, entregado por la asambleísta de la Revolución Ciudadana, Amapola Naranjo en la sesión #576 del pleno.

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Esta historia comenzó cuando Lenín Rodríguez, exasesor de Galarza, denunció que en el despacho de la asambleísta se generó un “concurso de delitos” entre los que se pudo verificar el uso indebido de la tarjeta electrónica de Carmen Alvarado Ulloa, asesora segunda de Galarza, quien cumplía funciones en territorio pero registraba 860 ingresos. Luego se descubrió que el que ingresaba con esa tarjeta al parlamento era Juan Francisco Sevilla, esposo de Galarza.

En el registro de asistencia de la asesora Carmen Alvarado se observó que su rúbrica era falsificada. Galarza nunca pudo desmentir esto pese a la ayuda y asesoría que recibió de connotados periodistas ecuatorianos que, a decir de varios colegas, hicieron un papel impresentable en defensa de Ana Galarza. Hasta periodistas como Simón Espinoza Cordero con más de 90 años de edad escribió en su Twitter que si Ana Galarza es culpable, él se cambiaría de sexo.

Cuando recién estalló este escándalo, en un careo que organizó el portal La Posta, el exasesor Lenín Rodríguez le manifestó a Galarza, que ella le había explicado que el sueldo del asesor 1 se lo dividían entre el asesor 1 (el señor Mayorga) y la otra mitad era para Francisco Sevilla, esposo de Ana Galarza.

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Siete días antes de su destitución, en plena entrevista de Radio Visión, Diego Oquendo (abogado de profesión pero periodista de oficio con más de medio siglo de trayectoria) le asesora a Galarza, al decirle que haga las denuncias de los ofrecimientos económicos que han recibido asambleístas para sacarla del parlamento. “Hágalo pero hágalo antes de la votación porque en la votación se está jugando su futuro político” le recomendaba el entrevistador.

Otra escena del papel de la prensa nacional en este desagradable clima político que se respira en el Ecuador, fue la entrevista de Janeth Hinostroza en Telemazonas a Lenín Rodríguez, quien fue sometido a un interrogatorio intimidatorio en una especie de fiscalía y juzgado mediático al mismo tiempo.

Tres meses atrás, la asambleísta Norma Vallejo, del bloque morenista de Alianza País, fue destituida por una denuncia de cobros indebidos a sus asesores luego del informe de la Comisión Multipartidista, conformada por los asambleístas Eliceo Azuero (BIN), Noralma Zambrano (AP) y Ana Galarza (CREO), quien fue criticada por el uso indebido de su posición, y la incapacidad de separar su vida privada de la función pública, al no contener su llanto para implorar el perdón de su esposo en la asamblea.

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Ese clima político, en el que se graban conversaciones secretas en el celular, se prometen lealtad pero filtran audios y una clase política que no representa ideologías ni principios se desvanece, el futuro político de varios protagonistas de esta “tragicomedia” que todavía no concluye, pero que deja algunas lecciones para un Ecuador que advierte que nunca hay que ensañarse con las personas que están en el banquillo, pero sí debe prevalecer la justicia.