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El colapso neoliberal en Ecuador y la lucha electoral por su reconstrucción

Un “error que costó la república”, frase que define la presidencia de Lenín Moreno en Ecuador. El gran artífice de esta jugada del imperialismo en América Latina ha sumergido al país en un colapso económico de consecuencias catastróficas en la población.

La pandemia azota y se encuentra un sistema de salud desarticulado, fruto de despidos masivos y destrucción sistemática del Estado construido por la Revolución Ciudadana. La vía electoral no promete más que una guerra mediática “sangrienta” y un fraude electoral cantado, y Rafael Correa enfrenta la realidad de un débil tejido con las organizaciones de base.

Claro, se dice fácil. Correa se permite la lucha electoral después de superar un ataque jurídico feroz, con las características del “lawfare” que mandó a Lula a la cárcel y sacó del poder a Dilma en Brasil. No lo dejan lanzarse de candidato presidencial, tal como hicieron en Bolivia con Evo. Con Cristina, en Argentina.

Los líderes latinoamericanos que alcanzaron su máxima transcendencia histórica en la época de UNASUR y Chávez, son segundos al mando en este continente con sus altas y bajas. Correa enfrentará los efectos de la opinión pública negativa (rechazo) de esta operación imperialista continental, pero debe encontrarse con los movimientos sociales, las organizaciones de base y los partidos políticos locales para la ruptura histórica.

Sacar al imperialismo de Ecuador es arrancar el sistema económico del país, dolarizado. Ecuador se entendió con la clase ladrona que tomó las instituciones para saquear al Estado nacional mediante las contratistas.

Esa clase se instaló en un par de ciudades y generó una burbuja de estabilidad de pocos meses, mientras la oligarquía preparaba sus cuentas en el extranjero y el gobierno de Moreno eliminaba el gasto público de la nación mediante la re-organización de la macroestructura con la visión neoliberal y caníbal del capitalismo.

El coronavirus ha quitado la sábana a los cadáveres en la calle en Quito. Los pobres mueren desvalidos. Los sueldos no alcanzan. Los hospitales llenos, los pasillos llenos. Los “malls” vacíos. El shock psicológico de un país que no termina de entender qué pasó en los años de Moreno, el gran estafador del “deep state” norteamericano.

La censura se cierne como niebla negra sobre los valientes y las heroínas. En el Ecuador de hoy se destila una paranoia no asumida, no conversada en el “engagement”. El clima es prebélico. Las traiciones no se les olvidan a los militantes del correísmo y sus partidos aliados.

Los acuerdos están por hacerse, y van a ser dolorosos. Parar la persecución a las voces disidentes, el espionaje electrónico no autorizado, la presencia del servicio secreto norteamericano en esta base disimulada de la inteligencia gringa.

El colapso concertado de Ecuador entre el gobierno corrupto de Moreno, el FMI, los oligopolios de petróleo y el gobierno de Estados Unidos. La fuga de capitales silenciosa del “sálvese quien pueda” desangra las arcas y asesina inocentes sin protección sanitaria ni atención social. Para el Estado neoliberal son datos, binarios.

En la estadística procaz del neoliberalismo la indolencia se traduce en numerar la realidad, asignarle un nuevo nombre al humano (sí/no). Por eso no son asesinatos sino daños colaterales. Por eso no es genocidio sino medidas necesarias en su uso de eufemismos para maquillar la mierda.

Las elecciones para Correa serán una tormenta mediática fundamentalmente en las redes sociales, con el proceso judicial caliente y los “honeypots” al día. Con la economía hecha trizas, pero las Fuerzas Armadas silenciadas con generales lacayos del imperialismo; siempre bolivarianas y sucrenses en el corazón.

El gobierno de Lenín no aguanta otra insurrección popular y lo salvó el coronavirus, de paso. La reconstrucción de la república sólo puede hacerse dentro de una política económica social, basada en las necesidades del pueblo y fruto del estudio científico.

Aunque se postule como vicepresidente, Correa juega un papel fundamental en el destino de Ecuador: la reconstrucción, que enfrentará el bloqueo de Estados Unidos como medida más ligera al detectar los avances progresistas necesarios.

La radicalización luce inevitable. Por eso el tiempo es ganancia para los presidentes latinoamericanos, esperando el vendaval de la crisis económica en su plenitud.

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