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Conceptualizando la realidad: entre el neo y el poscolonialismo

Dirigir la mirada hacía la historia y la sociedad moderna más que una opción es una obligación continua que deben tomar las ciencias sociales, los periodistas y todo aquel que se haga llamar ciudadano, además de reunir esfuerzos para crear modelos que sean útiles y asertivos para la comprensión de este momento histórico y así tener las bases para su dirección.

Es necesario abrir el diálogo sobre el capitalismo y la modernidad no sólo en las condiciones y factores de su surgimiento o recurrir a conceptos clásicos sin el método de la crítica, sino como un cuestionamiento complejo en donde cualquiera sea capaz de asumir que los principios en los que se basa la vida moderna están en una vertiginosa contrariedad.

Deberíamos ser capaces de vislumbrar las amenazas y peligros continuos, no sólo en lo cotidiano sino también en lo que la hegemonía pretende, una visión del devenir unidireccional y apocalíptica. Parecemos estar sumergidos en una época en la que la voz y la acción política es capaz de llegar a todos, donde la tecnología y la ciencia son los discursos y los medios necesarios para dirigirnos hacia lo que deseamos, un futuro utópico.

Frente a la idea de “Modernización”, así como la idea de la prevalencía de un Estado de derecho que legitima a un régimen político y económico en el mundo, se sobrepone un choque con la dinámica capitalista en la que a la par se vive. Por lo tanto, nuestro mundo está situado en una zona de conflicto de intereses a través de una violencia y crueldad cada vez más imperceptibles con el fin de legitimarse.

La violencia se disfraza, se extiende y se ha convertido en un eje de convivencia política y económica en los últimos tiempos. De ahí la urgencia de reflexionar sobre el tema de la violencia y específicamente en las violencias políticas y económicas puesto que transgreden a la organización y estructura de la sociedad.

A través de la idea de modernización, así como la de estabilidad y crecimiento económico, se legitiman procesos y fenómenos violentos sin importar la precarización de la vida humana. Todo ello mientras se vive una crisis en más de una esfera social.

Lo anterior hace consonancia al capitalismo contemporáneo, así como los regímenes políticos actuales. Los modos de vida modernos son capaces de entrelucir los elementos ambiguos del progreso y la idea de modernidad frente a la precariedad ambiental y ética.

Diversos campos han echado mano de conceptos para dar cuenta de procesos y fenómenos sociales. Es necesario abrir una brecha en los conceptos del “Neocolonialismo” y el “Poscolonialismo”. Bajo la lupa estos conceptos están cargados de materia e historia política.

Sobre el concepto “poscolonialismo”, hay una urgencia por reflexionar sus consideraciones, siguiendo a Ella Shohat, en su ensayo titulado “Notas sobre lo poscolonial”. Desde el punto de vista temporal, el concepto llama a una discusión profunda, pues debe marcar la situación, condición o estado actual preciso que demanda la época contemporánea.

El término es ambiguo, no sólo en la semántica, sino geográfica, histórica, institucionalmente e incluso dentro de la acción política. Lo post conduce a una falta de especificidad histórica, a una disolución de las distintas cronologías y es que nos rebasan los procesos históricos de las últimas décadas pues han provocado una serie de procesos muy complejos en la materia política pero también económica.

Lo poscolonial implica un relato de la evolución en el que el colonialismo sigue siendo el punto central de referencia. Hace irremediablemente alzar la vista al concepto de “colonialismo” y parece proponer que se ha sobrepasado ese estado, como si fuera una cuestión de un lejano pasado, haciendo una ruptura tajante, negando las cicatrices políticas, económicas y culturales que están en el presente no sólo como recuerdos sino como estructuras sociales activas,

En palabras de Shohat: Lo “poscolonial” pasa por alto, sin advertirlo, la persistencia de la hegemonía global bajo formas diferentes al dominio colonial declarado, incluso tras el fin de la Guerra Fría. ¿Qué sentido tendría, entonces, utilizar términos diferenciales cuando nos enfrentamos a problemas estructurales, incluso de larga duración?

Lo “neocolonial”, supone al igual que lo post, continuidades y discontinuidades, con la gran asertividad de poner énfasis en las nuevas modalidades y técnicas mecanizadas para colonizar. El término “neocolonialismo” orienta las relaciones de hegemonía geoeconómica de amplio alcance.

Mina la crítica de las estructuras colonialistas contemporáneas de dominación, más visibles. Implica el reconocimiento de la opresión como la posibilidad de resistencia. Pese a tal concepto hace falta abordar las diferencias políticas de América latina y México especialmente, como también exponer las particularidades de cada espacio geográfico.

El término “poscolonial”, en este sentido, encubre las políticas racistas y colonialistas de los pobladores blancos hacia los pueblos indígenas, no sólo antes de la independencia, sino también después de la ruptura oficial con el centro imperial, a la par que quita importancia al posicionamiento global neocolonial de los Estados con pobladores del Primer Mundo.

Menciona la autora y añade que la teoría poscolonial ha formado no sólo un espacio efervescente para los estudios críticos, e incluso resistentes, sino también un espacio de disputa, en particular en tanto que los especialistas de los distintos Estudios Étnicos se han sentido de algún modo desplazados por el auge de los estudios poscoloniales en los departamentos norteamericanos de literatura inglesa.

Las estructuras, bajo su misma condición tienen discontinuidades, pero en mayor medida existe la continuidad de aparatos, instituciones y mecanismos que legitiman, o por lo menos eso pretenden, legitimar el régimen económico a través de la violencia.

Somos conscientes que es un largo proceso a través del tiempo. No está por demás la revisión de los modelos clásicos, no perdiendo en cuenta los mecanismos y técnicas cada más sutiles y refinadas por parte de la hegemonía para llevar a la lógica de ganancia que se desarrollaron a finales del siglo pasado y que se están formando frente a nuestros ojos.

Sin perder también la oportunidad de denunciar, que aquello que sigue siendo una colonización en el sentido más bárbaro y sangriento no sólo se ponen en juego los sistemas contrarios al capitalismo, económicos y políticos, sino a dos sumamente importantes, la violencia y exterminio de la cultura subalterna, pero también la naturaleza, la violencia por y al obtener los recursos.

El termino de “Neocolonialismo” está en la palestra para denunciar las violencias Institucionales de las recientes décadas.

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