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El conflicto provocado por Fusaro como apertura a una nueva reflexión desde la izquierda

El pasado 26 de junio Esteban Hernández publicó en El Confidencial, una entrevista a Diego Fusaro. Como advertía Hernández, Fusaro, es un intelectual italiano, una de las voces “más polémicas de Italia, ya que ocupa una posición ideológica que aúna posiciones conservadoras y de izquierda“.

Tras dicha entrevista las voces más representativas (y las no tan representativas) de la izquierda española se hacían eco, casi de forma inminente, precoz, dando de este modo pie a un nuevo debate ficticio, casi forzado, sin capacidad argumentativa.

Los más activos en esta rencilla, como ya se esta convirtiendo en algo habitual, han sido los sectores más cercanos al errejonismo. No obstante, por suerte, siguen existiendo varios cronistas de la realidad escondida, con un poco de cordura frente al desenfreno progresista.

Daniel Bernabé advirtió, hábilmente, que los intelectuales Jorge Lago y Germán Cano, “quién más ímpetu han puesto en criticar a Hernández, (…) coincidiendo con Garzón en hablar de dinosaurios de la izquierda que flirtean con el neofascismo. Se diría que se querían cobra la pieza de Manolo Monereo“. Posteriormente el mismo Esteban Hernández escribiría un artículo, argumentado lo anteriormente anticipado por Bernabé, “sobre lo que discurre por debajo de los discursos, de las apariciones públicas y de lo que se cuenta en redes“.

Sin duda, de esto se trataba esta lucha. Por un lado, la confrontación de personalismos, la búsqueda de méritos y envidias personales y/o laborales. Pero en un primer término, y sobretodo, un choque deliberado para conseguir adueñarse del cetro de la izquierda española.

Tras las últimas entrevistas realizadas a Íñigo Errejón no se puede negar lo certero del incisivo artículo de Hernández en el que ya el encabezado afirmaba que “El líder de Mas Madrid está desarrollando un partido de ámbito nacional y su objetivo es jubilar a Iglesias“.

Pero en este batiburrillo de patio del colegio hay un hecho preocupante, algo que también logró advertir Bernabé, que “mientras que la ultraderecha da soluciones mezquinas a problemas reales, el progresismo se dedica o a ignorar esos problemas o a celebrar determinadas conquistas neoliberales como si fueran propias“.

Slavoj Žižek en 2016 escribió algo que viene a esta situación como anillo al dedo y es que en “la izquierda liberal (…) va de almas bellas que se sienten superiores al mundo corrupto mientras en secreto participan en él: necesitan este mundo corrupto, pues es el único terreno en el que pueden ejercer su superioridad moral“.

Esto y la nula capacidad autocrítica de los dirigentes de la izquierda en, prácticamente cuarenta años, empieza a hacer patente el peligro del que nos creíamos inmunes. Las políticas de la diversidad y la carencia de soluciones pragmáticas a problemas reales abren un nicho vacío que esta copando la extrema derecha. Es tan simple como comprender que la extrema derecha puede usar argumentos, que en primer término parecen de izquierdas, en el mismo momento que la izquierda abandona dichos argumentos. En ese preciso instante es cuando Fusaro y su relación con Casa Pound y los salvinistas son un síntoma y reflejo de lo que está sucediendo.

En España, por suerte, hasta ahora hemos podido salvar los muebles, pero no de forma magistral, sino “gracias” al fallido planteamiento de VOX, centrado en el conflicto independentista, la cuestión nacional y la corrupción del PP (“la derechita cobarde“).

Sin embargo, como hizo César Rendueles, cabe sin duda, advertir que hay motivo para alarmarse ya que “el auge de VOX a pesar de sus espectaculares limitaciones organizativas y discursivas muestra precisamente que existe espacio en España para que un proyecto de ultraderecha prospere“.

Uno de los puntos clave del ascenso de la ultradrecha en España, y en Europa, está siendo el antifeminismo. Frente a las posturas más radicales, como era de esperar, se están generando tiranteces. Han sabido encontrar los argumentos conflictivos de un sector del feminismo para defender, no el retorno del conservadurismo machista más rancio, sino la verdadera garantía de libertad y de igualdad.

Otro de los puntos clave de dicho ascenso es el de conseguir devolver a la palestra el problema de la migración frente al que la izquierda posmoderna y progresista (al no cuestionar dentro de sus paradigmas y programas el sistema capitalista imperante) no encuentra solución.

Por ello, antes de que sea demasiado tarde, antes de que sigan encontrando los nichos vacíos abandonados o conflictivos y puedan presentar un proyecto ganador, sin querer exonerar o condenar a Fusaro, desde la izquierda se debe comprender que en sus respuestas se ofrecen varias claves para comenzar a repensar.

El autor italiano afirma, de forma rotunda, que “la Unión Europea es la unión de las clases dominantes europeas contra las clases trabajadoras y los pueblos de Europa” y ¿acaso podemos negárselo o argumentar en contra? Europa es un proyecto fallido que debe ser reconstituido, no abandonado, pero sí reconstituido desde una perspectiva totalmente distinta.

Tampoco puede menospreciarse el planteamiento de la iniciativa de La Franja y la Ruta, la reflexión entorno a Rusia, etc. De no darse pronto este nuevo cambio de paradigma hacia nuevas discusiones, a poner el enfoque en soluciones reales, quizá aquello que parece molestar, la lucha de clases, ya sea algo finalmente perdido.