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Coronavirus: las casualidades que benefician a Donald Trump

Las armas biológicas no son una sorpresa ni un territorio desconocido para Estados Unidos (EEUU). A pesar de lo que nos quieren hacer creer sus agencias de noticias y sus ejércitos de opinares en la web, Estados Unidos posee un historial de investigación y desarrollo de armas biológicas tan avanzado, que incluso han sido probadas en diferentes zonas del planeta tierra.

El Dr. Francis Boyle afirmó en una reciente entrevista que “la pandemia del ébola en África occidental se originó en las instalaciones de NBS-4 de los Estados Unidos, localizada en Sierra Leona, y es posible que estuvieran haciendo pruebas sobre una vacuna que contenía virus de ébola vivo, y se la hayan suministrado a esas pobres personas“.

En cuanto a los CDC, han estado involucrados en todos los estudios científicos mortíferos sobre armas biológicas NBS-4 que se puedan imaginar. Según los registros públicos, durante la administración de Reagan, los CDC y American Type Culture Collection realizaron 40 envíos de agentes de guerra biológica de alto nivel a Saddam Hussein en Irak, con la esperanza de que los convirtiera en arma y utilizara contra Irán.

El problema es que cuando la guerra terminó, las fuerzas militares de los Estados Unidos recibieron la orden de hacer explotar las instalaciones de armas biológicas de Saddam Hussein, pero esa no es la forma de lidiar con este tipo de armas, por lo que estas contaminaron el ejército de los Estados Unidos, que fue el agente causal detrás del Síndrome de la Guerra del Golfo, que acabó con la vida de alrededor de 11000 soldados, e incapacitó a aproximadamente 100000 militares estadounidenses.

Es comprensible que la sospecha que circula entre varios académicos e investigadores apunte directamente a Estados Unidos como el autor del coronavirus, la pandemia global que afecta a la humanidad en este momento.

El objetivo es evidente, y se llama China. China, esta nación es centro clave de la economía mundial y el principal socio comercial de casi 130 naciones, eje central de los BRICS, (conjunto formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con contratos de 128 mil millones de dólares en proyectos de infraestructura y al lado de Rusia, las potencias militares del futuro.

Su desarrollo tecnológico en la red 5G y más importante, su capacidad real de instalarla y aprovechar al máximo su performance, han llevado a Estados Unidos a declararla “amenaza” contra su seguridad nacional.

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Pero esto palidece ante la guerra comercial desatada por Donald Trump en los ámbitos financieros, de impuestos y aranceles. Trump ha formado una muralla contra los productos chinos y ha volcado la economía de su país hacia un proteccionismo económico, bajo el slogan de “América para los americanos”.

Varias personalidades a través de los medios de comunicación han expresado duras palabras contra el Pentágono. El Dr. Boyle ha revelado que “el otoño pasado, el gobierno de Estados Unidos realizó un simulacro en la Universidad John Hopkins sobre el coronavirus“.

Este tipo de ejercicios, son un eufemismo para un juego de guerra. Las estimaciones indicaron que acabaría con la vida de 65 millones de personas…”. También se ha pronunciado el líder del Partido Liberal Demócrata ruso, Vladimir Zhirinovski, quién ha dicho que EEUU cuenta con varios laboratorios secretos cerca de China y Rusia, incluidos en Georgia, Kazajistán y Ucrania, uno de cuyos productos fue la gripe porcina H1N1.

Señaló que los estadounidenses desde hace 20 años intentaban crear un arma biológica contra los rusos, sin embargo, no tuvieron éxito y lo hicieron contra los chinos, ya que, desde el punto de vista económico, el gigante asiático es invencible.

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Concluye que el coronavirus es una tentativa para hacer sucumbir a China. A su vez, Igor Nikulin, el biólogo ruso y exmiembro de la Comisión de Armas Químicas y Biológicas de las Naciones Unidas, ha dicho que el coronavirus es el arma biológica de Washington para utilizarse contra sus enemigos, es decir China e Irán, y que COVID-19 es el cuarto brote de virus en China durante los últimos 20 años y eso no es accidental sino un plan diseñado.

Philip Giraldi, exfuncionario de la Agencia Central de Inteligencia destaca que distintos informes sugieren que los componentes del nuevo virus están relacionados con el VIH (virus de inmunodeficiencia humana), que no pueden “crearse por sí solos”.

Hay muchas evidencias que prueban que el COVID-19 no nació de forma natural, es decir, por medio de mutaciones, sino más bien fue cultivado en un laboratorio, posiblemente para servir como “un agente de guerra biológica”.

No descarta que EEUU podría haber “creado” al temido virus, en colaboración con Israel, en un intento por interrumpir el crecimiento económico y el poder militar de China. E Irán, que como “enemigo” de EEUU e Israel, es el segundo país más afectado por el COVID-19.

Ante estas declaraciones se consolida la tesis de un ataque epidemiológico de Estados Unidos contra China. Pero la razón es exógena (intereses comerciales, geopolíticos y estratégicos), y a su vez endógena. No me cabe ninguna duda que a la sociedad norteamericana le espera un estado de shock.

Lo confirma la poca transparencia de las informaciones acerca de lo que está pasando en el interior del país, las expresiones alarmistas de medios de comunicación pero sobre todo, la nula capacidad de respuesta del gobierno de Trump en la toma de medidas de control social que ya están tomando países como Cuba, Venezuela y China.

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El libre tránsito y su consecuente capacidad de exponencial el contagio parecen ser intocables y una materia tabú para la organización Trump. La economía capitalista ha llevado a precios inaccesibles para el 80% de la población los suplementos médicos necesarios para la prevención. El sistema de salud de Estados Unidos, en su mayoría fuertemente privatizado, no podrá combatir una pandemia en las clases más desfavorecidas del país.

La doctrina del shock ya le ha permitido instalar controles restrictivos a los norteamericanos que vulneran libertades básicas en su población, y recordemos tristemente la Patriot Act. Pero debo resaltar que detrás de cada medida de control se encuentra el miedo. El miedo de una sociedad que es continuamente espoleada a asumir la xenofobia como natural, a odiar al inmigrante.

La guerra simbólica contra los chinos le va a permitir a Donald Trump masificar la idea de un enemigo común en base al miedo a lo diferente que ataca “desde fuera”. Justo el clima de terror psicológico que necesita para las venideras elecciones presidenciales en ese país.

Basta analizar los reportes electorales para saber que las metrópolis de Estados Unidos no comulgan con la política de Trump. Su bravuconería, arrogancia y desprecio por los inmigrantes ha erosionado la imagen de magnate y hombre de negocios para instalar en la matriz de opinión pública la imagen de un político inestable e impredecible.

La promesa electoral de un resurgimiento económico se ha visto apalancada por el giro desde el neoliberalismo hacia el proteccionismo, con el Índice del Producto Interno Bruto subiendo en números pero que no se refleja en la calidad de vida del norteamericano promedio.

La avalancha de votos y la insurgencia de los demócratas, con una sociedad norteamericana hablando sin tapujos de socialismo, prendieron las alarmas en los think-tanks de Trump, aunque nunca sabremos qué clase de socialismo es ése, ni hasta dónde se puede hablar de socialismo en Estados Unidos.

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Pero que se converse el tópico sin temor a ser excluido o detenido por la autoridad parece ser el mayor logro de los demócratas. Donald Trump necesita desesperadamente conservar el poder. Y el conocimiento efectivo de su poca pegada en las ciudades, llenas de profesionales y con un índice educativo medio no puede dejarse de lado.

Realmente, el público objetivo y fiel de Trump lo constituye el norteamericano rural, fiel a la ideología de una Norteamérica como primera potencia del mundo exclusiva y republicana. Su discurso toca la fibra sensible del “white trash” ofreciéndole su retorno a la vida económica activa y brindando falsas promesas de seguridad social.

Tristemente, suena muy oportuna la aparición de una pandemia “generada” por un enemigo extranjero, consolidad por rumores y fake news. Justo lo que necesita el comando de campaña de Trump para anunciar medidas de control en pos de la unión y la seguridad de los norteamericanos, demostrando fuerza y patriotismo.

A mayor radicalidad, mayor apoyo de sus votos duros y en consecuencia, mayor debilidad de las voces que lo critican desde la socialdemocracia.

Consolidando esta matriz, al extranjero se le califica como “enemigo global”, interesado en demoler la hegemonía del águila sobre el mundo. Sólo el tiempo confirmará esta teoría, y espero con todas las fuerzas de mi corazón equivocarme.

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