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Una crítica marxista al feminismo

El feminismo es, según la RAE, el «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre». Esta definición es insuficiente para un concepto de tal complejidad y con un grandísimo número de corrientes, así que se podría decir que es «un conjunto heterogéneo de movimientos sociales y políticos que suponen la toma de conciencia de las mujeres como grupo, de la opresión y dominación por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera».

Todas esas corrientes diferenciadas tienen algo en común, su sujeto político, su objeto de análisis y al que buscan emancipar: la mujer, pretendiendo conformar entre todas ellas un grupo homogéneo, una identidad común. Esta concepción tan abstracta de la mujer como sujeto histórico no es viable ni encaja en el análisis marxista, ya que existe en el marco de un modo de producción en concreto y por tanto se ve atravesado por el conflicto de clase. Una mujer burguesa y una proletaria jamás podrán ser incluidas en el mismo grupo social, son sujetos antagónicos.

Hay ciertos sectores feministas que separan sistemáticamente la familia tradicional del modo de producción, asumiéndolos como dos esferas independientes. Esta separación artificial les permite sostener la existencia de una “clase sexual” de mujeres, una clase oprimida por la “clase sexual” de los hombres.

Todo esto no solo es profundamente erróneo en análisis, sino que sus consecuencias son fatales para la creación de una identidad conjunta proletaria, ya que enfrenta a la clase obrera en líneas de género. Estas ideas supuestamente revolucionarias esconden una teoría reaccionaria.

La existencia de una clase social viene determinada por la propiedad privada de los medios dentro del modelo de producción vigente, nunca por ser la parte que sufre o no una determinada discriminación u opresión. Así, se puede afirmar que no existe ningún tipo de privilegio masculino (o blanco, heterosexual, etc), sino que debemos hablar de falta de derechos o limitación de los mismos a ciertos sectores.

Gracias a estudios antropológicos recientes, podemos saber, contrariamente a lo que se afirma por parte del feminismo, que el origen de la opresión a la mujer es consecuencia de la aparición de la propiedad privada, el concepto de familia/matrimonio monógamo y, posteriormente, la instauración de la sociedad de clases. La subyugación de la mujer en la sociedad no es más que la reproducción de los roles dentro del marco de la sociedad de clases, la materialización del modelo de producción.

Negar esto o sostener que el patriarcado es anterior a lo mencionado supondría aceptar que su origen no tiene base material, que tiene una raíz biológica. El marxismo es contrario a la tesis de la naturaleza humana inmutable en el desarrollo de las sociedades y ajena a las condiciones sociales. Esta posición es idealista y, una vez más, tiende a la reacción. Por todo esto, se puede afirmar que no es correcto denominarse marxista y feminista de manera simultánea, ya que, visto lo expuesto, son radicalmente incompatibles.

Las reivindicaciones feministas se limitan a buscar unas mejoras graduales, todas sus demandas pueden ser conseguidas en el marco de una sociedad de clases. Debido a esto, el feminismo es considerado un movimiento reformista y, por lo tanto, contrarrevolucionario. En palabras de Lenin, «el reformismo significa en la práctica renuncia al marxismo y sustitución de esta doctrina por la “política social” burguesa».

«El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital» Lenin.

La opresión a la mujer es un producto social y su transformación exige la transformación de la sociedad, algo que es imposible para ningún movimiento reformista. El capitalismo sólo es capaz de dotar de igualdad jurídica formal a las mujeres, de ninguna manera puede emanciparlas.

«El objetivo final de las mujeres proletarias no evita, por supuesto, el deseo que tienen de mejorar su situación incluso dentro del marco del sistema burgués actual. Pero la realización de estos deseos está constantemente dificultada por los obstáculos que derivan de la naturaleza misma del capitalismo. Una mujer puede tener igualdad de derechos y ser verdaderamente libre sólo en un mundo de trabajo socializado, de armonía y justicia. Las feministas no están dispuestas a comprender esto y son incapaces de hacerlo. Les parece que cuando la igualdad sea formalmente aceptada por la letra de la ley serán capaces de conseguir un lugar cómodo para ellas en el viejo mundo de la opresión, la esclavitud y la servidumbre, de las lágrimas y las dificultades» Alexandra Kollontai.

A pesar de que desde ciertos sectores se acuse infundadamente al marxismo de ignorar la cuestión femenina, existen obras completas tratando ese asunto, y han sido muchos los teóricos que han dedicado trabajo y esfuerzo a hablar de ello. Basta de mentiras, basta de alimentar a esa bestia negra que han hecho crecer en torno al comunismo.

«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones feministas, no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición social privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases poseedoras y explotadoras» Clara Zetkin.

«La verdadera igualdad entre el hombre y la mujer solo puede alcanzarse en el proceso de la transformación socialista de la sociedad en su conjunto» Mao Tsetung.

«La historia de la lucha de las mujeres trabajadoras por mejorar sus condiciones laborales y por una vida más digna es la historia de la lucha del proletariado por su liberación» Alexandra Kollontai.

«La experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución depende del grado en que participen las mujeres» Lenin.

La libertad real para las mujeres solo es posible a través del comunismo y por ello debemos tender la mano a aquellas que quieran acompañarnos en la lucha, debemos pelear para deshacernos de ese estigma que tan bien le viene a la clase dominante. Nunca alcanzaremos la revolución sin la mitad del proletariado.

Es nuestro momento para hacer autocrítica y sentarnos a pensar qué hemos estado haciendo mal para que las feministas se abracen con tanta fuerza a un discurso que se torna cada vez más reaccionario, dando completamente la espalda al marxismo, o qué más podemos hacer. Debemos empezar por darnos cuenta de que este asunto no es únicamente una cuestión de mujeres, y que cada discurso de este tipo que mueve masas a gran volumen necesita un contradiscurso tanto o más fuerte. Si no combatimos sin descanso contra la existencia de las ideas de la burguesía en el seno de la clase obrera y el pueblo, no conseguiremos jamás una conciencia revolucionaria colectiva, capaz de llevar la lucha hasta la última de sus consecuencias.

A título personal: con este artículo no pretendo, ni mucho menos, despreciar la labor de las feministas ni hacer que nadie se sienta atacado. Simplemente busco señalar los errores tanto en su análisis como en su praxis para abrir un nuevo camino de formación siempre desde el respeto. Sería estúpido ignorar o rechazar el enorme potencial del movimiento feminista actualmente, es nuestro deber aprovecharlo como un puente para atraer a todas esas mujeres hacia el marxismo.