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¿Cuál debería ser el papel del ejército respecto a los gobiernos elegidos democráticamente?

En este artículo se tratará, además de la explicación de la participación de las instituciones militares en los procesos democráticos, y la necesidad de que éstos procesos no dependan de la fuerza militar para que todo salga según la voluntad de la mayoría del pueblo, tratar de buscar respuesta a la pregunta del titular.
¿Son el pueblo y las fuerzas armadas dos sujetos tan diferentes?

Es necesario entender primero, más allá de las diferentes opiniones al respecto, que actualmente los resultados de los procesos democráticos deben depender del pueblo; y que las acciones derivadas de los procesos, las consecuencias y las medidas que se tomen a raíz de los resultados del mismo deben partir del mandato popular, ya sea mediante reformas, elecciones de renovación de puestos de gobierno o de renovación de leyes.

Pero pensar que depende de la parte militar la garantía de que el pueblo sea escuchado es erróneo, así como también lo es verlos como dos fuerzas distintas, y sí es obvio que en forma son distintos, pero en esencia deben ser lo mismo: grupos de ciudadanos en defensa de la democracia de la nación y de la paz.

Para que los dos últimos sean un hecho, ninguno de los dos debe fallar en sus deberes, pues estos dos factores distintos e iguales son los que conforman un estado-nación junto al gobierno de turno. Entonces, viéndolo de la forma en la cual pueblo y fuerza armada son uno, en esencia tenemos que no es tan complicado que de los procesos democráticos salga la real aclamación de las mayorías.

Es el pueblo el que debe decidir qué es lo mejor para él

“Solo el pueblo salva al pueblo”. No es difícil comprender la cita que encabeza este párrafo, cuando existen herramientas legales en un orden constitucional para que de los procesos democráticos, exista una propuesta política concreta elegida en las urnas por la mayoría de las personas. En ese momento, las fuerzas militares deben ser vistas como una herramienta que permita sin injerencias la aplicación de lo escogido, sin ningún ánimo de menospreciar las instituciones militares alrededor del mundo, solo buscando la perfecta unión entre estos dos agentes se producirá la democracia perfecta.

Si el que lleva las riendas de una elección no es el poder popular, estamos en aprietos puesto que puede llegar a sufrir manipulaciones en el transcurso de tiempo en el que el proceso se está dando, es necesario también que los métodos usados para informar a la sociedad sobre cómo participar, respaldar y garantizar el buen desarrollo de estos procesos sea de la mejor calidad. La base de la democracia es la constante movilización popular, no solo en elecciones, sino también en procesos de supervisión y contraloría de medidas tomadas por el gobierno, la participación popular en sí es lo que mantiene la democracia.

En el momento en que el alto mando militar decide contravenir las reglas democráticas y dar un golpe de estado al gobierno constitucional elegido mediante elecciones libres y transparentes, se abre la puerta a procesos dictatoriales opuestos a la libertad que debe regir en un sistema político del presente siglo. El ejemplo más reciente lo supone Bolivia, los asesinados, heridos y detenidos ilegalmente se produjeron inmediatamente tras la traición del ejército a los bolivianos que expresaron su voluntad en las urnas.

Si no existe el respeto a la soberanía, algo está mal

Yéndonos a una visión mundial de lo que actualmente sucede con la participación de las fuerzas militares en las naciones, más allá de mantener el orden cívico y la paz en el territorio, tenemos la preocupante realidad de que de los 148 países “soberanos” del mundo, hay 140 que en este momento son ocupados por algún ejército militar extranjero, en su mayoría norteamericano, suceso que afecta en gran medida la capacidad de acción democrática verdadera por parte del pueblo, ya que los gobiernos no siguen una línea de autodeterminación y de libre gestión territorial interna.

Los impuestos, por los tratados de libre comercio y otras imposiciones exteriores, afectan directamente al verdadero potencial democrático de las naciones. El hecho de que dentro de una determinada nación, existan fuerzas de ocupación y bases militares extranjeras, impiden que podemos hablar en estos casos de unión perfecta entre cuerpos militares y fuerza civil.

Unidad, unidad y unidad

Existen desequilibrios de los dos lados, gobiernos democráticamente electos que no toman con seriedad el rol de las fuerzas armadas como herramienta de apoyo para el poder popular, creando un sistema que a parte de tener un bajo nivel de durabilidad y sostenibilidad, no será el mejor teniendo en cuenta que no existirá una comprensión por parte de la sociedad civil de qué tan importantes son.

Así como también, si un sistema de gobierno basa todas sus medidas en ceder fuerza sobre territorios, ingresos monetarios, y otros puestos de gobierno a militares, en primer lugar tenemos que no habrá procesos democráticos para la renovación del poder ejecutivo, ya que todo lo lleva la fuerza armada por lo que el pueblo será incluido en el sistema de gobierno.

Actualmente no podemos hablar, en la mayoría de los sistemas democrático, de protagonismo popular en los procesos electorales, puesto que la mayoría de las naciones no poseen un sistema que de verdad dé como resultado el mandato de las mayorías.

El dinero, la extorsión, la guerra mediática y las diferentes formas de control de masas mediante la cultura, aplicados por el sistema neoliberal, no permiten el buen desenvolvimiento del pueblo en los procesos democráticos, ante esto la verdadera respuesta es mayor difusión de la verdad, y el respeto hacia la autodeterminación de los pueblos.

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