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El dictador de Honduras, Juan Orlando Hernández, pierde legitimidad institucional

Al autoritario líder del ejecutivo de Honduras, le está desgastando el pulso con los trabajadores de los ámbitos de la salud y de la educación más de lo calculado en un primer momento. Juan Orlando Hernández (JOH) ha cometido el error de identificar los cortos periodos sociales de calma impuesta por su represión, como victorias políticas. Ha estado venciendo, pero no convenciendo.

Cada conflicto social superado con represión, ha supuesto un mayor número de ciudadanos en su contra, una variable peligrosa para alguien como JOH, que perdió las elecciones a las que constitucionalmente no se podía presentar, pero usó la carta del fraude electoral. La sociedad hondureña, sumida en la miseria y escapando de ella en oleadas constantes, parece haber llegado a un límite de rotura que no admite marcha atrás.

El principal partido de la oposición, Libertad y Refundación (Libre), dirigido por Manuel Zelaya, no solo ha puesto su organización al servicio de los maestros y médicos, sino que ha llamado a la insurrección pacífica hasta que JOH abandone el poder. Libre ha iniciado un camino en el que ha empezado a construir un polo de poder democrático a parte de las instituciones del Estado hondureño. Su masivo apoyo social podría poner en peligro la existencia de la dictadura.

A ellos se han sumados la poderosa Plataforma integrada por los trabajadores de la salud y la educación, que ha rechazado el diálogo propuesto por JOH, para anunciar uno con el pueblo de Honduras en base a una regla fundamental que la dictadura no puede aceptar: acuerdos vinculantes.

A ellos se les ha sumado la poderosa e influyente Conferencia Episcopal de Honduras, de talante conservador y que hasta ahora había apoyado a la dictadura surgida en 2009 mediante un golpe de estado. Que la Iglesia hondureña haya decidido retirar el apoyo a JOH indica de manera clara, que la legitimidad institucional del mandatario se ha quebrado.

Que Juan Orlando Hernández siga en el poder dependerá ahora de la capacidad de la oposición liderada por Manuel Zelaya de articular un polo de poder alternativo que sea capaz de acumular las suficientes fuerzas como para derrocar a la dictadura mediante métodos democráticos, lo que pasa por movilizaciones masivas que puedan suponer una presión social imposible de superar con represión, ni con fraudes electorales.