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El discurso del rey: otra muestra de la debilidad de la institución monárquica

¿Muestra de debilidad? ¡Pero si ha sido aplaudido por los principales partidos del Parlamento y todos los grandes medios de comunicación! Debilidad, sí, porque el monarca es consciente de que el viento de la Historia no sopla a su favor, y por eso tuvo que hacer una patética mención a la juventud, a las mujeres e incluso recular sobre su postura guerrerista respecto a la cuestión territorial.

Se puede argüir que actualmente en el Parlamento hay una mayoría de fuerzas a favor de la monarquía (obviamente aquí también contabilizaríamos a los diputados del PSOE como partidarios de esta institución feudal, pese a su divertido “republicanismo monárquico”). Pero sería tramposo hacer esta traslación mecánica, del mismo modo que la grandísima mayoría de la población en España es de clase trabajadora, y en cambio quienes defienden los intereses de dicha clase frente a los grandes empresarios son una minoría en el Parlamento.

Sea como fuere es un hecho que el republicanismo está creciendo de forma acelerada. Es algo que se puede palpar en la calle, en las reprobaciones que se están extendiendo en los ayuntamientos, en las consultas republicanas en barrios y Universidades, pero también en las encuestas. Por desgracia el CIS dejó de preguntar en 2015 sobre la monarquía, en una triste y miedosa actitud que pretendía silenciar el sentimiento popular hacia esta institución.

Pero desde entonces otras encuestas se han venido publicando. La más reciente, de YouGov para el Huffington Post, señalaba que el 48% de los españoles prefiere que España sea una república, frente a un 35% de los encuestados que se decantaba por la monarquía. Además, el porcentaje se incrementa en los jóvenes: el 59% de las personas encuestadas con una edad comprendida entre 18 y 24 años quiere una república.

Porque ¿qué legitimidad tiene el rey para hablarnos a los jóvenes de la problemática del paro y la precariedad? ¿De qué igualdad entre hombres y mujeres nos está hablando? ¿Acaso son los familiares de los 140.000 republicanos desaparecidos a manos de la dictadura, portadores de “rencor” y “resentimiento”?

Nos dice también en su discurso navideño que vivimos en una “democracia asentada”. Veremos cómo avanza la querella interpuesta por el PCE, IU y el Foro de Abogados de Izquierdas, al Rey emérito Juan Cuarlos, por la posible comisión de hasta 13 delitos. Entre ellos cohecho, fraude, tráfico de influencias y constitución de grupo criminal. Veremos hasta dónde avanza las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción por la construcción del AVE a La Meca, y en ese momento comprobaremos si es verdad que vivimos en esa “democracia asentada” de la que nos habla el monarca.

Mientras tanto los jóvenes, que seguimos con un 33% de paro, con casi dos millones de jóvenes en situación de pobreza relativa y 600.000 en pobreza severa, nos suena a un mal chiste que desde su palacio nos diga que “es difícil encontrar trabajo y os tenemos que ayudar” y que “tenéis problemas serios”. ¡Pues claro que tenemos problemas serios! Pero estos no son fruto de una especie de designio divino imposible de cambiar, sino que se deben a decisiones políticas de las cuales el monarca es copartícipe. Esas mismas políticas que nos niegan un trabajo estable y con derechos, una vivienda, poder formar una familia o simple y llanamente vivir con un mínimo de tranquilidad y dejar de mirar al futuro con incertidumbre.

Esas políticas que han beneficiado a una minoría, siempre con la inestimable ayuda del monarca. Y sino que se lo digan a las empresas del IBEX35 que han hecho suculentos negocios con las dictaduras del golfo pérsico gracias a la intermediación de la monarquía.

Parece claro que la república llegará a nuestro país más tarde o más temprano. La cuestión es de qué forma y con qué contenido. En ese sentido no podemos descartar ni mucho menos una “revolución pasiva” tal y como lo definía Gramsci. Nos referimos en este caso a un posible cambio en la forma de Estado liderado y controlado por las élites para evitar cualquier ruptura real con el actual régimen. Porque la república de por sí no tiene por qué suponer ningún cambio en nuestras vidas, más allá de quitarnos una rémora feudal y avanzar en democracia.

No hace falta poner ejemplos de países donde la jefatura de Estado no es hereditaria y esto no supone un mayor avance en los derechos de los trabajadores. Tampoco hay ningún motivo por el cual Florentino Pérez o Ana Patricia Botín no pudieran seguir acumulando ingentes beneficios por el hecho de que la jefatura del Estado se elija en unas urnas. Por eso es indispensable asociar el nuevo país que anhelamos, la Tercera República, a las luchas que se dan en el día a día.

Desde el movimiento obrero defendiendo los derechos conquistados con sangre y sudor hace décadas hasta el movimiento feminista. Porque si la República llega por “arriba” nada habrá cambiado. Si por el contrario es consecuencia de un proceso popular, fruto de la movilización, de un proceso constituyente participativo, estaremos avanzando en la construcción de un país que realmente permita tener una vida digna a sus ciudadanos.

En definitiva la monarquía es una institución caduca, sin ningún tipo de utilidad, que debemos lanzar al basurero de la historia lo más pronto posible. Porque, cuarenta años después, ya es hora de acabar con todos los restos del franquismo. Entre ellos, y sobre todo, la monarquía que el dictador legó.