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El discurso del rey: demasiado tarde y vacío de contenido esencial

Vaya por delante que no escuché el discurso. A esa misma hora estaba en el balcón de casa, con una cacerola virtual en el móvil, para dejar clara mi postura sobre el rey y la monarquía. Por tanto, tuve que leerlo, a posteriori, para escribir estas líneas.

Y vaya por delante que escribo estas líneas después de haber estado en el balcón de mi casa, en Barcelona, aplaudiendo a nuestros sanitarios… y tarareando el Bella Ciao con los vecinos de mi calle.

Al mismo tiempo que se anunciaba la comparecencia del rey, se convocaron dos protestas populares: una a las 12 del mediodía y otra a las 21 horas, coincidiendo con la aparición del monarca en televisión.

La primera estaba destinada a pedir que el “emérito”, que está demostrando que disfruta de ese cargo no por sus buenos servicios (según la definición de la RAE), donase a la sanidad pública los 100 millones de euros que recibió, presuntamente, como comisionista para Arabia Saudí. Ese dinero debía servir para investigar sobre el coronavirus, y ayudar en la crisis sanitaria que estamos viviendo.

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La protesta nocturna era contra el “preparado”, convocada para protestar contra la “gran farsa de la monarquía” (como la calificó Òmnium) con una gran cacerolada. Las protestas se han extendido por las redes sociales, y numerosos usuarios han mostrado su rechazo a la monarquía.

Las caceroladas se han unido a otras movilizaciones ciudadanas, organizadas en los últimos días, como las ovaciones a los profesionales sanitarios que se dan cada día en las calles españolas.

En su discurso, el rey, siguiendo con el uso del lenguaje belicista que se ha extendido entre nuestros políticos, ha hecho un llamamiento a “resistir” contra la pandemia. Según él, el coronavirus nos “va a hacer más fuertes como sociedad”, y ha apelado al compromiso, la solidaridad y la unión de nuestra sociedad. Los españoles ya somos conscientes de que somos más fuertes: nos damos fuerza unos a otros, en nuestras redes familiares, entre amigos, entre compañeros.

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Las palabras del rey fueron bastante paradójicas, teniendo en cuenta los acontecimientos que han salido a la luz en los últimos días.

Durante todo el miércoles, en las redes sociales circularon teorías de lo más variadas. Algunos decían que el “preparado” hablaría sobre el escándalo del dinero de su padre y su, presunta, renuncia a la herencia. Los más optimistas (o necios) incluso especulaban sobre una posible abdicación.

Pero creo que, la mayoría, nos esperábamos justo lo que tuvimos: un discurso vacío, lleno de frases manidas y patrioteras, que sólo sirvieron para enardecer el patrioterismo barato de la bancada ideológica que ya le brinda su apoyo absoluto, por el simple hecho de ser el rey, sin haber realizado ningún tipo de mérito para ello. Es rey por ser hijo de, y heredero de… un dictador genocida franquista.

En su discurso se afanó también en señalar que “todos vamos a dar ejemplo”. Paradójica frase: para reclamar algo así, lo primero que hay que hacer es predicar con el ejemplo. Y eso es algo que la monarquía española hace ya tiempo que no ha conseguido: las últimas crisis de la sociedad española han cogido a la familia real bastante a contrapié.

Bastan algunos ejemplos, como se demostró en el caso Nóos (que afectó al cuñado y dejó impune a la hermana, aún seguimos sin saber cómo); que ha afectado también al padre (que tuvo que abdicar por los diversos escándalos relacionados con las comisiones y el dinero entregado a sus amantes), o algunas informaciones sobre la fortuna personal de su mujer.

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¡Nada de nada! Siete minutos de declaraciones sin contenido real. En realidad, duraron más las caceroladas que el propio discurso.

Sus palabras también han llegado muy tarde, después de decenas de miles de enfermos y centenares de fallecidos. Llegó tarde, cuando millones de españoles llevamos ya días de confinamiento, cuando muchos han perdido su trabajo o tenemos incertezas sobre nuestro futuro laboral, cuando miles de PYMES están sufriendo los problemas económicos.

Un auténtico jefe de estado debería haber dado la cara justo al comienzo de la crisis, y no cuando el escándalo de su padre lo hizo algo imprescindible. El discurso fue sólo un intento de esconder la realidad, una realidad que la sociedad española ya tiene capacidad suficiente para entender, sin palabras huecas.

¿Hubiera bastado una referencia a la crisis provocada por los ingresos ilícitos de su padre? Probablemente no. Pero, al menos, el “emérito” tuvo la decencia de pedir perdón tras su accidente de caza de elefantes con su amiga Corina. Parece ser que el “preparado” no estaba preparado para hacer un acto de humildad semejante.

Se abre, otra vez, el debate sobre la necesidad real de una monarquía que, en el mejor de los casos, sólo llena las páginas de los diarios de escándalos y corruptelas.

En definitiva, el discurso fue totalmente prescindible e inútil… como la monarquía. Fue un discurso fácil, que intentaba tapar la realidad y no encara las medidas concretas sobre las necesidades actuales ante la crisis que estamos viviendo. Fue un intento de auto-reafirmación, que demuestra la falta de respuesta de la monarquía frente a los numerosos retos que afrontaremos en el futuro.

No nos hacía falta un discurso, sino que los tribunales puedan hacer su trabajo, realmente, si eso es posible en España. La corrupción no puede seguir imperando en una institución que gran parte de la ciudadanía considera obsoleta y absurda, y a costa de esa misma ciudadanía. Ninguna institución puede estar por encima de la ley. Los presuntos delitos de la monarquía no pueden seguir impunes.

Espero que, antes o después, el “preparado” salga otra vez a dar un discurso. Que se salte la parte del patrioterismo vacío. Y que sea mucho más convincente que nunca, para explicar, de forma concluyente, los escándalos de su familia, sus corruptelas y esa herencia a la que ha renunciado, aunque parece que sólo a medias.

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