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División en la izquierda hondureña por la participación en el diálogo

El dictador hondureño, Juan Orlando Hernández (JOH), ha conseguido romper la unidad de la oposición frente al fraude electoral perpetrado el pasado 26 de noviembre de 2017. La izquierda hondureña logró aliarse unos meses antes de las elecciones generales en La Alianza de Oposición contra la Dictadura (La Alianza).

Esa coalición electoral fue impulsada por el Partido Libertad y Refundación (Libre), la mayor fuerza política de izquierda del país centroamericano. Junto a ella llegaron el Partido Innovación y Unidad (PINU) y el líder del Partido Anti Corrupción (PAC), Salvador Nasralla, quién se trajo a la mayoría de la militancia de su partido.

De las tres organizaciones, la única que lleva luchando contra la dictadura instalada en 2009 por Roberto Micheletti Bain desde el principio es Libre, antes conocida como el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP). Pese a ser la mayor organización de la unidad cristalizada en La Alianza y la que había sostenido la lucha contra el golpismo más tiempo, Libre hizo caso a las encuestas y decidió que Salvador Nasralla fuera el candidato presidencial.

El peligro de poner a alguien de fuera de la organización al frente de la candidatura presidencial, es que obtiene un protagonismo, una credibilidad y una popularidad que puede usar en una agenda política diferente a la del partido que lo impulsa. El Salvador, vecino de Honduras, ejemplificó el error con el independiente Mauricio Funes, una lección que Libre no aprendió, quizá obnubilada por los cantos de sirena de las encuestas que dispararon a Nasralla en estimación de voto.

Ahora, con el fraude hecho y JOH asentado en el gobierno gracias al apoyo del gobierno de Donald Trump, Libre quiere luchar por el reconocimiento del resultado real de las elecciones. Exige una auditoría del sistema de transmisión de los votos, y ver las actas que se contaron durante el apagón del sistema y que dio la victoria a JOH cuando el mismo Tribunal Supremo Electoral había dado por segura la victoria de Nasralla. Para ello La Alianza lleva movilizándose masivamente en las calles desde el 26 de noviembre de 2017, habiéndose dejado más de 40 muertos por la represión de JOH denunciada incluso por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Libre rechaza el diálogo propuesto por JOH por dos razones. La primera es que en él no se hablará del fraude, por lo que lo considera una pérdida de tiempo y una forma de reconocer y legitimar la dictadura. La segunda es que nada de lo que se acuerde tiene porqué cumplirse, ya que el dictador se niega a decretar una ley que obligue a que los acuerdos sean vinculantes.

En esas condiciones, el diálogo no tiene mucho sentido para la izquierda hondureña, que hasta hace unos días estaba unida en esa posición. Sin embargo Salvador Nasralla ha claudicado y ha accedido a participar en ese diálogo con la dictadura. Al entrar en él, ha reconocido tácitamente como presidente a Juan Orlando Hernández ya que al no hablar del fraude y centrarse en otros aspectos políticos y sociales, significa que está de acuerdo con el resultado de las elecciones, ya no lo cuestiona.

Ahora la dictadura de JOH está usando a Nasralla para cargar contra el líder de La Alianza que se mantiene en su postura antigolpista desde 2009, Manuel Zelaya (Mel). El ejecutivo hondureño se ha aprestado a decir que todos los sectores de Honduras quieren diálogo -incluida la izquierda a la que pertenece Zelaya– menos Mel, a quién mostrarán como un marginado que no sabe perder, y expresarán que su pataleta impide llegar a la paz al conjunto de los hondureños.

Con la oposición dividida entre el candidato a la presidencia Salvador Nasralla y el Coordinador de La Alianza Manuel Zelaya, todo dependerá si el partido Libre bajo el liderazgo de Mel es capaz de mantener las movilizaciones sin la presencia del carismático Nasralla.