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Ecuador: entre la Doctrina del Shock y el Coronavirus

En 2007, la periodista canadiense Naomi Klein publicó su libro “La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre”, que inspiró dos años más tarde, un documental sobre su contenido, disponible libremente en Youtube.

Naomi Klein describió la Doctrina del Shock como una estrategia diseñada por uno de mayores exponentes del neoliberalismo: Milton Friedman. Esta doctrina consiste en esperar a que se produzca una profunda crisis en un Estado (como una dictadura militar, una guerra, una catástrofe natural o una pandemia), para implementar políticas radicales de libre mercado mientras los ciudadanos hacen frente a algún trauma.

El mismo Friedman decía que solo una crisis real -o percibida de esa manera- genera cambios reales y que cuando ésta ocurre, las acciones tomadas dependen de las ideas que flotan en el ambiente.

Siguiendo esta lógica, los momentos de grave conmoción social han servido para que los gobernantes, aprovechándose de la desorientación de los ciudadanos, implementen medidas que en otras circunstancias habrían sido impensables por la gran resistencia social que generarían, especialmente porque enriquecerían a unos pocos a expensas de los más pobres y de la clase media.

Klein relata que esta doctrina fue aplicada en países como Chile durante la dictadura militar, en Irak después de la invasión norteamericana de 2003, en Indonesia después del tsunami de 2004, entre otros muchos lugares. Estos casos mostraron que el shock facilitó la adopción de políticas neoliberales en detrimento de amplios sectores sociales.

En la actualidad, el COVID-19 está generando un trauma social, político y económico que parece propicio para la aplicación la doctrina del shock en múltiples regiones del mundo. En Ecuador el gobierno no ha dejado pasar la oportunidad.

Con la subida al poder del Lenín Moreno, se reavivó el debate público sobre la necesidad de eliminar cualquier idea (o a su representante) que tuviera un tufo a socialismo del siglo XXI, sin importar si ésta fuera buena o mala.

Las nuevas estrategias fueron paridas en un gabinete de gobierno conformado con miembros del sector empresarial y bancario del país, vinculados a intereses privados. En otras palabras, antes de la llegada del COVID-19, los planes neoliberales circulaban a sus anchas en el ambiente político local.

Algunas de esas ideas se materializaron, mientras que otras encontraron gran resistencia en la población, generando un clima de agitación social poco conveniente para los cálculos políticos del gobierno. Entonces fue cuando llegó el coronavirus. De hecho, cuando el COVID-19 llegó a Ecuador, la primera víctima que se cobró fue la movilización social, después vinieron los muertos…

La corona vírica golpeó tan brutalmente al país, principalmente a Guayaquil, que en dos meses esta ciudad de aproximadamente 3 millones de habitantes registró más de 10 mil muertos, en comparación con el año pasado.

Además, el debilitado sistema sanitario ecuatoriano gestionó de tan mala manera los cadáveres, que muchos han sido abandonados en la vía pública, no pocos se han perdido y otros se han podrido en sus casas, hospitales o contenedores de traslado; algunos, con más suerte, incluso han resucitado.

Las imágenes apocalípticas de lo que ocurrió (y sigue ocurriendo) en Guayaquil, abofetearon al país entero, y además impactaron profundamente a otras sociedades latinoamericanas. Tan indescriptible fue todo, que en Brasil se convocó al confinamiento obligatorio de la población utilizándonos como ejemplo: “La historia de Guayaquil no se puede repetir” decía el slogan de un vídeo publicitario.

Mientras tanto, el gobierno se encargaba de negar y ocultar las cifras y los hechos con mayor vehemencia que la empeñada en paliar la crisis humanitaria. Se renunció a la adopción de toda cualquier política social que implique un gasto. De ahí que se decretara el confinamiento obligatorio, sin importar que buena parte de la población ecuatoriana requiere un apoyo estatal para poder respetarlo (comida, dinero, diferimiento del pago de los servicios básicos, medicinas, atención médica). Sin esta condición, el resultado previsible es el contagio masivo y la muerte a gran escala.

La crisis humanitaria y el encierro obligatorio sin el apoyo gubernamental adecuado, potenciaron la incertidumbre y la desesperación, contribuyendo así a profundizar el trauma. El gobierno de Lenín Moreno aportó a la desmovilización de la sociedad ecuatoriana, ¿o a alguien se le ocurre que una persona que perdió un familiar por falta de atención médica, que tiene que buscar su cadáver querido entre cientos de cuerpos en descomposición, tenga algún pensamiento que lo interpele políticamente durante su duelo? Seguramente no, porque es probable que esté en shock.

En este contexto de desmovilización política y social, el gobierno aprovechó para utilizar los recursos destinados a la salud y a la educación, en el pago de la deuda externa. Además, puso a dieta al Estado utilizando la receta de despedir a miles de empleados públicos.

No conforme con esto, también flexibilizó algunas leyes que protegían a los trabajadores de condiciones abusivas y de despidos intempestivos, eximiendo a los patronos del pago de compensaciones contempladas en la ley.

Incluso ha exonerado a las empresas residentes en paraísos fiscales del pago de impuestos por sus bienes inmuebles en el país. Y más recientemente, redujo el presupuesto de la educación superior pública en casi 100 millones de dólares. Esto entre muchas otras medidas.

Volviendo a Naomi Klein, y a su doctrina del shock, recientemente, y en el contexto de coronavirus, mencionó que ha constatado que las crisis no siempre toman el camino de la Doctrina del Shock. Sostiene que las ideas que están rondando en el ambiente durante un trauma social también pueden ser buenas ideas, compasivas, de justicia, solidarias, progresistas, respetuosas. Añade que no siempre reaccionamos ante el shock con regresión. A veces, frente a una crisis, también crecemos.

En Ecuador, unos pocos segmentos de la población lentamente están sobreponiéndose al impacto del COVID-19 y de la necropolítica del Moreno. Es posible ver que en el ambiente flotan duros cuestionamientos a la gestión del gobierno en lo que respecta al manejo de la pandemia y a sus políticas sociales y económicas.

>>La necropolítica como régimen de gobierno en Ecuador<<

Además los estudiantes universitarios, que están articulándose políticamente, se han vuelto a movilizar para protestar en contra del recorte al presupuesto de las universidades. Tibiamente reaparece la indignación después de la desorientación, la perplejidad y el profundo dolor.

Tal vez es momento de pensar que podríamos salir del COVID-19 sin necesidad de seguir el camino de la Doctrina del Shock, que podríamos aprovechar la indignación popular para construir un Estado de bienestar, protector de derechos, que nos garantice la salud, que nos permita un entierro digno, que proteja nuestros derechos laborales, que nos asegure una educación pública de calidad, en otras palabras, que nos permita vivir con dignidad.

Tal vez es momento de pensar que no siempre debemos reaccionar ante el shock con regresión, porque frente a una crisis también podemos crecer.

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