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Editorial: la recomposición bipartidista del Régimen del 78 está en marcha

Como es lógico tras las elecciones, la atención se centra en los posibles pactos que se harán entre las fuerzas políticas, que han ganado poder institucional mediante las urnas. Pocas cosas hay más importantes que saber quién será el alcalde de las ciudades importantes, las personas que ostentarán el máximo poder ejecutivo en las Comunidades Autónomas y en el Gobierno. También qué cuestiones programáticas debe dejar, el que ejercerá el poder, por el camino de la negociación para asumir algunas de las de sus nuevos socios.

Sin embargo, en paralelo se está produciendo una recomposición del Régimen del 78, que nunca ha ocultado su preferencia por el bipartidismo que existía antes de la irrupción de Podemos. Es cierto que el actual sistema nacido de la dictadura, ha sabido adaptarse perfectamente al escenario en el que cuatro fuerzas políticas de fuerzas igualadas se disputaban el poder.

Frente a la irrupción de Podemos, el Régimen del 78 aupó a Ciudadanos para hacerse con el voto de quienes, cansados del bipartidismo se iban a la formación morada o a la abstención, y de esta manera garantizarse una mayoría institucional que mantuviera intactos sus privilegios.

Tras un desgaste continuo de la formación morada, usando incluso para ello resortes de poder del Estado dependientes del Ministerio del Interior, el sistema nacido del franquismo, al comprobar el mal momento de Unidas Podemos -a causa también de errores propios-, puso en marcha la siguiente fase de la estrategia para recuperar la situación anterior a la crisis.

En un primer momento, con Ciudadanos ya asentado, el Régimen del 78 trabaja para sacar de la marginalidad a VOX, poniendo para ello a toda su maquinaria mediática (Grupo PRISA, Mediaset y Vocento) a trabajar. El objetivo era asustar a la población con el miedo al fascismo, usando a los medios para conducir a la reacción en favor del voto útil al PSOE parea frenar a la derecha. Una estrategia probada con resultados positivos para el sistema todas las veces que la ha ensayado.

En las últimas elecciones también ha funcionado. Y mejor de lo esperado al observar, con sorpresa, cómo desde Unidas Podemos se cometía el error de sumarse a esa estrategia en favor del PSOE. Los de Pablo Iglesias han permitido el regreso del PSOE al campo progresista con el fin de “frenar a la derecha“, sin tener en cuenta que las políticas de los de Pedro Sánchez no se diferencian de las de las tres derechas. La reforma laboral del PP, la Ley Mordaza, el artículo 135, el techo de gasto son pruebas irrefutables de que el PSOE no está en la orilla de los que se oponen al neoliberalismo.

Con una UP dando de facto el visto bueno al PSOE, los de Pedro Sánchez han agrandado la diferencia de voto con respecto a la izquierda transformadora en 4 millones de votos. El Régimen del 78 se ha recompuesto por su flanco izquierdo. Unidas Podemos no es vista como alternativa y los “socialistas” vuelven a ser considerados de izquierdas, el muro de contención de las propuestas rupturistas está de nuevo en pie.

Falta el flanco derecho. Al Régimen del 78 no le importan los servicios prestados. No al menos más que su mantenimiento como sistema político. El PSOE sigue sirviendo en cuanto ha logrado reiniciar su imagen de cara a la sociedad. El PP no lo ha logrado, por lo que ya no sirve.

Se necesita una nueva pata derecha que no tiemble al sostener a los herederos de los golpistas de la democracia del 36. El Partido Popular supone una rémora en cuanto a que es un partido corrupto, con un pasado innegablemente franquista, que no logra interpelar a los electores que no tengan edades avanzadas.

Ciudadanos supone, de cara al público, una derecha moderna, sin vínculos tan descarados con el franquismo -pese a que en las instituciones defiende con agresividad la etapa dictatorial-, con vocación de Estado al poner por delante en los pactos a la ciudadanía en vez de sus propios intereses -justificación mediática para pactar, tanto con sus enemigos señalados por ellos mismos en campaña, como con sus aliados naturales-.

Para el Régimen del 78 contar con una nueva apariencia es fundamental en el sentido de que al aplicar las mismas dinámicas que desde 1978, debe de manera necesaria hacerlo con una pátina de modernidad, con la que poder vender mediáticamente la restauración de su esencia.

La opción de que Ciudadanos, capitaneado por Albert Rivera, se niegue a posibles pactos con fuerzas políticas del campo progresista -lo sean o no, el relato mediático se ha logrado imponer sobre la realidad cotidiana-, para expulsar al PP de las instituciones, y dejarlo sin recursos económicos y mediáticos, no existe a causa de que es una organización impulsada artificialmente por los grandes banqueros y empresarios para servir a sus intereses, por lo que sus hechos políticos serán los que ordenen sus inversores.