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El efecto movilizador para el chavismo del golpe de estado impulsado por EEUU

Quién siga la actualidad de Venezuela de una manera continuada, fuera de los momentos en los que es tendencia mundial, sabía de antemano que el golpe dado por Estados Unidos no tenía ninguna pretensión de triunfar en el corto plazo, como se suele perseguir con acciones de este tipo. Es decir, que Juan Guaidó sabía de antemano que no iba a entrar en el Palacio presidencial de Miraflores en las horas o días siguientes de la autoproclamación.

La administración de Donald Trump lo que pretendía -y pretende- es forzar una invasión militar en Venezuela, debido a que no ha sido capaz de desalojar a la Revolución Bolivariana del poder con los anteriores intentos (paro petrolero, sanciones, donaciones millonarias a la oposición, su aparato mediático al servicio de la derecha criolla, guarimbas, creación del Grupo de Lima para lograr la aplicación de la Carta Democrática de la OEA en Venezuela…).

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La poderosa nación del norte lo ha hecho de esta manera, no porque le guste perder el tiempo y recursos, ni porque le apetezca hacer florituras, sino porque sabía que ni iba a contar con una movilización masiva y constante del pueblo venezolano, ni con el ejército bolivariano, las claves para que una aventura golpista triunfe -o fracase, como pasó en abril de 2002 también en Venezuela-.

Estados Unidos contaba con que aumentar las sanciones, robar activos millonarios de Venezuela (como Citgo, filial de PDVSA) y la presión internacional, fueran desgastando a parte del ejército y de los ciudadanos. Solo necesitaban hacer ver a Juan Guaidó como la opción ganadora para garantizar el paso de importantes cuadros a su lado. Sin embargo no ha sido así.

Por un motivo principal: la movilización del chavismo. No es un secreto para casi nadie que la izquierda venezolana no está pasando por su mejor momento, a las pruebas electorales hay que remitirse; no han recuperado -ni mucho menos acrecentado- su base social.

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Ciertos dirigentes se autoengañaron con el número de votos obtenido en las elecciones constituyentes (8 millones), cuando los análisis políticos mostraban que casi un millón y medio de ellos eran de la oposición, cansada de las guarimbas porque desde los últimos meses también les afectaban a ellos. Esa realidad se observó en las elecciones presidenciales celebradas diez meses después, en la que el chavismo recibió casi 2 millones menos de votos que en las constituyentes.

Las razones son varias, pero la principal está en la incapacidad del gobierno de Nicolás Maduro no para resistir las sanciones extranjeras -que lo está haciendo-, sino para superarlas. Otras son el constante bombardeo mediático de los medios de comunicación nacionales, el boicot empresarial, los ataques paramilitares, los sabotajes a las instalaciones eléctricas, y el contrabando de bienes de primera necesidad hacia Colombia.

A causa de esa situación, el chavismo no estaba desmovilizado, pero el músculo que exhibía años atrás estaba desaparecido. Un ejemplo fue la modesta movilización inicial con la que la izquierda bolivariana respondió al golpe de estado. Seguramente por ese motivo el ejecutivo de Nicolás Maduro no ha sido capaz de pasar a la ofensiva política desde el día que asumió el poder.

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Previamente a ello, la Revolución Bolivariana alcanzaba conquistas a base de masivas movilizaciones que mostrasen a la sociedad venezolana, que la realidad no era como señalaba la prensa en manos de la oligarquía, sino que sus acciones estaban basadas en el bien de la mayoría social que las reclamaba.

Puede que gracias al intento de golpe de estado, esta situación empiece a cambiar. Las movilizaciones han vuelto a ser masivas, se suceden varias veces a la semana y en todas las ciudades del país. El golpe de estado de Juan Guaidó podría haber mostrado a los chavistas que se han ido desmovilizando desde el año 2013, que el peligro del que advierte Nicolás Maduro es real.

Perder frente a la derecha no solo significaría empeorar la calidad de vida, -tras el efecto inmediato de mejora económica por el levantamiento de las sanciones, llegaría un ajuste neoliberal que terminaría con las misiones sociales y la apuesta por la salud y la educación gratuita-, sino también una revancha política al estilo de la de Jair Bolsonaro en Brasil, a juzgar por la admiración que la oposición venezolana le dispensa al mandatario. No hay que olvidar que significaría la llegada de los guarimberos al poder.

Depende ahora del presidente Nicolás Maduro y los principales dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), recoger el impulso popular para aplicar el programa electoral con el que el presidente venezolano se presentó a las elecciones presidenciales de 2018, y en el que se recoge una apuesta por la profundización de las comunas, y el fin del rentismo petrolero en favor de una apuesta por la creación de industria.