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El irremediable fin político de Juan Guaidó

El golpista lo sabe. Al final de este año se acabó ser el protagonista de un show que han protagonizado antes que él Pedro Carmona Estanga, Manuel Rosales, Henrique Carpiles Radonsky, Antonio Ledezma y Leopoldo López entre otros. Viendo el dulce exilio de la mayoría de ellos, no parece que le preocupe demasiado ser un peón de Estados Unidos (EEUU) que terminará siendo expulsado del tablero de un manotazo.

La cuestión es muy sencilla, su posición se basa en su cargo como presidente de la actual Asamblea Nacional, que ya no tiene, pero la manipulación mediática ha hecho como si la votación de 100 diputados en favor de Luis Parra no hubiera existido, y la de 37 en favor de él hubiera tenido quórum.

Se ha podido hacer así porque sigue siendo diputado del poder legislativo, pero su boicot a las próximas elecciones legislativas, si se mantiene alineado con la estrategia de la administración de Donald Trump, le impedirá presentarse al cargo, no podrá ser reelegido y perderá la única razón por la que los medios de comunicación en poder de los poderosos, lo mantienen políticamente vivo.

Estados Unidos ha gastado muchos recursos económicos en él, midiendo mal el apoyo que podrían conseguir tras haber creado un escenario de hambre y miseria con sus sanciones en contra del pueblo de Venezuela, aunque el discurso es que solo afectan a los principales dirigentes del chavismo.

La torpeza de Juan Guaidó, quién ha prometido más de lo que podía cumplir llevando a una desmovilización de sus bases; su principal propuesta, la convocatoria de nuevas elecciones en base al artículo de la constitución en el que se basó para autoproclamarse, pese a que no había falta absoluta del presidente Maduro tal y como exige la jurisprudencia como requisito necesario, no se ha realizado; su corrupción, sus vínculos con el narcoparamilitarismo colombiano y la debacle de la empresa pública Citgo, que ha perdido varios cientos de millones desde que la dirige Juan Guaidó, no han ayudado a que la sociedad y los militares se pongan de su lado.

Pero Juan Guaidó es una inversión que EEUU quiere, sino hacer rentable, recuperar lo máximo posible. Todos los fondos invertidos lo han convertido en una figura política de alcance internacional, con una buena imagen fuera de las fronteras de la nación caribeña.

Usar esa potencialidad mediática para aseverar, sin necesidad de aportar pruebas como hasta ahora, que hay fraude e imponer de nuevo la matriz de opinión que silencia que la mayoría de la oposición sí participa en las elecciones legislativas, permitirá sostener la idea de que “Nicolás Maduro es un dictador“, manteniendo de esa manera la puerta abierta a un futuro golpe de estado que no sea rechazado por la Comunidad Internacional, al impedir a los ciudadanos de los países presionar socialmente en favor de la democracia venezolana, ya que se les ha impedido conocer el contexto que explica lo que acontece.

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