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España y su memoria: la necesidad de recordar (I)

A pesar de que a la mayoría pueda parecernos que la petición de recuperar a los desaparecidos que están en las cunetas podría ser legítima, aún queda muchísimo camino por recorrer. Se trata de un largo proceso que ha enfrentado a las asociaciones de víctimas, grupos memorialistas, familiares, historiadores, etc., con todas las trabas que algunos sectores han interpuesto en ese camino. Sectores que buscan el olvido porque esgrimen la excusa de que las “heridas del pasado no deben reabrirse”, como si esas heridas se hubiesen cerrado en algún momento.

Los españoles que fueron represaliados, asesinados, fusilados, enterrados en las cunetas son muchos. Muchos de sus cuerpos aún siguen enterrados, sin identificar, en cunetas, en fosas que muchos conocen, pero que aún están ocultas, por un temor atávico que sella muchos secretos.

Según el Ministerio de Justicia, de las más de 100.000 personas ejecutadas por el franquismo, apenas una cuarta parte podrá ser recuperada, y como máximo, unas 7.000 podrían ser identificadas. El resto nunca podrá ser localizado o identificado. Desde el año 2000 se han abierto en España casi 800 fosas, y se han recuperado más de 9.000 cuerpos, pero sólo gracias al impulso de las asociaciones que se encuentran solas en la tarea por un escaso, en la mejor de las ocasiones, apoyo institucional.

Por un lado, las familias, las asociaciones y los historiadores han forjado un movimiento incansable e incómodo, que desde hace décadas deja en evidencia que en España no ha habido verdad, justicia o reparación real para los represaliados del franquismo.

Por otro lado, los diferentes gobiernos de la democracia han pasado de puntillas por el tema de la memoria histórica, y las medidas que se tomaron han sido siempre insuficientes e incompletas. Incluyendo la Ley de Memoria Histórica de 2007, impulsada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Hoy en día, cuando es totalmente imposible obviar el problema, hay quien mira para otro lado e, incluso, rechaza buscar una solución al mismo. Y por eso mismo, el problema sólo ha sido encarado por los sectores más progresistas.

El movimiento memorialista ha conseguido un amplio apoyo y respaldo de algunos sectores sociales, la indiferencia de muchos, y la franca oposición de la derecha conservadora y la extrema derecha, porque su electorado, los hijos y nietos del dictador, están en contra de superar un pasado que les permite, siempre, conseguir réditos políticos.

El proceso de recuperación de la memoria ha surgido al margen de los partidos políticos. En este período, la sociedad española ha tenido acceso a su propia memoria colectiva: la existencia de los campos de concentración, los exiliados, los bebés robados, los desaparecidos en las cunetas, los esclavos que sufrieron trabajos forzosos, etc. Pero también ha generado una reacción por parte de una derecha que, sociológicamente, sigue vinculada al franquismo, y que ha fomentado un revisionismo histórico que trata de difundir una interpretación de la Guerra Civil y de la dictadura que es la misma que se estableció durante el régimen franquista. Todavía existen en España miles de calles y monumentos que ensalzan al franquismo y a sus “personalidades”.

En este contexto, uno de los peligros a los que nos enfrentamos es la llegada al poder de partidos políticos que se oponen a la recuperación de la memoria. Esas formaciones pueden echar por tierra todo el trabajo que se ha hecho en los últimos años, como está pasando en Andalucía, la comunidad autónoma que más había avanzado, práctica y legalmente, del Estado y que el gobierno de PP y Ciudadanos, con el apoyo de VOX, está intentando hacer retroceder. Un gobierno similar, a nivel estatal, impondría la recuperación de la historia que se extendió durante la Transición, desandando todo el camino hecho hasta ahora.

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