The news is by your side.

El fantasma de la extrema derecha en Alemania se está haciendo real

Hace unos años, al comienzo de la crisis económica, en una reunión con representantes de Die Linke del parlamento del Land de Baden-Wurtemberg, en Stuttgart, comentaron extrañados el hecho de que España no tuviera problemas de partidos políticos de extrema derecha en el Congreso.

Entre bromas, se les respondió que solo había que “darle tiempo” al tema, que antes o después llegaría el momento. Los políticos alemanes, recordando su pasado, no tan lejano, comentaron que ellos ya estaban lidiando con algún grupúsculo ultraderechista, pero que eran demasiado minoritarios como para ser preocupantes, aunque sí reconocían un grave problema relacionado con los grupos neonazis.

Ahora la situación ha cambiado completamente.

Las últimas convocatorias electorales en los Länder de Sajonia y Brandenburg, en la zona de la antigua Alemania oriental, han dejado un panorama desolador. El partido Alternative für Deutschland (AfD) ha incrementado notablemente sus votos en ambos estados, mientras que los partidos tradicionales de la coalición de gobierno CDU-SPD se han mantenido, aunque con pérdidas de votos importantes. En ambos Länder la AfD ha quedado en segundo lugar, por detrás de la CDU en Sajonia y del SPD en Brandenburg, en ambos casos a apenas cinco puntos porcentuales de los partidos tradicionales.

Resultados electorales, 1 de septiembre de 2019 (en %)
SajoniaBrandenburg
CDU, 32.1 (-7.4)SPD, 27.5 (-4.7)
AfD, 27.5 (+17.6)AfD, 23.5 (+11.9)
Die Linke, 10.4CDU, 15.6
Bündnis 90 / Die Grünen, 8.6Bündnis 90 / Die Grünen, 10.8
SPD, 7.7Die Linke, 10.7

En general, por toda Europa se está produciendo una tendencia a la caída electoral de los grandes partidos tradicionales y al crecimiento de otros más pequeños, de modo que ya no son suficientes dos partidos para formar una coalición de gobierno, con los problemas de estabilidad que eso supone.

Ante esta situación, los representantes regionales de la CDU de la Canciller Angela Merkel ya han señalado que tienen la intención de plantear los cambios necesarios para conseguir aglutinar al votante de derechas en torno a sus siglas, evitando así la fuga hacia la extrema derecha.

Además, a pesar del posible juego de coaliciones de gobierno, que facilitaría mucho las cosas si se llegase a un acuerdo con la extrema derecha populista de la AfD, todos los partidos políticos (de derecha y de izquierda) han resuelto establecer un auténtico “cordón sanitario” en torno a la extrema derecha, evitando así pactos de gobierno como los que han llevado en España al fenómeno del “trifachito” y la llegada de la extrema derecha a controlar gobiernos regionales.

Los partidos tradicionales se encuentran con un problema importante, que se repite por toda Europa: ya no tienen la capacidad de acceder a la población de forma más cercana, más eficiente, algo que los populistas de la AfD dominan a la perfección.

Las consecuencias electorales se han visto también en otros países: la tendencia hacia una mayor fragmentación política está presente a nivel nacional y europeo. Esto llevará, al menos, a gobiernos de coalición, potencialmente más inestables.

El crecimiento del voto ultraderechista en las elecciones regionales se ve con gran inquietud, porque indica mucho sobre el estado de ánimo de la ciudadanía, descontentos con los desequilibrios pendientes desde la reunificación. La fractura social y la desconfianza en los políticos y las instituciones continúan creciendo, ayudada por los intereses fomentados por los sectores más populistas.

El argumentario de la AfD

La AfD ha sido un movimiento que se ha aprovechado de las incertidumbres del actual clima político, capitalizando con su discurso el voto de protesta de muchos de aquellos que, anteriormente, protestaban a través de la abstención. Además, ha dejado de funcionar como un movimiento de protesta para hacerlo como un partido político establecido, muy arraigado en algunas zonas, con unos líderes locales de clase media que son percibidos como personas que están en contacto directo con la vida cotidiana de la ciudadanía.

Su argumentario se resume igual que el de otras formaciones similares por toda Europa:

  • Anti-establishment, sobre todo en referencia a los grandes partidos tradicionales.
  • Ultranacionalista.
  • Rechazo de las políticas inmigratorias y de refugiados
  • Euroescepticismo.
  • Es un movimiento xenófobo y anti-islamista.
  • Escéptico en referencia al cambio climático.
  • Odio visceral contra la Cancillera Merkel por “islamizarAlemania con su política de refugiados.

Todo este argumentario se ha convertido en un “mantra” que se repite machaconamente en sus mítines, manifestaciones y propaganda.

Das Boot ist voll (El barco está lleno). Uno de los lemas de los sectores contrarios a la política de refugiados de Merkel.

La AfD ha encontrado su auténtica fortaleza en el bastión de los Länder de la antigua República Democrática Alemana, desde donde continúa presentando batalla contra el gobierno federal de Merkel. En esos estados, el principal problema es que la Alemania reunificada no ha logrado ofrecer una perspectiva de futuro a los antiguos ciudadanos germano-orientales, tras la caída del Muro, y eso sigue fracturando una parte de la sociedad alemana, que busca opciones más radicalizadas y populistas. Los germano-orientales se sienten ninguneados por las élites políticas de Berlín y los partidos tradicionales, y sienten que la AfD sí se preocupa por sus problemas.

Las diferencias estructurales entre ambas partes del país se han plasmado, sobre todo, a nivel económico, principalmente si tenemos en cuenta que se ha establecido un mercado laboral precarizado. Pero no sucede lo mismo en el ámbito migratorio, ya que en el Este la población extranjera supone aproximadamente un 4%, mientras que en el resto de Alemania se sitúa en el 11%. Eso no ha impedido que la AfD haya hecho bandera del problema de los refugiados, señalando que se quedan las ayudas sociales que deberían ir destinadas “a los de aquí”.

El problema (inexistente) migratorio, junto a la sensación de ser ciudadanos de segunda clase (real), ha llevado a una mezcla de sentimientos explosiva para la vida política alemana, y que ha calado profundamente entre aquellos sectores más frustrados, decepcionados y víctimas de las promesas incumplidas.

Además, desde la caída del Muro, hace ya treinta años, cientos de miles de jóvenes germano-orientales han abandonado su terruño, en busca de la promesa consumista del capitalismo, provocando un problema añadido de envejecimiento de la población. Y los que se quedaron se han enfrentado a unas tasas de desempleo que se consideran elevadísimas (6.9%, frente al 4.7% del resto de Alemania; desde la perspectiva española puede parecer poco, pero en la evolución alemana es un porcentaje significativo). A pesar de lo que pueda parecer, nunca antes el desempleo ha sido tan bajo en Alemania, pero la precarización laboral en el Este ha sido una cuestión olvidada.

Muchos de los votantes de AfD son personas con este perfil: gente con problemas, que ha perdido la esperanza en los políticos tradicionales, presa fácil para los demagogos populistas.

El problema de la extrema derecha

Cuando se cumple el 80 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial se está extendiendo por Alemania, de nuevo, una ideología muy peligrosa, racista, ultranacionalista, que difunde ideas que se creían ya superadas, vencidas. Esta ideología está aún más arraigada en el Este de Alemania, debido a la crisis estructural que sufre desde la reunificación.

Hasta hace relativamente pocos años existía un consenso relacionado con la responsabilidad por los crímenes del nazismo que ahora comienza a resquebrajarse, dejando a la vista ideas antiguas que vuelven, con otro disfraz, con un formato nuevo.

Desde hace unas décadas, en la Alemania oriental se ha extendido el movimiento racista (un ejemplo es Pegida), se han multiplicado los ataques a inmigrantes y se han disparado los disturbios relacionados con la extrema derecha. En este marco, la AfD ha surgido, básicamente, como todo el populismo, de explotar la frustración, pero no de asumir propuestas o plantear soluciones realistas.

La sociedad germano-oriental siente que la reunificación mermó su autoestima colectiva. Eso es lo que ha impulsado la adhesión a un partido protesta, que apunta a los inmigrantes como la causa de todos sus males, mientras “defiende” la identidad nacional alemana.

Pero, a pesar de todo esto, también se han multiplicado las acciones e iniciativas para frenar esa extensión de la extrema derecha y del racismo, a través de manifestaciones, conciertos, debates e iniciativas como #unteilbar (#Indivisible, una iniciativa por una Alemania abierta y libre).