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Frente a una posible nueva oleada del COVID-19: Test serológicos y PCR

La PCR -Polymerase Chain Reaction- es una de las técnicas más utilizadas en genética. Es la base de la mayoría de experimentos genéticos que se realizan hoy en día.

Se utiliza para agrandar la cantidad de ADN. Se coge la cantidad de ADN necesario, se le añaden ciertos productos -reactivos- y se mete en una máquina llamada termociclador. El termociclador repite una y otra vez el mismo proceso, subir y bajar la temperatura.

Aunque el coronavirus está formado de ARN, lo transforman en ADN y así se puede realizar una prueba PCR. Una enzima revela la carga genética que contiene la muestra, por ende, si un paciente padece o no COVID-19 de forma activa.

La fiabilidad de este tipo de prueba es superior al noventa por ciento. Este tipo de pruebas son más caras que los test rápidos, se realizan en un laboratorio y los resultados tardan entre tres y seis horas.

Las autoridades sanitarias también se han referido a la necesidad de aumentar la capacidad de diagnóstico del COVID-19. Instando a las Comunidades Autónomas a reforzar su capacidad de realizar pruebas PCR, la más fiable para el diagnóstico de la enfermedad.

La prioridad deberían ser los profesionales de los servicios básicos, las personas con más riesgo de contagio o los que presenten síntomas.

Los profesionales de sanidad y los investigadores complementan este contexto con test serológicos. Aún así los análisis que buscan anticuerpos tienen sus limitaciones, ya que se trata de un virus poco conocido. Aún no saben cuánto dura la inmunidad por ejemplo.

La información de pruebas masivas, permitiría predecir las zonas con mayor riesgo de sufrir un brote, para poder prever un pico de ingreso en hospitales, cómo para poder anticiparse a la necesidad de recursos.

Si consiguieran desarrollar una prueba serológica efectiva que busca anticuerpos contra el coronavirus, no haría falta, por ejemplo, confinar a todo el mundo en casa. Únicamente bastaría con aislar y tratar a las personas contagiadas.

Para ello, es necesario aumentar la inversión en I+D, uno de los sectores que vivieron recortados los fondos en el anterior contexto de crisis económica. A su vez, se debe reforzar la sanidad pública, tanto con recursos materiales y con recursos humanos.