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George Orwell. “El Gran Hermano te vigila”

Aún recuerdo el impacto que me causó el primer libro de George Orwell (seudónimo de Eric Blair, 1903-1950) que leí en mi adolescencia. Se trataba de 1984, y me hizo descubrir aspectos del ser humano que no me había planteado hasta aquellos momentos. El temor de Wilson al dolor y la tortura. Su amor por Julia. Su desesperación al verse traicionado y detenido. Poco a poco fui conociendo el resto de sus trabajos y comprendí la extensión del concepto de “orwelliano” y sus implicaciones.

Orwell tuvo una vida difícil de clasificar. Formó parte de la policía imperial inglesa en Asia, vivió años de pobreza en París y Londres, escribió como periodista y enseñó en diversos centros educativos. Todas ellas fueron experiencias que marcaron su vida y su obra. De cada período extrajo sus pensamientos, en forma de escritura: Días en Birmania (1934, un feroz ataque contra el imperialismo), Sin blanca en París y en Londres (1933, donde describe las sórdidas condiciones de vida de las personas sin hogar), El camino a Wigan Pier (1937, donde relata las durísimas condiciones de vida de los mineros sin trabajo del norte de Inglaterra) … todas ellas están impregnadas de sus experiencias personales.

En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario.

Sin embargo, sería su paso por la Guerra Civil española, en el bando republicano, la que conformó gran parte de sus trabajos posteriores. Llegó a España en 1936 como corresponsal de guerra, pero se alistó para combatir; luchó en el frente de Aragón, donde fue ascendido a teniente y fue herido de gravedad. Tras enfrentarse a los comunistas del PSUC en los sucesos de Barcelona, en mayo de 1937, abandonó el país para evitar la pena aplicada por el código marcial vigente, fusilamiento, a causa del delito de deserción que cometió.

Durante la Segunda Guerra Mundial dirigió el servicio de la BBC para la India.

Su obra

La obra de Orwell está marcada por las experiencias personales que vivió en tres fases de su vida: su oposición al imperialismo británico; su postura favorable al socialismo democrático, que consiguió tras haber sufrido las condiciones de vida de las clases trabajadoras; y en contra de los totalitarismos fascistas y los partidarios de Stalin, tras su participación en la Guerra Civil española.

La prosa de Orwell es realista y de una gran calidad narrativa. Pero más allá de sus conocidas novelas, sus ensayos sobre problemas sociales y políticos poseen una franqueza y una sorprendente clarividencia. Durante toda su vida demostró una gran habilidad para analizar la realidad y transformarla en obras literarias que cautivan al lector, pero sin perder la esencia de la crítica social que lo caracterizó.

Ver lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante.

Además de ser un hábil periodista, fue novelista, crítico de literatura y, lo más importante, cronista de gran importancia de gran parte de la mitad del siglo XX. Sin embargo, las dos obras que le darán fama mundial, incluso hasta nuestros días, serán Rebelión en la granja (1945) y 1984 (publicada en 1949, poco antes de su muerte).

En la primera, Rebelión en la granja, presenta de manera satírica los hechos relacionados con la Revolución Rusa y la visión troskista de la subida al poder de Stalin, hechos que el autor plasmó de forma muy sutil. Los animales de una granja se rebelan contra sus dueños, los hombres, aunque luego crean una estructura social peor que la de sus antiguos dueños, sometidos a la nueva casta dominante. Las grandes figuras de la época aparecen representadas por esos animales.

Nada cambiaría mientras el poder siguiera en manos de una minoría privilegiada.

Plasmó los importantes cambios que se produjeron durante los años 1930-1940: el combate de Stalin y Trotsky, el hambre causada por la crisis social, etc. Además, introdujo el concepto del “Gran Hermano”, que pasó al lenguaje común en referencia a las “supuestas” modernas técnicas de vigilancia del totalitarismo del siglo XX. También fue la primera obra que otorgó a Orwell el reconocimiento de la comunidad de autores.

La obra 1984 ofrece una concepción de una vida aterradora, totalmente controlada por la vigilancia constante del “Gran Hermano”. Describía lo que él consideraba un nuevo tipo de sociedad controlada totalitariamente por métodos burocráticos, políticos y tecnológicos (¿nos suena de actualidad?). se trata de una ficción de pesadilla, en un mundo regido por grandes potencias, en el que el “Ministerio de la Verdad” se encarga de controlar la información.

Si el líder dice de tal evento no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas.

Sus protagonistas, Wilson y Julia, se verán arrojados a las circunstancias propias de un Estado totalitario moderno: la mirada policial que es omnipresente, omnisciente. Una sociedad en la que el lenguaje es adulterado para distorsionar los hechos, según mejor convenga al sistema, creando una nueva realidad artificial. Una sociedad en la que están prohibidos los sentimientos, los placeres. Wilson y Julia intentarán cambiar las reglas de juego, en un mundo en el que el lavado de cerebro, el control y la manipulación son las claves del sistema. Orwell nos presenta un sistema que puede controlar, incluso, el pensamiento de las personas, y eso era lo que atormentaba a Wilson: no poder mostrar sus propias opiniones o ideales.

El concepto del “Gran Hermano” sería utilizado, posteriormente, en todas aquellas circunstancias en las que el totalitarismo tuvo, tiene o busca establecerse.

Sus experiencias en la Guerra Civil española las recogió en su libro Homenaje a Catalunya (1938), uno de los relatos más conmovedores escritos sobre esa guerra y en el que hace responsable al Partido Comunista de España (PCE) y al estalinismo de la destrucción del anarquismo español, sin tener en cuenta el abandono del frente por parte del anarquismo, y los problemas que supusieron el triunfo del fascismo. También describe su admiración por lo que identifica como la ausencia de estructuras de clase en algunas zonas dominadas por los revolucionarios anarquistas.

La guerra de España y otros acontecimientos ocurridos en 1936-1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo.

Orwell consideraba que, si bien era necesario un cambio radical en las sociedades capitalistas occidentales, el estalinismo, por su parte, representaba una amenaza a los principios que lo sustentaban. Cuando salió de Catalunya, Orwell se había convertido en un antiestalinista con simpatías por los trotskistas, y se definía como un “socialista demócrata”.

El profundo escéptico

Orwell vivió una época de grandes cambios y acontecimientos históricos irrepetibles, como fue la primera mitad del siglo XX, que marcaron su vida y su obra a través de la guerra y los totalitarismos. Y eso marcó profundamente sus obras más populares, en las que se reflejan sus temores, pero que también demuestran su gran habilidad para interpretar acontecimientos de un sistema que él consideraba totalitario y asemejarlo a situaciones reales, que vivió en carne propia, y que quería transmitir.

Si quien controla el pasado, controla el futuro, ¿Quién controla el presente, controla el pasado?

Su obra refleja sus posturas políticas y sociales, subrayando la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. A través de una gran cantidad de contenidos autobiográficos, empleaba las ciencias sociales en la búsqueda de explicaciones a la miseria y la explotación del capitalismo. Gracias a eso, se convirtió en un escritor que era capaz de expresar en palabras sus ideales, que cambiaría el pensamiento de miles de personas.

La prosa de Orwell revela un compromiso cuyo punto esencial es el rechazo radical a lo que él considera a totalitarismos y al capitalismo. Su postura nunca fue aceptada por los intelectuales de la izquierda, que le convirtieron en blanco de sus críticas, considerándolo demasiado individualista.

Orwell murió en 1950, dejando a su paso un profundo escepticismo por las manipulaciones de la política.

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