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¿Ha acabado Luis Almagro con la credibilidad negociadora de la OEA?

En el papel, la Organización de Estados Americanos (OEA) es un foro en el que participan todas las naciones de América y el Caribe, cuyo objetivo pasa por solventar los problemas de esas naciones, ya sean dentro de sus fronteras o con otros países americanos, mediante el diálogo. Es decir, la OEA debe ser el árbitro neutral que dirija las negociaciones entre los bandos enfrentados. No puede tomar parte por ninguno.

Muchos líderes políticos de América veían -y ven- a la OEA imposibilitada para llevar a cabo esta función por diversas razones. Hugo Chávez y Nestor Kirchner consideraban a esta institución un lugar en el que Estados Unidos (EEUU) usaba su influencia diplomática para variar las posiciones de algunos países en función de sus intereses, ya que la OEA se fundó en los primeros momentos de la Guerra Fría como una estrategia de EEUU para evitar una posible influencia de la Unión Soviética en América Latina.

Otros políticos como Evo Morales y Rafael Correa señalaban como una evidencia de que la OEA está controlada por EEUU, que la sede de la instancia internacional estuviera en ese país. Unas acusaciones que se demostraron como ciertas cuando la OEA pilotó el diálogo en 2.010 entre los golpistas hondureños y los defensores de la democracia: la dictadura y la represión en Honduras continúan a día de hoy, y siguen envueltas en la misma impunidad que en aquel año.

El vicepresidente de EEUU Mike Pence (izquierda) con Luis Almagro (a su lado).

Sin embargo la OEA ha logrado mantener una capa de neutralidad incluso en sus momentos más bajos, cuando la Ola Bolivariana no había llegado al rompeolas neoliberal. Nuevas instituciones surgieron por el impulso de la izquierda suramericana, centroamericana y caribeña, que impidieron a EEUU y Canadá participar en ellas. Fueron la Unión de Naciones del SUR (UNASUR, países de América del Sur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, todos los países de América excepto EEUU y Canadá).

La OEA resistió el embate y esperó pacientemente a que los fraudes electorales y los golpes de estado promovidos por EEUU acabasen con la correlación de fuerzas favorable a la izquierda. A día de hoy la Organización de Estados Americanos vuelve a ser el único foro en el que solucionar las disputas, ya que la derecha ha dinamitado tanto la UNASUR como la CELAC.

Los anteriores secretarios generales de la institución creada en los albores de la Guerra Fría, mantuvieron de cara a la imagen pública una posición neutral, aunque detrás de las bambalinas no fuese así -como cuando la OEA viajó a Venezuela tras el golpe a Hugo Chávez para reconocer al golpista Pedro Carmona Estanga como presidente-, sin embargo, el uruguayo Luis Almagro no ha sido capaz de mantener esa posición bipolar.

Luis Almagro no ha sido capaz de mantener esa neutralidad ni siquiera de cara a la galería, posicionándose abiertamente con una de las dos facciones que se disputan el poder en Venezuela: con la oposición fascista. Dentro de los que se oponen a la Revolución Bolivariana hay quienes pretenden alcanzar el poder mediante los cauces democráticos y quienes lo esperan conseguir mediante golpes de estado y boicot a la economía. Almagro está junto a los últimos.

Luis Almagro (a la derecha) reunido con Henrique Capriles, uno de los líderes que impulsaron las guarimbas que se saldaron con cientos de muertos y miles de heridos.

No solo ha hecho suyos los argumentos del sector más a la derecha, anulándose como árbitro y olvidándose de su formación diplomática, sino que ha levantado un muro con respecto al gobierno de Venezuela, con el que no quiere hablar, solo eliminarlo del poder, pese a que el gobierno venezolano es constitucional y sus autoridades son reconocidas por la inmensa mayoría de los países de la Comunidad Internacional.

El representante de la OEA ha centrado su labor única y exclusivamente en Venezuela, mientras en Colombia hay denuncias diarias por los asesinatos de militantes de izquierda, en Brasil el líder del ejecutivo Michel Temer llegó mediante un golpe de estado, mete en la cárcel al candidato principal de la oposición, y retiene el poder desde hace dos años sin haberse legitimado en elecciones libres, en Honduras los propios expertos electorales de la OEA confirmaron el fraude electoral y el ganador además vulneró la constitución que le prohibía presentarse una segunda vez. Ninguno de esos países han requerido por ahora la atención de Luis Almagro.

Sin embargo, el uruguayo ha decidido profundizar todavía más su ataque contra Venezuela, solo que ahora con tanta rabia que se le han escapado unas cuantas cartas por la manga. Ha llamado a una invasión militar que ha roto el consenso entre los gobiernos de derecha que apoyaban los planes golpistas del secretario general y el gobierno de los EEUU en la OEA. Su propio país, Uruguay, tuvo que publicar un comunicado oficial en el que rechaza las agresivas declaraciones de su diplomático.

En las últimas horas Almagro, en una muestra de la desesperación de EEUU por no poder haber sometido al gobierno de Nicolás Maduro, ha insultado al expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Lo ha llamado “imbécil” por mantenerse neutral y apostar por el diálogo de igual a igual entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición. Una posición que Almagro, desubicado totalmente en el tablero político de América Latina, considera una alianza con la “dictadura”. Incluso el gobierno español ya ha avisado que tomará acciones contra el secretario general de la OEA por el ataque al expresidente.

El Grupo de Lima, formado solo para apoyar a EEUU contra Venezuela, rechazó las declaraciones de Luis Almagro en favor de la invasión militar.

El nerviosismo se debe a que EEUU ha ido perdiendo todas las oportunidades posibles para derrocar a Maduro de una manera “democrática”, esto es mediante mecanismos recogidos en la legislación internacional como sanciones, y la aplicación de la Carta Democrática de la OEA.

Primero la administración de Barack Obama y después la de Donald Trump, no han sido capaces de conseguir los 24 votos necesarios en la asamblea de la OEA. Hace varios meses esa posibilidad se acercó cuando Nicaragua pasó de votar no a abstenerse por el chantaje al que EEUU la estaba sometiendo, pero con la victoria de López Obrador en México, cuyo próximo canciller ya avisó que no apoyaría al gobierno estadounidense en sus ataques contra Venezuela, la posibilidad se esfumó. A eso hay que sumar que en pocos meses Venezuela se retirará de la OEA, lo que cierra definitivamente la puerta a una intervención extranjera avalada por un organismo internacional. De ahí el nerviosismo de EEUU contagiado a su representante en la OEA Luis Almagro.