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La crisis de Honduras muestra las diferencias entre EEUU y México en migración

La actual situación en Honduras, y la actuación en la crisis del gobierno de Estados Unidos dirigido por Donald Trump, ha mostrado la diferencia que ese ejecutivo tiene con el mexicano representado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la cuestión migratoria.

Tras la sublevación de la Policía Nacional de Honduras, que decidió en su mayor parte dejar de seguir las órdenes de represión de Juan Orlando Hernández (JOH) contra las manifestaciones pacíficas, el dictador de Honduras movilizó a las Fuerzas Armadas para las tareas de orden público, una medida rechaza por la Organización de Naciones Unidas (ONU) al contravenir la doctrina de los Derechos Humanos (DDHH).

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Estados Unidos, como apoyo al régimen en el que JOH concentra todo el poder, ha decidido enviar un contingente de 300 soldados para apoyar la represión de las movilizaciones masivas que están liderando los maestros y médicos, con el apoyo del líder de la oposición José Manuel Zelaya.

La posición del gigante americano sorprende en cuanto lleva a cabo una política racista y xenófoba contra los migrantes centroamericanos que llegan a su país -principalmente desde Honduras-. Donald Trump ha amenazado recientemente con aumentar las expulsiones, y ha intentado quebrar la voluntad política del gobierno mexicano, con amenazas sobre los aranceles de los productos aztecas, para que López Obrador los reprima a su paso por México.

Sin embargo, pese a no desear que más migrantes crucen la frontera hacia Estados Unidos, Donald Trump apoya la dictadura dirigida por JOH, cuyas políticas han aumentado sensiblemente el movimiento migratorio de sus ciudadanos hacia el norte. Quienes abandonan Honduras lo hacen coreando la consigna “Fuera JOH“, y expresan que abandonan el país por la pobreza y miseria que se impuso desde el golpe de estado contra Manuel Zelaya, profundizadas por el actual ejecutivo.

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El respaldo militar de EEUU a JOH con el envío de tropas para evitar la caída del dictador, muestra que para el gobierno de Donald Trump los intereses de las grandes empresas norteamericanas que se han aprovechado de las privatizaciones, y el apoyo diplomático de Honduras a los planes golpistas en Nicaragua y Venezuela, pesan más que las personas que se ven obligadas a huir del país, y que al llegar a EEUU serán reprimidas, separadas de sus familias, y criminalizadas por el mismo mandatario que los expulsará, y que sostiene el régimen que aplica las recetas económicas culpables de su salida.

Mientras tanto, la política exterior de México se limita a no interferir en los asuntos internos de otros países, y la creación de un plan de fondos económicos para la creación de empleo, incidiendo en la realidad cotidiana de los posibles migrantes, que al encontrar trabajo en sus ciudades, no necesitarán abandonar su país en busca de mejores condiciones de vida.

Una propuesta que el canciller mexicano, Marcelo Ebrard llevó a la reunión con altas autoridades norteamericanas como solución al problema de la migración, aceptada en parte por EEUU, que puso un plazo para comprobar sus efectos, demasiado corto, lo que supone retrasar el no, ya que en base a los hechos acaecidos en Honduras, no es la migración lo que preocupa al ejecutivo de Donald Trump, que la mantiene en su agenda política solo como discurso, para sostener el voto de importantes sectores sociales.