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La Huelga General Revolucionaria de octubre de 1934. La revolución olvidada (I)

Se cumplen 85 años del movimiento huelguístico revolucionario que se produjo entre el 5 y el 19 de octubre de 1934, durante el bienio radical-cedista de la Segunda República española.

Desde el triunfo de la derecha, en 1933, comenzó a extenderse el temor de que las reformas emprendidas con la llegada de la Segunda República pudiesen ser eliminadas. Fue por eso que en octubre de 1934 resonó por toda España el grito de “Huelga General Revolucionaria”. Ante la amenaza para la República, el pueblo decidió luchar, aunque fue Asturias el centro de la revolución, quedando aislada en ese intento.

Antecedentes

Hasta la revolución de octubre, Asturias era la primera provincia de todo el Estado español con mayor número de huelgas. Más del 50% de su población era obrera, especialmente en el sector de la minería.

Tras ser expulsados del gobierno, en septiembre de 1933 y la ruptura con los republicanos, muchos socialistas decidieron abandonar la lucha legal, el reformismo, considerando la revolución socialista como el único camino objetivo. Esta postura la justificó Francisco Largo Caballero, el líder socialista, que protagonizó este cambio de orientación.

Ese viraje se vio legitimado por la entrada de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas, una coalición de partidos católicos y de derechas, profundamente anti-republicano y anti-democrático) en el gobierno.

Otros hechos que también tuvieron un peso importante en la radicalización socialista fue la aparición de violencia por parte de Falange Española, la agresividad verbal de Gil Robles (con constantes declaraciones contra la democracia y a favor del “concepto totalitario del Estado”), y las demostraciones fascistas de las organizaciones juveniles de la CEDA (Juventudes de Acción Popular, JAP).

En enero de 1934 los dirigentes socialistas que defendían la insurrección expulsaron de la Comisión Ejecutiva de la UGT a los dirigentes socialistas contrarios a la estrategia “revolucionaria”. Desde ese momento, Largo Caballero acumuló los cargos de presidente del PSOE y secretario general de la UGT, además de líder de las Juventudes Socialistas. Se formó una Comisión Mixta, para organizar la huelga revolucionaria y el movimiento insurreccional armado.

A través de la Comisión Mixta se dieron instrucciones para formar “comités revolucionarios”. También debían crearse grupos de sabotaje de los servicios de electricidad, gas, teléfono, transportes, etc.; se formarían milicias que recibirían instrucción militar.

La Comisión Mixta encargó a Indalecio Prieto la preparación militar de la revolución. También debía atraerse a oficiales del ejército favorables a la causa revolucionaria, conseguir recursos financieros y la adquisición de armas. Pero la actividad de Prieto, en este sentido, fue un rotundo fracaso en todos esos aspectos. A mediados de septiembre de 1934, tres importantes depósitos de armas de los revolucionarios fueron descubiertos por la policía y la Guardia Civil.

Tras las vacaciones parlamentarias, el 1 de octubre de 1934, la CEDA retiró su apoyo al gobierno de centro-derecha y exigió formar parte del gobierno de Alejandro Lerroux. Éste, viéndose obligado por las presiones y las circunstancias, accedió a la demanda cedista y formó un nuevo gobierno, con tres ministros de la CEDA.

El 4 de octubre, la Comisión Mixta socialista convocó la huelga general revolucionaria, que debía iniciarse al día siguiente. La CNT, que había protagonizado la insurrección anarquista de diciembre de 1933, se abstuvo de apoyar la convocatoria, aunque algunas de sus agrupaciones regionales y locales sí apoyaron a los insurrectos. Este apoyo fue especialmente importante en Asturias.

El estado de ánimo general entre los trabajadores, en 1934, era de un profundo desengaño. Todas las esperanzas que se habían puesto en la República surgida en abril de 1931 se habían ido desmoronando, ante el giro hacia la derecha que siguió a las elecciones de noviembre de 1933, y que llevarían a la entrada de la CEDA en el gobierno. Pero la situación en Asturias era diferente al resto de España, porque el movimiento obrero había constituido una unidad histórica, y el nivel de respuesta social fue enorme.

La huelga revolucionaria proyectada por los socialistas fue una forma de defensa de la legitimidad republicana, frente a la legalidad del gobierno radical-cedista. Se trataba de una insurrección defensiva, destinada a corregir el rumbo de la república burguesa hacia una orientación más revolucionaria, que defendiese el movimiento obrero español.

Los legionarios han hecho una verdadera limpia de enemigos en la ciudad [de Oviedo] con procedimientos expeditivos y eficaces (ABC, 18 de octubre).

La Revolución de Octubre en España

Los principales focos de la revolución se produjeron en Cataluña y Asturias, región en la que tuvieron lugar los hechos más graves. También en otras poblaciones hubo graves disturbios, como en El Ferrol, las cuencas mineras de Castilla la Vieja, en León y en algunas ciudades y pueblos de Valladolid.

En Cataluña, el gobierno del Presidente Lluís Companys proclamó l’Estatut Català, dentro de la República Federal Española, el día 6. Esto provocó, al día siguiente, la declaración del Estado de guerra, y la intervención del ejército, al mando del general Domingo Batet (que sería fusilado, en 1937, por negarse a sublevarse contra la República en julio de 1936).

El ejército dominó rápidamente la situación, después de algunas luchas. Se detuvo a Companys, se suspendió la autonomía catalana, y se detuvo a Manuel Azaña que, casualmente, estaba en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera ministro de su gobierno Jaume Carner. También hubo más de 4.000 detenidos, la mayoría de ellos funcionarios de la Generalitat y municipales.

La multitud se congrega en la Pl. Sant Jaume, ante el Palau de la Generalitat, para escuchar la proclamación de la república catalana de Francesc Macià (fotografía de la Fundació Francesc Macià).

En Madrid, la UGT declaró la huelga general, que se prolongó durante ocho días, con un alto índice de participación de los trabajadores, pese a la falta de apoyo de la CNT. A pesar de eso, la acción insurreccional fracasó, entre otras cosas, por la falta de una dirección que transformase la huelga general en un movimiento revolucionario, y porque no se consiguió el apoyo necesario para asaltar las principales instituciones del poder.

En Extremadura, Andalucía y La Mancha, los jornaleros del campo, que ya habían sido duramente reprimidos en las huelgas de junio, apenas pudieron secundar la nueva huelga general. Estas zonas fueron las grandes ausentes de la revolución, aunque en algunas pequeñas localidades se produjo algún intento.

En Aragón, la razón del fracaso de octubre fue la misma que en Andalucía o Extremadura: la represión de las huelgas campesinas de junio había debilitado esas zonas. La convocatoria solo fue secundada por algunos sectores obreros socialistas de Zaragoza, donde la CNT era hegemónica, y en la cuenca minera de Teruel. También hubo algunos brotes insurreccionales en pequeñas localidades. Además en La Rioja fue determinante la durísima represión de la huelga de junio, aunque hubo una cierta agitación en Logroño.

En Navarra la protesta se manifestó bajo formas más arcaicas de acciones, como la destrucción de la maquinaria agrícola. En esta región se había detenido a más de 7 000 campesinos en junio. En Pamplona, Tafalla, Alsasua y Tudela hubo un cierto seguimiento de la huelga, acompañado de algunos sabotajes.

En la Comunidad Valenciana, donde en 1934 la UGT había superado a la CNT como primera fuerza sindical, se declaró la huelga en los núcleos urbanos más importantes, con enfrentamientos con las fuerzas del orden en Alicante, Elche, Elda, Novelda, Villena, Valencia y algunas más. La represión posterior se saldaría con más de 1 200 detenidos.

En Baleares se produjeron huelgas insurreccionales en Llucmajor y Manacor, pero como la huelga general no se secundó en Palma de Mallorca, se dio la consigna de volver al trabajo.

En Cantabria, la huelga se mantuvo del 5 al 16 de octubre. Hubo enfrentamientos en el puerto de Santander y en la factoría de Nueva Montaña, pero el centro revolucionario estuvo en la zona industrial de Torrelavega y la cuenca del Besaya. En Reinosa, el gobierno empleó a tropas trasladadas desde Burgos.

Hubo enfrentamientos armados en las zonas mineras del norte de Castilla y León, tanto en las de Palencia como en las de León. En la zona minera de León, la insurrección estuvo ligada a la revolución asturiana, pero fracasó porque los revolucionarios asturianos no pudieron enviar refuerzos, y por la acción represora de las autoridades. La revolución se intensificó a nivel local (Villablino, Sabrero, Bembibre, etc.). Fuera de las zonas mineras de León y Palencia, la revolución quedó reducida a algunos enfrentamientos esporádicos con la Guardia Civil.

Fue en el País Vasco, junto a Cataluña y Asturias, donde la revolución de octubre tuvo una mayor intensidad. Durante la semana del 5 al 12 la huelga tuvo una importancia estratégica, por la zona minera e industrial de Bilbao y de Eibar, el principal centro de fabricación de armas del país. Además, el País Vasco era un bastión histórico del socialismo y de Indalecio Prieto.

Pero los socialistas vascos no pudieron contar con el PNV ni su sindicato Solidaridad de Obreros Vascos, porque eran organizaciones católicas, contrarias al socialismo. Por eso, la dirección del PNV ordenó a sus bases que se abstuvieran de participar en la insurrección. Sólo en Vizcaya y Guipúzcoa se produjo una huelga insurreccional, entre el 5 y el 12, que sólo se pudo aplastar con la intervención de la Guardia Civil, la Guardia de Asalto y el Ejército, que sofocaron la revolución.