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La izquierda latinoamericana cierra filas con Maduro, Ortega y Lula

Hace una década, la correlación de fuerzas de la izquierda en América Latina era muy superior a la derecha. A cada elección celebrada, la izquierda transformadora llegaba al gobierno, reduciendo los espacios de poder de las oligarquías con las que los gobiernos turnistas de Estados Unidos se entendían a la perfección.

Sin embargo la izquierda que conquistaba el sur del continente tenía una agenda propia, que en lo interno no permitía a las grandes empresas extranjeras explotar sus recursos naturales sin proteger el medio ambiente, ni sin pagar altos tributos al Estado, en las pocas veces que no se nacionalizaban esos recursos. En lo externo rechazaba los Tratados de Libre Comercio, y se oponía a la injerencia golpista estadounidense en el mundo desarrollando una diplomacia que complicó la política exterior de Estados Unidos en el continente.

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Los logros de aquellos años consistieron en una bajada de la pobreza y la desigualdad, la creación de nuevas infraestructuras democráticas internacionales sin la participación de Estados Unidos ni Canadá, como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Sin embargo, Estados Unidos y las oligarquías que habían perdido el poder, y junto a él muchos de sus privilegios, comenzaron una ofensiva golpista que ha reducido los países gobernados por la izquierda a seis: Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y México. Los progresistas latinoamericanos perdieron mediante golpes de estado el poder en Honduras, Paraguay y la poderosa Brasil. Mediante intensas campañas de manipulación Argentina cayó en manos neoliberales, y con la compra de voluntades, Ecuador ha vuelto a sumirse en la “oscura noche neoliberal“.

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Ese desequilibrio artificial, iniciado por Estados Unidos bajo el mandato del expresidente Barack Obama y continuado por la Administración de Donald Trump, ha tumbado la UNASUR y la CELAC, recuperando la Organización de Estados Americanos (OEA) como foro del continente, en el que EEUU y sus aliados tienen la correlación de fuerzas que aprovechan para avalar los intentos de golpe de estado, y reconocen los que tiene éxito.

Su último triunfo lo supuso el golpe de estado en Brasil, que derrocó a Dilma Rousseff del poder ejecutivo, ahora controlado por Michel Temer quién lleva dos años en el poder sin haberse presentado a las elecciones, y ha creado una farsa judicial para impedir que el principal opositor, y líder en las encuestas, Lula da Silva, no pueda presentarse a las elecciones.

Ahora, EEUU y sus socios en América Latina están centrado sus ataques en Nicaragua, una vez que Venezuela sigue resistiendo el alza desmedida y artificial de los precios y las sanciones económicas. Mediante sus agencias USAID y NED, la primera dependiente de Donald Trump y la segunda de la CIA, el gobierno norteamericano ha creado unas fuerzas paramilitares integradas por delincuentes comunes y miembros de maras salvadoreñas, que están aplicando violencia a la población que simpatiza con el gobierno de Daniel Ortega, a la vez que impulsa una matriz de opinión en los medios de comunicación que califica a los violentos como pacíficos, y a los ciudadanos que sufren la violencia como ejecutores de la misma.

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El Foro de São Paulo (FSP) es una organización que está integrada por la completa unidad de la izquierda latinoamericana. El partido de López Obrador (MORENA) participa en el FSP junto con el MAS de Evo Morales, el PSUV de Nicolás Maduro, MANA-RC de Rafael Correa, la mayoría de las fuerzas que apoyaron a Gustavo Petro, El Frente Amplio de Mujica, el PT de Lula, el Partido LIBRE de Manuel Zelaya y el FSLN de Daniel Ortega entre otras muchas fuerzas políticas.

Todos esos movimientos se reunieron el pasado fin de semana en La Habana con el objetivo de discutir los ejes políticos y su aplicación para volver a conquistar los gobiernos perdidos a causa de la acción del imperialismo norteamericano, además de mostrar de manera unánime su apoyo a los gobiernos de Nicaragua y Venezuela, y al pueblo de Brasil en su lucha contra la dictadura y en favor de la liberación de Lula da Silva.