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Justos entre las Naciones

Quién salva una vida, está salvando el mundo entero (Talmud).

En un mundo inmerso en la locura homicida hubo una minoría que supo mantener su dignidad y defender los valores de la humanidad. Son los que se han considerado Justos entre las Naciones, personas que se enfrentaron a la indiferencia generalizada, a la hostilidad que prevaleció durante el Holocausto.

“Justos entre las Naciones” es una expresión del judaísmo para referirse al conjunto de aquellas personas no judías (gentiles) que merecen consideración y respeto por asumir una conducta ética y de ayuda hacia aquellos judíos cuya vida corría peligro. Según el Talmud, los “Justos entre las Naciones del mundo tienen un lugar en el mundo venidero”.

A pesar de lo que hicieron, de las vidas que salvaron, la historia de estas personas sigue siendo, en la mayoría de los casos, desconocida. En nuestro país, por ejemplo, apenas un puñado de personas conocen los nombres de Carmen Schrader Angerstein, José Ruiz Santaella, Eduardo Propper de Callejón, Ángel Sanz Briz o Miguel Ángel de Muguiro.

Antecedentes históricos

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial quedaron en evidencia los terribles crímenes cometidos por el régimen nacionalsocialista en contra de las personas de religión o ascendencia judía en Europa: el Holocausto o Shoah.

Poco después de la creación del estado de Israel, en 1948, quedó en evidencia la necesidad de conmemorar a los “mártires”. Eso abrió un debate en la sociedad israelí, que adquirió una fuerte carga política en los años 1950, hasta marzo de 1953, cuando el Parlamento israelí aprobó una Ley “sobre la conmemoración de los mártires y héroes – Memorial de Yad Vashem”. Tras el debate, el proyecto fue ampliado a aquellos no judíos que, por su comportamiento, merecían un reconocimiento equivalente a la consideración tradicional de Justos entre las Naciones. La institución Yad Vashem quedó finalmente constituida por una ley de agosto de 1953.

En todos los lugares en los que los judíos sufrieron la persecución nazi hubo también personas que los ayudaron, que no mostraron indiferencia, que los ayudaron. Algunos de ellos salvaron muchas vidas, otros apenas un puñado. Muchos perdieron la vida como consecuencia de su coraje.

La mayoría de ellos comenzaron como observadores pasivos, igual que el resto de la sociedad. Pero muchos de ellos cambiaron su actitud cuando se vieron confrontados a la deportación y la matanza de judíos, cuando llegó un punto en que se vieron impelidos a actuar, cuando se enfrentaron a una barrera que no estaban dispuestos a cruzar, cuando ya no pudieron consentir con las crecientes medidas que afectaban, cada vez más cruelmente, a los judíos de Europa. Los Justos se involucraron de forma progresiva para ayudar a los judíos perseguidos: ocultando a alguien durante una redada, ocultando a hostigados, salvando a niños.

El precio que estas personas, los Justos, tuvieron que pagar por sus actividades varió de un momento a otro, de una zona a otra: en algunos lugares se perseguía a los que ocultaban a alguien; en otros casos, se asesinaba al responsable y a toda su familia, etc. Los Justos y los perseguidos vivían en el temor constante de ser denunciados, de ser arrestados, por desafiar las normas. Por eso, los Justos dejaban de vivir sus vidas y comenzaban una existencia clandestina, una vida regida por el temor a la denuncia y la represión.

La mayoría de los Justos eran personas corrientes; unos actuaban por convicciones políticas, ideológicas o religiosas; otros eran meros seres humanos a los que les importaban las personas de su alrededor. En muchos casos nunca planearon convertirse en salvadores. En la mayoría no estaban preparados para el momento en el que tomaron una decisión de tanta importancia.

Hasta ahora, Yad Vashem ha reconocido a 27.362 Justos, de 49 países y nacionalidades: entre ellos 9 españoles, aunque la mayoría procede de Polonia, Países Bajos, Ucrania, Francia, Bélgica, etc.; cristianos de todas las denominaciones e iglesias, ateos, agnósticos, hombres y mujeres de todas las edades, de todos los estratos sociales, etc. Los Justos son un grupo diverso, con el único punto en común de que mantuvieron su humanidad y su coraje por encima de la barbarie, defendiendo sus principios morales. Tampoco importa a cuántos judíos logró salvar cada uno de ellos.

Durante ese período, ser observador pasivo era la regla; ser colaborador fue algo generalizado; y rescatar fue una mera excepción. Pero su actitud demostró también que existía la libertad de elección, y nos demostraron que cada persona puede marcar la diferencia con su actitud ante la barbarie.

La institución

En 1953, el Kneset (el Parlamento de Israel) estableció una ley, desarrollada a partir de 1963 por Yad Vashem, la institución creada para honrar a las víctimas y los héroes del Holocausto, con el objeto de rendir el máximo honor a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, ayudaron a las víctimas, por su condición de judíos, de la persecución nazi.

En el memorial de Yad Vashem se creó un sencillo monumento (para la historia que contiene), situado en un pacífico jardín. Allí están inscritos los nombres de los Justos de las Naciones, ciudadanos que trascendieron los límites impuestos por la represión y el terror nazi y que fueron capaces de llevar su condición humana más allá de lo que hizo el resto de la sociedad.

Fue en los años 1960, a raíz del juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén, que comenzaron a llegar a la luz casos relevantes de judíos ayudados por otras personas. Eso llevó a la creación de una comisión de investigación e identificación sistemática de los Justos.

La distinción de Justo entre las Naciones es única en su género que honra, utilizando un criterio previamente establecido, las acciones de aquellos que rescataron judíos durante el Holocausto. Yad Vashem considera que el reconocimiento de los Justos cumple con objetivos educativos, pero también morales y políticos.

No sólo han sido personas individuales las reconocidas como Justos, sino también colectivos o naciones. Por ejemplo, el caso de Dinamarca, que consiguió salvar a la mayor parte de la comunidad judía del país en una operación de evacuación hacia Suecia, en octubre de 1943; en Francia, la villa de Le Cambon-sur-Lignon, consiguió esconder y salvar a la mayoría de sus judíos. Los 117 habitantes del pueblo de Nieuwlande, en Holanda, decidieron que en cada casa se acogiera al menos un judío, por lo que fueron reconocidos, etc.

El número de supervivientes rescatado gracias a la ayuda de los Justos, durante el período nazi, es desconocido y muy difícil de estimar, porque muchos no informaron sobre quiénes fueron sus salvadores, ni sobre los detalles de la asistencia que recibieron.

Algunas conclusiones

La tragedia de la Shoah, del Holocausto, ha sido analizada desde todas las disciplinas sociales y científicas, y ha pasado a formar parte del sustrato de las sociedades libres. Y uno de los temas recurrentes en este sentido es la historia de aquellas personas que, de forma desinteresada, poniendo en riesgo sus vidas, ayudaron a los judíos a escapar del exterminio.

El Holocausto es un crimen único y sin precedentes en la historia de la humanidad. Una concepción del mundo que exigía el exterminio masivo e industrial de los que eran diferentes. Pero el Holocausto es también la historia de todos aquellos que, sin importar las circunstancias ni las consecuencias, se enfrentaron a un régimen que tenía en su agenda política la eliminación de seres humanos, a causa de su origen o condición.

Después del Holocausto, las generaciones venideras tienen una serie de deberes imposibles de esquivar, y el del recuerdo, la memoria, es el más importante. Pero también reivindicar como ejemplo a todos aquellos que no desviaron la vista ante el sufrimiento de sus semejantes.

Sin embargo, muchos de ellos, los verdaderos héroes, los Justos entre las Naciones, fueron condenados al olvido, tanto en sus países como en la sociedad en general. No fueron, no son y no serán noticia. Poco o nada sabemos de ellos. ¿Qué se recuerda en nuestro país de sus nombres o de sus acciones?