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¿La ética y lo ético ponen en duda nuestra condición humana? (I)

La palabra ética proviene de la gramática ethos, comportamiento y hábitos del hombre. Es la ciencia que busca razones últimas y universales para adecuar la conducta humana al bien del universo.

La cuestión sobre la ética es ella misma, y la concepción que se tiene sobre si debido a que lo que una familia considera ético, para otra es muy poco ético. Razón por la cual todo padre de familia se plantea cómo conseguir que su hijo sea una buena persona. Preocupación generada por el mal, el ansia del bien, el deseo general de formar buenas personas que encajen en los estándares éticamente aceptados.

Por su parte la ética aristotélica plantea una reflexión sobre el comportamiento humano, intentando clarificar qué nos puede ayudar a ser más felices por hacernos mejores y más auténticos. Es decir, es auténtica ética; no manual de soluciones a dilemas morales. Giuseppe Abbá, dice “la ética no está en los códigos o mandamientos ni en las nubes, sino en el encuentro de nuestra libertad con el bien accesible para nosotros”.

Libertad que nos permite percibir lo malo y lo bueno y el mal a través de diferentes épocas y momentos de la historia han mutado: algunas sociedades lo distinguían en las pestes y enfermedades, más tarde en las guerras y ciertas corrientes políticas. Hoy esta noción se manifiesta en fenómenos como el narcotráfico o el terrorismo, pero también en las acciones cotidianas. Es allí cuando, por medio de la ética, contrastamos y podemos elegir qué acciones tomar en nuestro día a día.

Además, la maldad es un concepto que ha acompañado a la humanidad desde el principio de sus días. Más allá de ser una idea religiosa, el mal es “un problema” que se manifiesta lo mismo en la familia que en la política internacional o en el arte, a pesar de que la filosofía, la cultura y los valores del sistema capitalista han propiciado una cosmovisión individualista” impregnado a todos los ámbitos de la sociedad contemporánea.

Es necesario recalcar que la ética juega un papel importante como intermediario en las relaciones de convivencia comunitaria; siendo necesario recodar que los seres humanos somos individuos, pero también somos comunidad y no podemos vivir sin la relación con el otro, incluso con la naturaleza.

La humanidad frente al ser humano

¿Quién nos define?

La evolución social en la actualidad ha transformado las organizaciones del Estado en una expresión estructural, funcional y cognoscitiva, producto de las relaciones de poder y la ética como mecanismo idóneo e instintivo para reproducir la conducta socialmente aceptada.

Lo que comúnmente vociferamos como humanidad, se ha falseado en niveles tan alarmantes que en la actualmente adolece de tantas cualidades y virtudes, que se consideran varias interrogantes: ¿somos realmente dignos de ser humanos? ¿Nuestras acciones se corresponden con lo que consideramos éticamente correcto? ¿Es viable un cambio en la conducta humana que nos conlleve a una verdadera humanización?

Bajo esta óptica, se hacen imprescindibles nuevas formas de convivencia sustentadas en la ética social, la dignificación de la vida humana y la justicia social. Basta asomarse superficialmente a los medios de comunicación para observar que la preocupación por el bien… ¿qué es? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo se accede a él? Y, ¿cómo conseguirlo?

Se escandaliza la proliferación del mal, desde los abusos a menores a la eventual destrucción del sistema ecológico planetario. Nos desconcierta la propagación de la mentira normalizada en la red y en la vida política, no logramos dominar la corrupción en la vida política y económica, la violencia contra la mujer no desaparece y va in crescendo. Fracasamos con frecuencia en la culturización de los menores y llenamos las escuelas de éticas y ciudadanías que no mejoran los resultados.

Nuestros afectos son nulos: ancianos solos y abandonados en las grandes urbes del mundo rico mientras los niños son explotados sexual y económicamente. Seguimos en guerras que nadie entiende y destruimos países (Libia, Irak, Siria, Venezuela…).

El político debe tener amor apasionado por su causa, ética de su responsabilidad y mesura en sus actuaciones. Max Weber.

Es una frase que hoy día tiene una gran vigencia en el acontecer mundial. Los políticos son los primeros que deberían tomarla como eslogan de vida. Un ejemplo claro es el presidente de Estados Unidos Donald Trump quien, en su discurso a través de redes sociales como Twitter, se contradice y confunde a la población.

En este tweet  expresa:

“El saqueo conduce a disparos, y es por eso que un hombre fue asesinado a tiros en Minneapolis el miércoles por la noche, o mira lo que acaba de suceder en Louisville con 7 personas disparadas. No quiero que esto suceda, y eso es lo que significa la expresión de anoche”.

Trump justifica y resta importancia a la brutalidad de la policía en pro de defender el modelo económico y de desigualdad social que, en primera instancia, es lo que conllevó al desencadenamiento de las masivas protestas tras el asesinato del afroamericano George Floyd.

Pero claro, eso muestra la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo. Desde un punto de vista común no deberíamos responder a los reclamos con más violencia porque estaríamos entrando en un proceso de negación no muy ético, transgrediendo así nuestra condición como seres humanos.

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